Era un vetusto caserón cuadrangular, con un amplio
patio y numerosas habitaciones que a mediados del siglo xix estaba en un estado ruinoso. Este
edificio quedó totalmente destruido por un incendio el 23 de diciembre de 1886. Ya que la ciudad no disponía de un arquitecto diocesano, el obispo Joan Baptista Grau i Vallespinós decidió encargar la construcción del nuevo
palacio episcopal a su
amigo Gaudí. La
amistad entre ambos había comenzado años atrás mientras Grau —reusense como Gaudí— fue vicario general de la archidiócesis de
Tarragona e inauguró la
iglesia de Jesús-María, cuyo
altar había diseñado Gaudí.