Estos monarcas, además de ocuparse de los asuntos civiles lo hicieron también de los religiosos y, con ayuda de los obispos, emprendieron el orden y modernización de la
Iglesia. El caso de
Astorga fue especialmente importante ya que sus obispos habían tenido graves conflictos con sus vasallos. En tiempos de estos reyes y bajo su patrocinio y control, comenzó una nueva vida para la
catedral, cuya consagración (aun sin el templo terminado) tuvo lugar en tiempos de Alfonso VI hijo de Fernando I y bajo el obispado de Pedro Núñez (1066-1082), el 20 de diciembre de 1069.