Aproximadamente en la transición entre los gobiernos de Claudio y Vespasiano, la ciudad asumió la capitalidad del Conventus Iuridicus Asturum y era el principal núcleo receptor del oro extraído de
minas como Las Médulas. Este auge hizo que Plinio el Viejo, por aquel entonces procurador de la Hispania Citerior, definiera a la ciudad, en su obra Naturalis
Historia, como vrbs magnifica. Con la reorganización territorial acaecida en el siglo iii, la ciudad pasó a formar parte de la provincia Gallaecia, con capital en Bracara Augusta (Braga). Cuando terminaron las explotaciones mineras en época de Diocleciano, comenzó la decadencia de la ciudad. En los años centrales del siglo iii, debió de establecerse como sede episcopal, con Basílides como su primer obispo, en torno a 249. Sin embargo, la implantación del cristianismo se vio amenazada por las invasiones bárbaras y, en lo religioso, por la expansión de las doctrinas priscilianistas y maniqueístas, contra las cuales lucharon más tarde Hidacio y
santo Toribio.