Desde que se perdió el horizonte que marcaba la personalidad, no tuvimos meta adonde llegar, ni tampoco sustancia singular que ofrecer, ni defender, y después el bagaje fue vaciándose, y, luego, simplemente, nos dejamos llevar, como la hoja muerta del árbol que es obligada a bailar de aquí para allá sones impensados mientras, aferrada, se nutría de la vida del árbol vigoroso. Así quedaban las tierras del reino, rotas, débiles y vulnerables. Y así las instituciones y sus representantes, meros comparsas ... (ver texto completo)