¿Para qué sirve hablar? Hablar no tiene fin. Entonces la nieve alumbraba las montañas en las noches que soplaba el cierzo. Las nubes corrían veloces y se llevaban nuestros sueños. A la luz de la luna el lobo se desperezaba. El dios – árbol calentaba el hogar y se disponían los hombres en corro a contar. Las mujeres, atentas a su silencio, bordaban poesías en el aire que cantaban la gloria del vencedor. Sus ojos glaucos, negros y de avellana escudriñaban en la oscuridad los primeros pasos de los niños...