Los carros de la labranza dejaron la labranza para acarrear el carbón, que daba más dinero; los mozos del pueblo, dejaron el campo para sumergirse en los pozos de la mina, a ganar unos jornales que les parecían fantásticos. La cantina se encargó pronto de todo lo demás. El antiguo idilio campesino se tornó, ansia de dinero y envidia y odio.