RINCON POETICO
SOBRE LA TUMBA DE MI PADRE
Déjame hermano, déjame que llore
y ante esta tumba de rodillas caiga;
quiero besar la tierra que la cubre
y empaparla de lágrimas amargas;
quiero rezar ante la cruz bendita
que al borde del sepulcro se levanta,
las plegarias más tristes que se dicen
por el descanso eterno de las almas
quiero leer el nombre de mi padre
en la marmórea losa funeraria
y besar cada letra una y mil veces
como se besa una reliquia santa;
quiero aullar de dolor; quiero anegarme
en el inmenso mar de mi desgracia
y velar esta tumba eternamente
cual se yo fuera del dolor la estatua.
Quiero morir aquí; dejame hermano;
vete... vuelve mañana.
Cuando el manto enlutado de la noche
estiende sobre mi sus negras alas;
cuando llieren las trémulas estrellas
y me bañe en su luz la luna pálida;
cuando los temblorosos fuegos fátuos
me envuelban con la lumbre de sus lámparas
y el orbe emsombrecido
parezca musitar una plegaria,
me acercaré a la tumba de mi padre,
besaré con amor su fria lápida
y puesto el corazón a flor de labio
rezaré un padrenuestro por su ánima.
Después, como en un extasis
y con voz por la pena entrecortada,
le diré: Padre, padre,
padre, mira a tus plantas
al hijo de tu amor y tus desvelos
bañado en un oceano de lágrimas.
Soy yo padre; levántate
y muéstrame el encanto de tu cara.
Quiero posar mis labios en tu frente
y extasiarme en la luz de tus miradas;
quiero apretar contra tu amante pecho
mi pobre corazón que se desangra
y en tus manos quedarme eternamente
envuelto en el crepón de tu mortaja.
Ten lástima de mí. ¡Ha tanto tiempo
que tu sepulcro con afan buscaba!
Mírame como vengo;
me ha herido las piedras y las zarzas;
traigo los pies sangrando
y enfermo el cuerpo y destrozada el alma
y he dejado pedazos de mi vida
en las garras del tiempo y la distancia...
¡Desgraciado de mí!. ¿Por qué la muerte
segó tu vida con fatal guadaña
estando yo tan lejos
de la paterna casa?.
Yo no tuve siquiera el lenitivo
de encontrarme a ala vera de tu cama
para escuchar tus lángidos suspiros
y recoger tus últimas palabras
ni a compañar tu cuerpo al camposanto
ni doblar de dolor las campanas.
¿Por qué no estuve yo cuando la muerte
con su frio glacial tu carne halaba,
para darte las sangre de mis venas,
para darte el calor de mis entrañas
y la vida robusta de mi cuerpo
y las fuerzas vitales de mi alma?
Dame tu bendición, padre; levántate
y muestrame tu cara.
¡Ay! padre si me vieras,
deseguro que no me conocieras.
si vieras como estoy descolorido...
¡Qué cambio radical desde aquel día!.
Yo era como almendro florido;
fuerte, rosado, un nido
de ilusiones tejido y de quimeras
y cuajado de luz y de armonía
florecia en mis veinte primaveras...
Yo era un pájaro azul enaltecido;
para el vuelo felíz de mis ensueños
para el afán de mi loca fantasía,
los ámbitos del mundo eran pequeños...
¡Pero, qué breve fue la dicha mia!
Los sueños que tejía
Y todo el explendor de mis rosales
marchitáronseme en término de un día!
¡Ay! cómo lo recuerdo... atardecía.
Asomando al balcón de mi aposento
comtemplaba la mística agonía
de la luz vesperal y el nacimiento
de una estrella gentil de luz inquieta
y soñaba... que para mi tormento,
Dios y natura hicieron poeta.
De repente, turbó mi pensamiento
el áspero graznido de un cuervo renegrido
que sobre mi balcón pasó volando...
Miré, me extremecí, cerré los ojos
y vi a mi padre en cama agonizando;
dando un grito de horror caí de hinojos
y al lado de mi cama sin sentido
pase toda la noche sollozando
y viendo de mi padre los despojos...
Poco después trajo el correo
una carta enlutada;
la estreché contra mi pecho sin abrirla
la besé con locura y al besarla
la humedecí con lágrimas de sangre
porque la pena me partía el alma
y eche a andar por todos los caminos
en busca de esta tumba solitaria.
Déjame hermano; déjame que llore
y entre suspiros de rodillas caiga;
quiero besar la tierra que la cubre
y regarla con lágrimas amargas;
quiero rezar ante la cruz de mármol
que alborde del sepulcro se levanta,
las oraciones que aprendí de niño
por el descanso eterno de las almas.
Quiero morir aquí. Déjame hermano.
Vete... vuelve mañana.
Autor: Pistola
SOBRE LA TUMBA DE MI PADRE
Déjame hermano, déjame que llore
y ante esta tumba de rodillas caiga;
quiero besar la tierra que la cubre
y empaparla de lágrimas amargas;
quiero rezar ante la cruz bendita
que al borde del sepulcro se levanta,
las plegarias más tristes que se dicen
por el descanso eterno de las almas
quiero leer el nombre de mi padre
en la marmórea losa funeraria
y besar cada letra una y mil veces
como se besa una reliquia santa;
quiero aullar de dolor; quiero anegarme
en el inmenso mar de mi desgracia
y velar esta tumba eternamente
cual se yo fuera del dolor la estatua.
Quiero morir aquí; dejame hermano;
vete... vuelve mañana.
Cuando el manto enlutado de la noche
estiende sobre mi sus negras alas;
cuando llieren las trémulas estrellas
y me bañe en su luz la luna pálida;
cuando los temblorosos fuegos fátuos
me envuelban con la lumbre de sus lámparas
y el orbe emsombrecido
parezca musitar una plegaria,
me acercaré a la tumba de mi padre,
besaré con amor su fria lápida
y puesto el corazón a flor de labio
rezaré un padrenuestro por su ánima.
Después, como en un extasis
y con voz por la pena entrecortada,
le diré: Padre, padre,
padre, mira a tus plantas
al hijo de tu amor y tus desvelos
bañado en un oceano de lágrimas.
Soy yo padre; levántate
y muéstrame el encanto de tu cara.
Quiero posar mis labios en tu frente
y extasiarme en la luz de tus miradas;
quiero apretar contra tu amante pecho
mi pobre corazón que se desangra
y en tus manos quedarme eternamente
envuelto en el crepón de tu mortaja.
Ten lástima de mí. ¡Ha tanto tiempo
que tu sepulcro con afan buscaba!
Mírame como vengo;
me ha herido las piedras y las zarzas;
traigo los pies sangrando
y enfermo el cuerpo y destrozada el alma
y he dejado pedazos de mi vida
en las garras del tiempo y la distancia...
¡Desgraciado de mí!. ¿Por qué la muerte
segó tu vida con fatal guadaña
estando yo tan lejos
de la paterna casa?.
Yo no tuve siquiera el lenitivo
de encontrarme a ala vera de tu cama
para escuchar tus lángidos suspiros
y recoger tus últimas palabras
ni a compañar tu cuerpo al camposanto
ni doblar de dolor las campanas.
¿Por qué no estuve yo cuando la muerte
con su frio glacial tu carne halaba,
para darte las sangre de mis venas,
para darte el calor de mis entrañas
y la vida robusta de mi cuerpo
y las fuerzas vitales de mi alma?
Dame tu bendición, padre; levántate
y muestrame tu cara.
¡Ay! padre si me vieras,
deseguro que no me conocieras.
si vieras como estoy descolorido...
¡Qué cambio radical desde aquel día!.
Yo era como almendro florido;
fuerte, rosado, un nido
de ilusiones tejido y de quimeras
y cuajado de luz y de armonía
florecia en mis veinte primaveras...
Yo era un pájaro azul enaltecido;
para el vuelo felíz de mis ensueños
para el afán de mi loca fantasía,
los ámbitos del mundo eran pequeños...
¡Pero, qué breve fue la dicha mia!
Los sueños que tejía
Y todo el explendor de mis rosales
marchitáronseme en término de un día!
¡Ay! cómo lo recuerdo... atardecía.
Asomando al balcón de mi aposento
comtemplaba la mística agonía
de la luz vesperal y el nacimiento
de una estrella gentil de luz inquieta
y soñaba... que para mi tormento,
Dios y natura hicieron poeta.
De repente, turbó mi pensamiento
el áspero graznido de un cuervo renegrido
que sobre mi balcón pasó volando...
Miré, me extremecí, cerré los ojos
y vi a mi padre en cama agonizando;
dando un grito de horror caí de hinojos
y al lado de mi cama sin sentido
pase toda la noche sollozando
y viendo de mi padre los despojos...
Poco después trajo el correo
una carta enlutada;
la estreché contra mi pecho sin abrirla
la besé con locura y al besarla
la humedecí con lágrimas de sangre
porque la pena me partía el alma
y eche a andar por todos los caminos
en busca de esta tumba solitaria.
Déjame hermano; déjame que llore
y entre suspiros de rodillas caiga;
quiero besar la tierra que la cubre
y regarla con lágrimas amargas;
quiero rezar ante la cruz de mármol
que alborde del sepulcro se levanta,
las oraciones que aprendí de niño
por el descanso eterno de las almas.
Quiero morir aquí. Déjame hermano.
Vete... vuelve mañana.
Autor: Pistola