¡Ay! Alberto, yo nunca necesité un arnés para pasar por el puente. Pero soy testigo de veros pasar entre los postes de la línea telefónica, creo que llevabais unas ruedas entre los pies y el cable, el arnés y las manos. El hecho de que el molino esté ahora derruido no fue culpa vuestra, es del dueño y del pueblo que no mira por su patrimonio.