Se me olvidaba, mi cita con la estrella de cine marchaba por el buen camino hasta que mi mujer, intuyendo la infidelidad, me despertó de la siesta con malos modos, argumentando que ese día me tocaba a mi fregar los platos. Ya lo veis, en un momento pasé del cielo a la cruda realidad. Y es que ya no puede uno ni soñar tranquilo.