CUENTOS CON BURRO: ENTRE LA ENSEÑANZA Y EL dicterios, 2ª parte
<<El asno colgado>>
Simplemente puede estar content: «Ya está bastante contento el burro» dicen los habitantes de Pià (en la Cataluña Norte) o los de Casar de Cáceres (« ¡Mira cómo se alegra y se le abre la boca al ver la hierba!»). En la población italiana de Campli (Teramo), los habitantes reaccionan de la misma manera al ver el asno arriba la torre («vedete, è contenta, ride, el erba gli piace», Giunco 1995). Y, con la lengua fuera como el Mas de Barberans («Mira si está contento de comerse el llicsó que ya saca la lengua y todo », Lleixà 1994: 92; Quintana 1995b). Ver la hierba: como hacen en Bescaran («Ya la voz!» Oriol 1997: 49) o Villabrágina (« ¡Ya la ha visto! ¡Mira como se ríe! »). Risa: como Enguera («Como se ride, ya se come el Alizon »), a Zaidín (« Ya se n'enriu »), a boasts (« Espía, que se n'arrid ») o Rebollo (« Mirad como se ríe el burro de que viene las mielgas »). Lamer: «ya lo lame» dicen en Guardamar (Monje 2006), en Jávea (Salvá 1988: 226), en Oliva y en la versión de «Joan Antoni y los torpalls ». «Se lamía de gusto» dice el burro de Xàtiva o «Se relame de gusto» (Beas del Segura, en Malpartida de Plasencia).
Incluso, parece que quiera morder («Tire, tire, que ya mussega »dicen en Rojales sobre los de Guardamar) (Monje 2005: 129). O, más aún que sacar la lengua, se sale fuera «el garganyol» como ocurre en Enguera (Batistet 1907) o Quillan («tiraba un lengua de tres palmos tanto la cuerda y acercaba le garganhôl » (Fourie 1976: 8). Dentro de este contexto de hechos imaginarios, nos encontramos con alguna valiosa documentación histórica sobre asnos que son subidos arriba de un campanario. Es el caso de el arquitecto Francesc Baldomar, que además de las torres de Quart de Valencia encargó de la ampliación de la Sede de Valencia (véase Vidal Corella 1971: 42-45). En 1461, durante estas obras -según consta en la documentación de un protocolo notarial publicado por
Sanchis Sivera (1909) - su burro fue subido al campanario por sus obreros y casi haga voltear las campanas, hasta que fue bajado aparatosamente con unas cuerdas. No sería el caso de en Mora, un supuesto porteador barcelonés, protagonista de dicha «El asno de en Mora que de todo enamora », que vincula la historia del burro en Santa María del Mar, llamada también, en alguna ocasión, «Santa María de los Ases» (Busquets 1987: 20-21).
Para aportar veracidad e interpretación histórica al relato, en ocasiones se aporta una marca en el territorio -el recurso que ya conocemos en otros hechos llegendaris-, que es el hoyo que dejó la caída del asno: un bache (en Castelldans), la balsa Pedrera (en la Granada del Penedès) o la balsa de la lada (a Zaidín) Y cuando ya arriba del todo se rompa la soga, y, a la caída, cayeron tan fuerte que hacer una balsa. Y ere una balsa que dicen la Balsa de la Culada. Esa baja de nuevo el agua a Zaidín, la fábrica de aceite del Piar y abrevaban las mulas en la balsa (González 1996: 178).
Si estas historias han provocado la burla y el desprecio durante años y han hecho que la población de Villanueva de los asno (donde se dice «En Villanueva los asno / Suben un burro en la torre, / y el burro se desespera / Porque la soga no corre ») cambiara su topónimo oficial por el de Villanueva del Río Ubierna, a estas alturas nos encontramos con el fenómeno reciente de la reivindicación social positiva del hecho, como una señal de identidad reivindicable, hasta el punto de celebrarse dentro de un contexto festivo, con el acompañamiento de unos elementos escenográficos y de una puesta en escena que recrean los ojos de los participantes un hecho legendario.
Es el caso de la subida al campanario del asno Inocencio a Vilassar de Mar durante la noche de San Juan, o la subida del burro de la Granada durante las Fiestas del Mosto o en la iglesia de Santa María del Alba en Tàrrega durante el carnaval.
O, muy especialmente, durante las más conocidas fiestas carnavalescas de Solsona, donde cuelgan el burro del campanario el sábado de Carnaval mientras la gente canta «Solsona buena gente, si no hubieran muerto el burro... ».
El hecho también ocurre en Álava, en Samaniego, donde cuelgan un asno de poliéster acompañado de unos fuertes bramidos de asno por megafonía, y en Perín, en el Campo de Cartagena, donde la colgada del burro es una señal de de identidad para los periners dentro de las fiestas de agosto, los que asumen la realidad histórica de un episodio que nunca no existió (véase Sánchez y Sánchez 2009). «El recuperamos Hace quince años, pero Debe tener muchos más... »explica convencido el presidente de las fiestas (González 2011).
Aunque estas fiestas sean de reciente implantación, en algunos casos las reseñas periodísticas hablan de «tradición» y, como ocurrió hace unos años en relación a la subida del burro en Solsona, con la sorprendente noticia publicada por el diario El Mundo («Carnavales de todos los colores », 9-2-2005) que dio por cierta la idea de que la subida toma como base un hecho real («Es lo que queda de una práctica antigua en la que izaban un burro de verdad Hasta la torre para que se comiera las malas hierbas »).
Hay plataformas, visibles en internet, que reivindican la independencia de los llamados «Países Lletisons» (Vilallonga de Ter, Abella, la Roca, Tregurà y Llebró) unidos por el rasgo distintivo diciembre ser conocidos por el mote de «lletisons», evocador del episodio subrayador de una ignorancia primigenia.
A las Planes d'Hostoles se celebran las llamadas «llatissonades» y en Sant Esteve d'en Bas se baila durante la Fiesta Mayor desde de 1979, el «Baile del Burro Sabio». Más allá de los Pirineos, los burros son integrados dentro ámbitos festivos locales. En la pequeña población occitana de le Acantilado sale un asno vivo en la procesión de San Blas desde después la Segunda Guerra Mundial como un signo de afirmación local (Batignes 2013), aunque el vuelo del asno es una tradición antigua que, en la población italiana de Empoli se remonta al siglo XIV. A Cardan se celebra antiguo la leyenda con la subida de un muñeco de burro en campanario. A Trausse, el asno subido dal del campanario figura en las etiquetas de vino de la cooperativa local (Vartier 1992). Y «el burro de Pia» en la Cataluña Norte y el «aso de Boasts » están integrados en el patrimonio local, hasta el punto de considerar la leyenda como un hecho histórico.
Para dar sentido a estos fenómenos, repetidos en el tiempo y en el espacio, el antropólogo vasco José Ignacio Homobono explica que mediante la constitución de una memoria colectiva, sea histórica o no, se asegura la reproducción de la identidad de una
colectividad: «La adhesiones que suscita una definición identitaria no depende de apo verdad o falsedad objetivas, sino de apo Capacidad para conformar la realidad colectiva » (Homobono 1990: 43).
4. Atall de conclusión Después de esta aproximación al mundo de los asnos que viajan, protagonistas de relatos orales y vehículo tanto de enseñanzas como de dicterios, estamos en condiciones de extraer unas primeras conclusiones.
De entrada, hemos atestado en muchas localidades y comarcas la vigencia y actualización de estas historias de burros porque su narración o su simple evocación señalan una colectividad.
En ocasiones, hemos detectado que el recuerdo del cuento desvanece, o se quiere olvidar, como tuve ocasión de comprobar en septiembre de 2015, en Andratx, en Mallorca, donde el antiguo cura de la parroquia me confesaba que el recuerdo del cuento del lletsó del campanario y el asno (Alcover 1936) era actualmente muy difuso, una afirmación que contrasta con las múltiples ocasiones en que hemos podido leer la fábula, en la versión de Alcover, reproducida en varias publicaciones locales.
Por su parte, la segunda fórmula narrativa es un cuento chistoso o bertranada, en el que las bestias tienen como función mostrar la ignorancia de los demás.
El asno, en esta ocasión, es el héroe involuntario y víctima de la estupidez colectiva. Que las generaciones actuales, herederos del grupo social víctima de la burla hagan una apropiación del dictado tópico, por transformarlo en leyenda primero y en hecho histórico después, tiene que ver con la necesidad de una colectividad de transmutar el mito en historia y afianzarse como grupo.
En resumidas cuentas, en un tiempo en que los asnos han perdido su presencia y funcionalidad primigenia en el mundo occidental, sus historias y sus desplazamientos ficcionales son fuente de enseñanza perdurable y, incluso, todavía hoy, símbolo de grupos y
comunidades diversas.
De……Alexandre Bataller Catalá
Universidad de Valencia
El burro es también el héroe involuntario y mal guiado de la limpieza del campanario de la iglesia de Calzadilla de los Hermanillos, que por entonces, estaba llena de mielgas. Los vecinos decidieron atar al burro con una soga por el pescuezo e izarlo hasta el tejado. Moriría estrangulado sin que nadie se diera cuenta.
<<El asno colgado>>
Simplemente puede estar content: «Ya está bastante contento el burro» dicen los habitantes de Pià (en la Cataluña Norte) o los de Casar de Cáceres (« ¡Mira cómo se alegra y se le abre la boca al ver la hierba!»). En la población italiana de Campli (Teramo), los habitantes reaccionan de la misma manera al ver el asno arriba la torre («vedete, è contenta, ride, el erba gli piace», Giunco 1995). Y, con la lengua fuera como el Mas de Barberans («Mira si está contento de comerse el llicsó que ya saca la lengua y todo », Lleixà 1994: 92; Quintana 1995b). Ver la hierba: como hacen en Bescaran («Ya la voz!» Oriol 1997: 49) o Villabrágina (« ¡Ya la ha visto! ¡Mira como se ríe! »). Risa: como Enguera («Como se ride, ya se come el Alizon »), a Zaidín (« Ya se n'enriu »), a boasts (« Espía, que se n'arrid ») o Rebollo (« Mirad como se ríe el burro de que viene las mielgas »). Lamer: «ya lo lame» dicen en Guardamar (Monje 2006), en Jávea (Salvá 1988: 226), en Oliva y en la versión de «Joan Antoni y los torpalls ». «Se lamía de gusto» dice el burro de Xàtiva o «Se relame de gusto» (Beas del Segura, en Malpartida de Plasencia).
Incluso, parece que quiera morder («Tire, tire, que ya mussega »dicen en Rojales sobre los de Guardamar) (Monje 2005: 129). O, más aún que sacar la lengua, se sale fuera «el garganyol» como ocurre en Enguera (Batistet 1907) o Quillan («tiraba un lengua de tres palmos tanto la cuerda y acercaba le garganhôl » (Fourie 1976: 8). Dentro de este contexto de hechos imaginarios, nos encontramos con alguna valiosa documentación histórica sobre asnos que son subidos arriba de un campanario. Es el caso de el arquitecto Francesc Baldomar, que además de las torres de Quart de Valencia encargó de la ampliación de la Sede de Valencia (véase Vidal Corella 1971: 42-45). En 1461, durante estas obras -según consta en la documentación de un protocolo notarial publicado por
Sanchis Sivera (1909) - su burro fue subido al campanario por sus obreros y casi haga voltear las campanas, hasta que fue bajado aparatosamente con unas cuerdas. No sería el caso de en Mora, un supuesto porteador barcelonés, protagonista de dicha «El asno de en Mora que de todo enamora », que vincula la historia del burro en Santa María del Mar, llamada también, en alguna ocasión, «Santa María de los Ases» (Busquets 1987: 20-21).
Para aportar veracidad e interpretación histórica al relato, en ocasiones se aporta una marca en el territorio -el recurso que ya conocemos en otros hechos llegendaris-, que es el hoyo que dejó la caída del asno: un bache (en Castelldans), la balsa Pedrera (en la Granada del Penedès) o la balsa de la lada (a Zaidín) Y cuando ya arriba del todo se rompa la soga, y, a la caída, cayeron tan fuerte que hacer una balsa. Y ere una balsa que dicen la Balsa de la Culada. Esa baja de nuevo el agua a Zaidín, la fábrica de aceite del Piar y abrevaban las mulas en la balsa (González 1996: 178).
Si estas historias han provocado la burla y el desprecio durante años y han hecho que la población de Villanueva de los asno (donde se dice «En Villanueva los asno / Suben un burro en la torre, / y el burro se desespera / Porque la soga no corre ») cambiara su topónimo oficial por el de Villanueva del Río Ubierna, a estas alturas nos encontramos con el fenómeno reciente de la reivindicación social positiva del hecho, como una señal de identidad reivindicable, hasta el punto de celebrarse dentro de un contexto festivo, con el acompañamiento de unos elementos escenográficos y de una puesta en escena que recrean los ojos de los participantes un hecho legendario.
Es el caso de la subida al campanario del asno Inocencio a Vilassar de Mar durante la noche de San Juan, o la subida del burro de la Granada durante las Fiestas del Mosto o en la iglesia de Santa María del Alba en Tàrrega durante el carnaval.
O, muy especialmente, durante las más conocidas fiestas carnavalescas de Solsona, donde cuelgan el burro del campanario el sábado de Carnaval mientras la gente canta «Solsona buena gente, si no hubieran muerto el burro... ».
El hecho también ocurre en Álava, en Samaniego, donde cuelgan un asno de poliéster acompañado de unos fuertes bramidos de asno por megafonía, y en Perín, en el Campo de Cartagena, donde la colgada del burro es una señal de de identidad para los periners dentro de las fiestas de agosto, los que asumen la realidad histórica de un episodio que nunca no existió (véase Sánchez y Sánchez 2009). «El recuperamos Hace quince años, pero Debe tener muchos más... »explica convencido el presidente de las fiestas (González 2011).
Aunque estas fiestas sean de reciente implantación, en algunos casos las reseñas periodísticas hablan de «tradición» y, como ocurrió hace unos años en relación a la subida del burro en Solsona, con la sorprendente noticia publicada por el diario El Mundo («Carnavales de todos los colores », 9-2-2005) que dio por cierta la idea de que la subida toma como base un hecho real («Es lo que queda de una práctica antigua en la que izaban un burro de verdad Hasta la torre para que se comiera las malas hierbas »).
Hay plataformas, visibles en internet, que reivindican la independencia de los llamados «Países Lletisons» (Vilallonga de Ter, Abella, la Roca, Tregurà y Llebró) unidos por el rasgo distintivo diciembre ser conocidos por el mote de «lletisons», evocador del episodio subrayador de una ignorancia primigenia.
A las Planes d'Hostoles se celebran las llamadas «llatissonades» y en Sant Esteve d'en Bas se baila durante la Fiesta Mayor desde de 1979, el «Baile del Burro Sabio». Más allá de los Pirineos, los burros son integrados dentro ámbitos festivos locales. En la pequeña población occitana de le Acantilado sale un asno vivo en la procesión de San Blas desde después la Segunda Guerra Mundial como un signo de afirmación local (Batignes 2013), aunque el vuelo del asno es una tradición antigua que, en la población italiana de Empoli se remonta al siglo XIV. A Cardan se celebra antiguo la leyenda con la subida de un muñeco de burro en campanario. A Trausse, el asno subido dal del campanario figura en las etiquetas de vino de la cooperativa local (Vartier 1992). Y «el burro de Pia» en la Cataluña Norte y el «aso de Boasts » están integrados en el patrimonio local, hasta el punto de considerar la leyenda como un hecho histórico.
Para dar sentido a estos fenómenos, repetidos en el tiempo y en el espacio, el antropólogo vasco José Ignacio Homobono explica que mediante la constitución de una memoria colectiva, sea histórica o no, se asegura la reproducción de la identidad de una
colectividad: «La adhesiones que suscita una definición identitaria no depende de apo verdad o falsedad objetivas, sino de apo Capacidad para conformar la realidad colectiva » (Homobono 1990: 43).
4. Atall de conclusión Después de esta aproximación al mundo de los asnos que viajan, protagonistas de relatos orales y vehículo tanto de enseñanzas como de dicterios, estamos en condiciones de extraer unas primeras conclusiones.
De entrada, hemos atestado en muchas localidades y comarcas la vigencia y actualización de estas historias de burros porque su narración o su simple evocación señalan una colectividad.
En ocasiones, hemos detectado que el recuerdo del cuento desvanece, o se quiere olvidar, como tuve ocasión de comprobar en septiembre de 2015, en Andratx, en Mallorca, donde el antiguo cura de la parroquia me confesaba que el recuerdo del cuento del lletsó del campanario y el asno (Alcover 1936) era actualmente muy difuso, una afirmación que contrasta con las múltiples ocasiones en que hemos podido leer la fábula, en la versión de Alcover, reproducida en varias publicaciones locales.
Por su parte, la segunda fórmula narrativa es un cuento chistoso o bertranada, en el que las bestias tienen como función mostrar la ignorancia de los demás.
El asno, en esta ocasión, es el héroe involuntario y víctima de la estupidez colectiva. Que las generaciones actuales, herederos del grupo social víctima de la burla hagan una apropiación del dictado tópico, por transformarlo en leyenda primero y en hecho histórico después, tiene que ver con la necesidad de una colectividad de transmutar el mito en historia y afianzarse como grupo.
En resumidas cuentas, en un tiempo en que los asnos han perdido su presencia y funcionalidad primigenia en el mundo occidental, sus historias y sus desplazamientos ficcionales son fuente de enseñanza perdurable y, incluso, todavía hoy, símbolo de grupos y
comunidades diversas.
De……Alexandre Bataller Catalá
Universidad de Valencia
El burro es también el héroe involuntario y mal guiado de la limpieza del campanario de la iglesia de Calzadilla de los Hermanillos, que por entonces, estaba llena de mielgas. Los vecinos decidieron atar al burro con una soga por el pescuezo e izarlo hasta el tejado. Moriría estrangulado sin que nadie se diera cuenta.