Oh
sombra vaga, oh sombra de mi primera novia!
Era como el convólvulo —la
flor de los crepúsculos—,
y era como las teresitas: azul crepuscular.
Nuestro amor semejaba paloma de la aldea,
grato a todos los ojos y a todos familiar.
En aquel
pueblo, olían las brisas a azahar.
Aún bañan, como a lampos, mi recuerdo:
su cabellera rubia en el
balcón,
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