En este mundo de información, de técnica, el pobre está marginado del circuito económico. Vale más un céntimo bien empleado que un céntimo ahorrado. El pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio. En lo concerniente a las grandes sumas, lo más recomendable es no confiar en nadie. La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión.