Vivía en una casa grande que hacía esquina con otra que estaba deshabitada. Aquel rincón siempre estaba cuajado de flores: rosas de un rojo fuerte, dalias de mil colores y otras flores blancas que desprendían un olor intenso y penetrante. Enfrente de la casa estaba el bar, siempre con parroquianos que entraban y salían a cualquier hora del día
Para ir a la escuela pasaba por delante de su puerta y la veía barriendo los papeles y las hojas muertas que el aire acumulaba en aquel...