¡Que enmudezcan nuestras lenguas y empiecen a hablar las manos! Somos lo que hacemos, no lo que pensamos ni lo que sentimos. Así como el hierro se oxida por falta de uso, también la inactividad destruye el intelecto. Una buena acción es una lección insolente para los que no tienen el valor de ejecutarla. Sólo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés.