Crónica de
León:
Mauricio
Peña
Fulgencio
Fernández
El
invierno no lo come el lobo’’, repiten estos días en las tertulias de los
bares de la
montaña al ver que la
nieve acude a su anunciada cita del mes de abril pues ya cayó la primera
nevada en el lejano octubre y entonces era otro el dicho recurrente a la hora del vino: ‘‘Pues nieve de octubre nueve lunas (llenas) cubre’’.
(Tanto se habla de este viejo dicho que ahora mismo, mientras escribo en Geras de Gordón, la camarera le repite el dicho a dos clientes que llegan lamentando otra nevada).
Y es que al invierno no lo come el lobo, pero tampoco se come a todas esas vidas y
costumbres que esconde la nieve, todas esas imágenes que crea (como la de la
foto), todas esas palabras que le pertenecen (chupitel, bisbera, farraspadina, falampo...).
Tampoco come el lobo esos momentos de conversación que alimenta en los bares y las cocinas al calor de la leña y el carbón, esas viejas tapas de caldo y sopas que ya se iban a dejar en el baúl de los recuerdos, esos vinos blancos calientes con azúcar que llaman fervidos y que tanto ayudan a que entre el cuerpo en calor, esas conversaciones de aquellas viejas
nevadas de antes de las máquinas quitanieves que dejaban al
pueblo aislado hasta que se decidía tocar a la espalada y abrir vereda...
No lo come el lobo, pero lo va comiendo el olvido y el abandono