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CANALES: Hola amigos, ya estoy aqui de nuevo con el resto de...

Hola amigos, ya estoy aqui de nuevo con el resto de esta historia extraordinaria del ultimo viaje de lucerito. A ver si de esta entra todo.

Pero no pararon ahí, y corrieron y corrieron IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH atemorizando a todo el barrio de la Romería, que nadie se atrevía a asomar las narices para ver que era lo que estaba pasando. Y cuando ya iban un buen trecho camino de Turcio, Luis Angel, sagaz, les hace parar preguntándoles si piensan seguir así hasta llegar a Garaño o que?, Habrá que parar y pensar lo que vamos a hacer, digo yo ¿no?, mientras Juan murmuraba por lo bajo, ¡si estaba chupado!...,! si no iba a pasar nada!....
LUIS ANGEL
-Amigos, hay que hacer un plan. Dice Luis Angel intuitivo. Lo primero: tenemos que pensar como acabar con este maldito ruido que por todos los sitios nos va delatando, y segundo: llegar a la casa de Teresa y largar el burro cuanto antes al hoyo.
-Ahora que recuerdo, compañeros, dice Jose Angel, en el taller de mi padre hay un bote de grasa y con él podremos solucionar este problema. ¡Vamos hacia allá!. Dieron media vuelta y de nuevo a la carrera por el camino de la Romería siguiendo el cauce de la presa IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH, y cuando estaban a unos cuantos metros de la carretera oyen el inconfundible sonido de una moto “Sangla”, y uno de ellos a punto de echarse a llorar exclama ¡Dios mío! Si hasta han avisado a la policía de León a que vengan a por nosotros. (La realidad es que era Josines el de la Romería, que regresaba a casa en la moto). Y encima para más INRI, ven por el otro lado de la carretera que el Land-Rover de Dalmacio aparece y se dirige directamente hacia ellos. Sin salvación posible, pues pegados a la presa no tienen ningún sitio donde ocultarse y dándose ya por perdidos unos utilizan, ingeniosos ellos, la técnica del avestruz, y así uno de ellos se tapa la cara con las manos, otro se da media vuelta. el tercero se mete bajo el carro. Otro hizo una buena imitación de una escultura de piedra; y el quinto, Luis Angel, entre el carro y la presa, agarrado como puede al carro y sin apenas espacio donde poner los pies intenta como puede mantener el equilibrio y quedarse inmóvil sin respirar siquiera para pasar desapercibido. Y el milagro sucedió, porque entre el sargento Dalmacio y Josines cediéndose mutuamente el paso, pendientes el uno del otro, pasan al lado de esa masa oscura sin percatarse de ella, en el momento justo en que Luis Angel, pierde el agarre que en el carro hacía y sin decir ni mu, cae en la presa haciendo una interpretación magnífica del salto del ángel de espaldas.
Aprovechando que el Sargento Dalmacio ha pasado de largo, cuatro de ellos, uno con una floreada bata de faralaes, otro con una falda escocesa, el tercero con una falda hawaiana, y Jose Angel de normal, vuelven a coger el carro IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH seguidos de un Luis Angel, empapado de arriba abajo y que por culpa del peso del agua en los pantalones cada pocos metros se le bajan provocando que dé continuamente con los morros en el suelo.
JOSE ANGEL
Y así llegan a la calle de la Calleja, enfrente del taller de Manolo el carpintero, padre de Jose Angel, donde se ocultan amparados en su oscuridad. Y por efectos del ruido del carro y y las voces de los muchachos en ese momento sale de casa de su tía Chari Lupina quien en principio se asusta y sorprende de ver allí en la oscuridad a sus amigos y sobre todo vestidos de esa guisa. Y mientras estos intentan explicarle sus desventuras, Jose Angel, que sabía que en el taller había una ventana que no cerraba y por la que podría entrar, cruzó la carretera, tanteó aquella ventana amparado en la oscuridad y no tardó en introducirse en el taller.
Según nos contó él después, no quiso encender la luz para no delatarse desde la calle, y porque conocía perfectamente donde guardaba Codines el bote de grasa, y a oscuras, y al palpo, estuvo tanteando por la estantería hasta que lo encontró, con la mala fortuna que sin querer introdujo la mano en él, y cuando la sacó toda pringosa y quiso agarrarlo este se le escurrió y calló al suelo desparramándose todo su contenido. Y pisarlo Jose Angel, y resbalarse todo fue uno. Y cuanto mas intentaba levantarse más resbalaba y patinaba y más trompazos se pegaba, una y otra vez; y sus amigos que desde la calle oían aquellos extraños golpes, quejas y lamentos que del taller salían, temiéndose lo peor, corrieron hacia allí justo en el momento que vieron aparecer por la ventana la figura derrotada del mi Jose Angel, cubierto de pies a cabeza por una mezcla de negra grasa viscosa, virutas y serrín, y que se dejaba deslizar hacia fuera ya sin fuerzas, en el momento en que un desgraciado clavo que allí había le enganchaba los pantalones y se los rasgaba, cayendo el pobre muchacho en pelota picada sobre una mata de ortigas y espinos que obran el milagro de hacerle recuperar las fuerzas de golpe y hacerle saltar y ponerse de pie como si un muelle tuviera. Como no tenia otra cosa que ofrecerle, Toño Ruco, generoso, se rasga un trozo de su bata de cola, que sin querer, resultó un poco escaso, y que al ponérsela Jose Angel atada a la cintura le da un toque un poco más grotesco si cabe, cubierto de grasa y virutas, con aquellas piernas largas que le caracterizan y con esa pequeña minifaldita, más bien, taparrabos; lo que provocó una sonora carcajada en la buena de Lupina. Carcajada que se le quedó helada en la garganta al ver bajar por la calle de la Calleja una fantasmagórica figura, con un enorme trapo blanco sobre la cabeza, una botella de Calisay fuertemente agarrada en una mano y sosteniendo con la otra una pequeña vela, quien dando tumbos de lado a lado de la calleja, a voz en grito va diciendo: Tened cuidado, Hips, que los platillos volantes estan a punto de llegar. Hips, los marcianos quieren invadir la tierra. Hips; al tiempo que las campanas de la iglesia repican y repican sin parar allá a lo lejos.
Sin pensarlo agarran entre todos de nuevo el carro IAAHH, IIAAAHHH, JAIIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH, y decididos a llegar esta vez hasta la misma casa de Teresa, arrasando con lo que sea, cuando a la altura de la casa de Tasia, ven de frente y a toda velocidad y con todas las luces encendidas el tractor del Tigre que viene hacia ellos, y por la derecha, ¡oh Dios mío! ¡no!, bajando como un loco el Land Rover del sargento Dalmacio por la calle de los Balcones, también con todas las luces encendidas, así que no tienen otra escapatoria que tirar hacia el Regueron, con la mala suerte que allí mismo hay un camión cargado con jaulas de pollos de Lolo el de Josefa, y que en ese momento el conductor que está arriba, encima de las jaulas, colocando las últimas, al ver como una intensa y cegadora luz ilumina todo, y aparece aquel ser fantasmal de otro mundo que envuelto en un sudario blanco le mira fijamente y le sonríe diabólicamente, asustado pierde pie y cae desde arriba rodeado de jaulas llenas de pollos que al dar en el suelo se rompen saliendo estos entre una nube de plumas, de estampida y cacareando, mientras a lo lejos las campanas de la iglesia repican y repican sin parar y el sargento Dalmacio, desgañitándose detrás del tractor del Tigre, le maldice y le increpa que se aparte inmediatamente de allí que no puede perseguirlos por su culpa y que le va a meter un paquete que se va a enterar; y nuestros amigos agarrados al carro de nuevo IAAHH, IIAAAHHH, JA, IIIAAAAHHHHH, JA, IIIIIAAAAAAAHHHHHHHH tiran por la izquierda por el Regueron, cruzaron este, que en esos días llevaba bastante agua, (mientras Juan pensaba que qué lastima de una crecida en ese momento y se llevara al burro definitivamente de sus vidas), cogieron de nuevo el camino dirección Somata y tiraron y tiraron, hasta que a la altura de la casa de Codines, Lupina, inteligente e intuitiva, les pregunta que si pretenden llegar hasta la Fuente del Carballo o qué? Vamos a parar y pensar lo que vamos a hacer No? Allí descansaron unos instantes mientras barajaban la posibilidad de subir por el Teal y otros que si estas loco, tu nos quieres matar... Pero en ese momento Angel Codines que ha despertado por culpa del carro y de las voces de los chicos, abre un ventanuco para ver que demonios es lo que está pasando allí fuera y el corazón casi se le sale del pecho al toparse de morros con Lucerito que le sonríe socarronamente y le mira fijamente; y asustado cierra de golpe la ventana. Pero, amigos, fueron a pinchar en hueso, porque Codines no era de los que se achican ni creen en fantasmas ni en la Santa Compaña

Vaya, pues no acaba aqui. Todavia queda mas. Pero sera ya para la semana que viene.
Una saludo para todos.
Jose, el tercero de los castañales.