Recuerdo que el primero tenía hasta dentadura postiza. Eran unos de Las Ventas, decián que era un jumento joven, pero se la habían hecho con remolacha y se la había comido. Y cuando fuimos a tratarlo ya tenía un escarbadientes en la boca. Y digo yo, si se había comido los dientes, para que quería el escarbadientes?. Eso nos mosqueó mucho.
Habia otro con un pelo precioso, pero en cuanto cayó aquel orballo se le corrió todo el rimmel y quedó como Carmen de Mairena. Otro mosqueo.
Hasta que dimos con Lucerito. Nos conquistó a todos. Kroski dijo: Dejarme solo. Lo dejamos solo. Y al rato tuvimos que volver porque no tenía con que pagar. El paisano decía que qué pintaba allí, que se fuese, que le quitaba clientes. Luis Angel le contaba que si quería le tomaba la tensión, que era lo de él. Toño el Barbero, que estaba haciendo la mili en Zaragoza, que entendía de mulas, pero no de burros, José Angel, que que día más bueno, y Lupe sin soltar la gallina. Después de un tira y afloja, de pedir como si fuera un pura sangre y demostrar que casi no tenía sangre, aquí lo tenemos, en medio de toda la ensalada de Canales. De la emoción, el cámara temblaba. Así salió la cosa.
Juan
Habia otro con un pelo precioso, pero en cuanto cayó aquel orballo se le corrió todo el rimmel y quedó como Carmen de Mairena. Otro mosqueo.
Hasta que dimos con Lucerito. Nos conquistó a todos. Kroski dijo: Dejarme solo. Lo dejamos solo. Y al rato tuvimos que volver porque no tenía con que pagar. El paisano decía que qué pintaba allí, que se fuese, que le quitaba clientes. Luis Angel le contaba que si quería le tomaba la tensión, que era lo de él. Toño el Barbero, que estaba haciendo la mili en Zaragoza, que entendía de mulas, pero no de burros, José Angel, que que día más bueno, y Lupe sin soltar la gallina. Después de un tira y afloja, de pedir como si fuera un pura sangre y demostrar que casi no tenía sangre, aquí lo tenemos, en medio de toda la ensalada de Canales. De la emoción, el cámara temblaba. Así salió la cosa.
Juan
Vaya panda. ¿Y la buena de Teresa se fió de vosotros? El cursillo en burrología sería acelerado ¿no? jajaja Muy buena la descripción.
Un abrazo amigo Juan por estos buenos ratos.
Yoli
Un abrazo amigo Juan por estos buenos ratos.
Yoli
Pues yo no entiendo como Teresa tuvo valor para encomendaros esa mision. Solo lo puedo entender porque iba Toño con vosotros y eso fue lo que le dio confianza en vosotros. Es increible la importancia que tiene dar una buena imagen, para todo. (Por cierto Toño, un fuerte abrazo, ¡cuanto tiempo!)
Pero todavia no habeis acabado la historia. Me intriga como fue el regreso a Canales con un burro de la mano. Supongo que seria toda una gesta. De aquella nos reimos mucho porque circulo el rumor de que intentasteis meterlo en el coche de linea, aunque yo supongo que ese fue un bulo que os inventasteis para crearos esa fama de foragidos que aun perdura.
Realmente ¿Como fue?
Un abrazo a todos, Jose.
Pero todavia no habeis acabado la historia. Me intriga como fue el regreso a Canales con un burro de la mano. Supongo que seria toda una gesta. De aquella nos reimos mucho porque circulo el rumor de que intentasteis meterlo en el coche de linea, aunque yo supongo que ese fue un bulo que os inventasteis para crearos esa fama de foragidos que aun perdura.
Realmente ¿Como fue?
Un abrazo a todos, Jose.
Amigo Jose, nos lo bajaron los de Transportes Omaña en su camión. Nada más bajarlo al lado de casa de Teresa rebuznó y dijo moviendo las orejas: Viva Canales ¡
BUENO, BUENO. Estoy perplejo.
Veo que ninguno de los protagonistas de la historia del burro de Teresa dice esta boca es mía, y que incluso el Presi trata de pasar de puntillas sobre este turbio asunto y con un simple “nos lo bajaron los de Transporte Omaña” pretende soslayar el tema. (Para los que no estéis al tanto os recomiendo que leáis aquí abajo la sucesión de los comentarios a la foto de los amigos con el burro y así os enteraréis). Pero, amigos, la verdad siempre sale a relucir y al final todo se sabe. Y yo me he enterado de todo el cuento. Además, os diré que parece ser que la historia del Coche de Línea no fue una invención. Fue cierta.
Si estáis interesados en saber lo que realmente paso, acercaros aquí al fuego y el ultimo que cierre la puerta que hay corriente.
Pero ojo, que yo no estaba allí, ¿eh?; que yo hablo de oídas, porque uno de sus protagonistas, del que no puedo desvelar aquí su nombre, ha sido quien me ha contado los hechos y yo voy a tratar de ser totalmente fiel al ese relato.
Según este, todo comenzó después de cerrar el trato con aquel gitano de las Ventas. Como ya eran cerca de las dos de la tarde nuestros amigos convencieron a Lupina, que era la del dinero, para irse todos a comer y celebrar el buen negocio que creían haber hecho, cargando el coste de la comida a la cuenta del animal, por supuesto. Así que todos juntos se fueron a la plaza de Riello, y en aquel bar que esta allí abajo, en la esquina, pidieron el menú del día, y después, contagiados del ambiente feriante que allí dentro se vivía, finalizaron la comida con café, copa y farias para todos ellos. Incluso Lupina, que nunca bebe alcohol, ese día se animó a pedir un chupito de orujo de hierbas de la casa. Y ya sabéis lo que les pasa a las personas que no están acostumbradas a beber, que al primer sorbo notan una flojera en brazos y piernas, una desgana y una galbana que les imposibilitaban para moverse, y mucho más para darse una caminata desde Riello a Canales a las 3 de la tarde cuando el sol está en pleno apogeo. Y los chicos no creáis que estaban en mejor situación que ella. Así, reunidos todos, trantando de encontrar la mejor manera de llegar con el burro a Canales, cuando en ese momento llego el Coche de Línea, conducido por Emiliano el de Barrios, (quien aunque habitualmente hacia la línea Leon-Caboalles por Babia ese día para su desgracia, había cambiado la ruta con el compañero que la hacia por Omaña), y que transportaba en ese momento a 7 viajeros: 4 de Murias, 3 de Vegarienza y uno de. Guisatecha.., y paraban un momento a tomar un café y cargar a otros dos pasajeros de Riello. Y hete aquí, que a la vista de la penosa situación en la que se encontraban nuestros amigos, solo se le ocurre al mi Jose Angel la genial idea de que entre todos podían tapar al pobre Lucerito y meterlo en el Coche de Línea sin que se diera cuenta el conductor. Y lo mejor de todo es que ellos se dejan fácilmente convencer, y mientras unos van a robar unas zanahorias a un huerto cercano y otros van a por el pollino, Jose Angel se acerca a un tendal que allí había a la vuelta de la esquina a robar un trapo blanco (¿o eran unas bragas?) con las que camuflar las orejas del Asno. Y cuando todos los viajeros subían y ocupaban los primeros asientos y Juan distraía a Emiliano comprando los billetes para los “siete” amigos, Jose Angel y Toño en la puerta de atrás empujaban el burro por las posaderas; el otro Toño y Luis Angel, desde dentro, tiraban de él por las orejas y las riendas, y Lupina mientras le tentaba con un manojo de zanahorias, intentaba apagar un ataque de risa; lo cual, añadido al hecho de que al burro lo habían tenido los gitanos sin comer desde el día anterior, no les fue muy difícil convencerlo y subirlo a la parte trasera del autobús.
Y afortunadamente ninguno de los pasajeros, ni el propio conductor, se dieron cuenta. Y tras arrancar el coche no hubo ningún incidente hasta que llegaron a Soto y Amio. Allí, cuando Emiliano paro a recoger a dos vecinos más del pueblo y a un sobrino de Ferreras que iba a León porque al día siguiente empezaba a trabajar en una empresa de xxxxxxxxx (siento no poder dar esta información porque de lo contrario me metería en líos con la Agencia Estatal de protección de Datos), no sé si fue porque se habían acabado ya las zanahorias, o porque Lucerito se había mareado después de tanto ajetreo y tanta curva, pero el caso es que empezó a ponerse nervioso y a tratar de separarse de la compañía de aquellos nuevos amigos que se había echado y que tan empalagosos se ponían, y tanta empezaba a ser su excitación que no se le ocurre otra cosa que cagarse y mearse encima de los asientos y del piso del coche. Y con tanto movimiento del animal este empezó a pisar “aquello” y a formar un barrizal que pronto se convirtió en una pista de patinaje que cuanto mas se movía el asno mas resbalaba y se caía al suelo; con lo que ya cabreado solo encuentra una manera de demostrar su enojo que es dando coces a diestro y siniestro. Esto, lógicamente, lo ve el conductor y el resto del pasaje y no veáis el pitote que allí dentro se formó, que entre los gritos del conductor, el susto del personal, los rebuznos y coces del animal, las voces de nuestros amigos y el ataque de risa histérica que le dio a Lupina, aquello parecía la casa de Troya. El conductor paro el coche, y ese fue el momento en que nuestros amigos aprovecharon para, sálvese el que pueda, escapar de allí y de ese torbellino de coces. El pollino, viendo también la puerta abierta, salió de allí de estampida, y amigos, aquello si que era correr, aquello parecía un purasangre, que si lo llegan a ver los dueños de la cuadra “Rosales” no hubieran dudado ficharlo y en apuntarlo en cualquiera de los grandes premios del Hipódromo de la Zarzuela. Y de esta manera nos podemos imaginar la escena, con un burro con unas enormes bragas blancas en la cabeza corriendo como un pura sangre, seguido muy de lejos por una pandilla de chavales, vestidos de domingo, temerosos de que se les escapara, seguidos a su vez, a 30 metros de distancia, por Lupina, quien, aquejada de un ataque de risa floja, no podía seguirles el ritmo, y detrás el cabreado conductor del autobús de la Empresa Fernández gritando y jurando que sabía quienes eran y que les iba a denunciar a todos a la Guardia Civil de la Magdalena.
Bueno, esto se me ha quedado un poco largo y parece un capitulo de una serie de grandes relatos “El increíble viaje de Lucerito y sus amigos de Canales”. No sé si se estará cansando ya el personal. De momento por si acaso voy a cortar aquí, pero si seguís teniendo interés en la historia, continuaremos, en un segundo capítulo. Así pues, continuará....
Saludos de Jose.
Veo que ninguno de los protagonistas de la historia del burro de Teresa dice esta boca es mía, y que incluso el Presi trata de pasar de puntillas sobre este turbio asunto y con un simple “nos lo bajaron los de Transporte Omaña” pretende soslayar el tema. (Para los que no estéis al tanto os recomiendo que leáis aquí abajo la sucesión de los comentarios a la foto de los amigos con el burro y así os enteraréis). Pero, amigos, la verdad siempre sale a relucir y al final todo se sabe. Y yo me he enterado de todo el cuento. Además, os diré que parece ser que la historia del Coche de Línea no fue una invención. Fue cierta.
Si estáis interesados en saber lo que realmente paso, acercaros aquí al fuego y el ultimo que cierre la puerta que hay corriente.
Pero ojo, que yo no estaba allí, ¿eh?; que yo hablo de oídas, porque uno de sus protagonistas, del que no puedo desvelar aquí su nombre, ha sido quien me ha contado los hechos y yo voy a tratar de ser totalmente fiel al ese relato.
Según este, todo comenzó después de cerrar el trato con aquel gitano de las Ventas. Como ya eran cerca de las dos de la tarde nuestros amigos convencieron a Lupina, que era la del dinero, para irse todos a comer y celebrar el buen negocio que creían haber hecho, cargando el coste de la comida a la cuenta del animal, por supuesto. Así que todos juntos se fueron a la plaza de Riello, y en aquel bar que esta allí abajo, en la esquina, pidieron el menú del día, y después, contagiados del ambiente feriante que allí dentro se vivía, finalizaron la comida con café, copa y farias para todos ellos. Incluso Lupina, que nunca bebe alcohol, ese día se animó a pedir un chupito de orujo de hierbas de la casa. Y ya sabéis lo que les pasa a las personas que no están acostumbradas a beber, que al primer sorbo notan una flojera en brazos y piernas, una desgana y una galbana que les imposibilitaban para moverse, y mucho más para darse una caminata desde Riello a Canales a las 3 de la tarde cuando el sol está en pleno apogeo. Y los chicos no creáis que estaban en mejor situación que ella. Así, reunidos todos, trantando de encontrar la mejor manera de llegar con el burro a Canales, cuando en ese momento llego el Coche de Línea, conducido por Emiliano el de Barrios, (quien aunque habitualmente hacia la línea Leon-Caboalles por Babia ese día para su desgracia, había cambiado la ruta con el compañero que la hacia por Omaña), y que transportaba en ese momento a 7 viajeros: 4 de Murias, 3 de Vegarienza y uno de. Guisatecha.., y paraban un momento a tomar un café y cargar a otros dos pasajeros de Riello. Y hete aquí, que a la vista de la penosa situación en la que se encontraban nuestros amigos, solo se le ocurre al mi Jose Angel la genial idea de que entre todos podían tapar al pobre Lucerito y meterlo en el Coche de Línea sin que se diera cuenta el conductor. Y lo mejor de todo es que ellos se dejan fácilmente convencer, y mientras unos van a robar unas zanahorias a un huerto cercano y otros van a por el pollino, Jose Angel se acerca a un tendal que allí había a la vuelta de la esquina a robar un trapo blanco (¿o eran unas bragas?) con las que camuflar las orejas del Asno. Y cuando todos los viajeros subían y ocupaban los primeros asientos y Juan distraía a Emiliano comprando los billetes para los “siete” amigos, Jose Angel y Toño en la puerta de atrás empujaban el burro por las posaderas; el otro Toño y Luis Angel, desde dentro, tiraban de él por las orejas y las riendas, y Lupina mientras le tentaba con un manojo de zanahorias, intentaba apagar un ataque de risa; lo cual, añadido al hecho de que al burro lo habían tenido los gitanos sin comer desde el día anterior, no les fue muy difícil convencerlo y subirlo a la parte trasera del autobús.
Y afortunadamente ninguno de los pasajeros, ni el propio conductor, se dieron cuenta. Y tras arrancar el coche no hubo ningún incidente hasta que llegaron a Soto y Amio. Allí, cuando Emiliano paro a recoger a dos vecinos más del pueblo y a un sobrino de Ferreras que iba a León porque al día siguiente empezaba a trabajar en una empresa de xxxxxxxxx (siento no poder dar esta información porque de lo contrario me metería en líos con la Agencia Estatal de protección de Datos), no sé si fue porque se habían acabado ya las zanahorias, o porque Lucerito se había mareado después de tanto ajetreo y tanta curva, pero el caso es que empezó a ponerse nervioso y a tratar de separarse de la compañía de aquellos nuevos amigos que se había echado y que tan empalagosos se ponían, y tanta empezaba a ser su excitación que no se le ocurre otra cosa que cagarse y mearse encima de los asientos y del piso del coche. Y con tanto movimiento del animal este empezó a pisar “aquello” y a formar un barrizal que pronto se convirtió en una pista de patinaje que cuanto mas se movía el asno mas resbalaba y se caía al suelo; con lo que ya cabreado solo encuentra una manera de demostrar su enojo que es dando coces a diestro y siniestro. Esto, lógicamente, lo ve el conductor y el resto del pasaje y no veáis el pitote que allí dentro se formó, que entre los gritos del conductor, el susto del personal, los rebuznos y coces del animal, las voces de nuestros amigos y el ataque de risa histérica que le dio a Lupina, aquello parecía la casa de Troya. El conductor paro el coche, y ese fue el momento en que nuestros amigos aprovecharon para, sálvese el que pueda, escapar de allí y de ese torbellino de coces. El pollino, viendo también la puerta abierta, salió de allí de estampida, y amigos, aquello si que era correr, aquello parecía un purasangre, que si lo llegan a ver los dueños de la cuadra “Rosales” no hubieran dudado ficharlo y en apuntarlo en cualquiera de los grandes premios del Hipódromo de la Zarzuela. Y de esta manera nos podemos imaginar la escena, con un burro con unas enormes bragas blancas en la cabeza corriendo como un pura sangre, seguido muy de lejos por una pandilla de chavales, vestidos de domingo, temerosos de que se les escapara, seguidos a su vez, a 30 metros de distancia, por Lupina, quien, aquejada de un ataque de risa floja, no podía seguirles el ritmo, y detrás el cabreado conductor del autobús de la Empresa Fernández gritando y jurando que sabía quienes eran y que les iba a denunciar a todos a la Guardia Civil de la Magdalena.
Bueno, esto se me ha quedado un poco largo y parece un capitulo de una serie de grandes relatos “El increíble viaje de Lucerito y sus amigos de Canales”. No sé si se estará cansando ya el personal. De momento por si acaso voy a cortar aquí, pero si seguís teniendo interés en la historia, continuaremos, en un segundo capítulo. Así pues, continuará....
Saludos de Jose.
Jajaja. ¡Que bueno!. Jose eres genial, parece que en tu familia hay madera de narradores. Esperamos el segundo capítulo.
Jajaja la descripción de la escapada, buenisíma.
Veremos a ver que opinan los protagonistas, aunque ya veo que ha aparecido por ahí un desmemoriado.
Un beso querido Jose, y gracias por este rato tan divertido.
Yoli
Jajaja la descripción de la escapada, buenisíma.
Veremos a ver que opinan los protagonistas, aunque ya veo que ha aparecido por ahí un desmemoriado.
Un beso querido Jose, y gracias por este rato tan divertido.
Yoli