CANALES: Para el Rincon...

Buenas tardes queridos calecheros. Hay alguien por aqui para un calechito'

Hola Carmina, si te sirvo yo creo que es la unica que quedo

Hola Mari, claro que me sirves, me había ido a leer algo de atrás.

Lo siento Carmina pero tengo que irme llevo aquí desde las 6
¡Hala ahora te toca a ti
Un besin

Pero jodía, contestame lo que te pregunté, pásalo al rincon si crees que merece la pena.

Para el Rincon
Una de travesuras infantiles.
Corrian los años cincuenta, no había teles ni consolas y mucho menos ordenadores, asi que los niños de entoces ocupaban su tiempo en los juegos y divertimentos que su entrenada imaginacion les proporcionaba. No es de extrañar que lo que muchas veces empezaba como un juego, acabase en una travesura o en algo peor. El protagonista de este relato, era el mayor de los hermanos, tenia entonces siete años y un gran amor por los animales. Tanto es asi, que aquellas navidades, sin que nadie se diera cuenta escondió el pollo que estaba predestinado para la cena de Nochebuena, con el consiguiente disgusto de la madre, que viendo que se habían quedado sin nada especial que llevar a la mesa, pensando tal vez en algun supuesto ladrón y con un tremendo esfuerzo económico compró en la carnicería unos filetes de ternera, todo un lujo, que guardó en uno de aquellos grandes cajones del vasar de la despensa. Esfuerzo vano, porque, nuestro aburrido amiguito, viendo que el gato rondaba el vasar y ahora ya no sé si para contentarlo o para cabrearlo, lo encerró dentro del cajón, den tal suerte que cuando a la mañana siguiente la madre abrió el mismo, saltó ágil y veloz sin esperar un segundo, dejando el plato mas limpio y reluciente que recien salido de fábrica. Una cosa buena tenía el niño, no sabía mentir, asi que esta vez si se llevó unos buenos azotes, lo que no había sucedido la noche anterior cuando al ir a acostarse y abrir la puerta de la mesita para meter el orinal, el pollo salió revoloteando y cantando kikiriki.
Aquella Nochebuena no sé lo que se cenó, pero unos dias mas tarde hubieran podido darse un festín si cierta carne no estuviera tan desprestigiada.
De sobras es sabido la afición de los gatos al calor del hogar, asi que nuestro niño travieso, viéndole dormitar encima de la trébede y esta vez, sí, culpándole de sus desdichas, lo encerró en el horno., y os puedo asegurar que si es verdad que tienen siete vidas, este ya las había agotado todas, porque no salió vivo de alli.
Carmina Teso