CANALES: Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida... Cuando...

¿Qué mundos tengo dentro del alma que ha tiempo vengo pidiendo medios para volar?

Se hacen tus ojos demasiado azules, cubren tus manos impalpables tules y algo divino te levanta en vuelo.

Tienes un deseo: morir. Y una esperanza: no morir.

(...) Y yo no tendré miedo de morenas ni rubias, pues cerraré los ojos y te diré: soy tuya.

Bravo león, mi corazón tiene apetitos, no razón.

Sé la frase que encanta y que comprende, y sé callar cuando la luna asciende Enorme y roja sobre los barrancos.

Una fase brutal te corta el paso y aún rezas y no sabes si el que empuja te arrolla sierpe o ángel se despliega.

Tus manos, heridas de intrincados caminos, son la historia de una raza de amadores.

Sobre los tanques frescos de los sapos los grillos mueven verdes batallones.

Sólo el hombre, pequeño, cuyo humano latido en la tierra es un sueño, ¡Sólo el hombre hace ruido!

Ah, me resisto, mas me tienes toda, tú, que nunca serás del todo mío.

Tengo deseos de que mi todo, a un tiempo sea cristal y lodo, paloma y cuervo, llama y alud.

Que un no ser, que es un más ser, doblado, prendido estás aquí y estás ausente por praderas de magias y de olvido.

Baja: mi corazón te está pidiendo. Podrido está; lo entrego a tus cuidados. Pasa tus dedos blancos suavemente sobre él.

(...) Porque mi alma es toda fantástica, viajera, y la envuelve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino

¿Cómo decir este deseo de alma? Un deseo divino me devora; pretendo hablar, pero se rompe y llora esto que llevo adentro y no se calma.

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño! No temáis a la loba, ella no os hará daño. Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos ¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

Gimen porque nace el sol. Gimen porque muere el sol... Todo está allí, apretado en la cuenca, donde, pájaro quieto, aguarda.

Cuando sobre tu pecho mi alma fue apaciguada, y la dulce criatura, tuya y mía, deseada, yo puse entre tus manos toda mi fantasía.

Las primaveras al marcharse dejan las lloviznas de otoño preparadas... Pequeña, ve despacio, mucho juicio, no te quemen tus llamas.

Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste? Todo ha cambiado cuando estuvo enfrente; mis ojos tocan realidad tan triste que digo: es el presente.

Pedí a las estrellas lenguaje más claro, palabras más bellas. Las dulces estrellas me dieron tu vida y encontré en tus ojos la verdad pedida.

¿Y vendrás tú? Se cubren alegras, mis floreros de madreselvas. Anda por los largos canteros la risa azul del no me olvides y se cargan las vides

Selvas tengo en el corazón; árboles gruesos prietos de ramas; yuyos, retamas, flores de malvón, pájaros en las ramas, todo eso tengo en mi corazón.

¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo, un perfume infinito, un nido blando: nunca se dijo la palabra cuando. Se decía, muy quedo: mío y tuyo.

Vueltas y vueltas doy por esas calles; por donde quiera, me siguen las paredes silenciosas, y detrás de ellas, en vano saber quiero si los hombres mueren o sueñan

Seré en tus manos una copa fina pronta a sonar cuando vibrarla quieras... Destilarán en ella primaveras, reflejará la luz que te ilumina. Seré en tus manos una copa fina.

Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida... Cuando vaya en mi caja para siempre dormida, haz que por vez postrera penetren mis pupilas el sol de primavera.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
(...) Como a un muñeco destripé tu vientre y examiné sus ruedas engañosas y muy envueltas en sus poleas de oro hallé una trampa que decía: sexo.