La hogaza
¡Ay, qué pena de vida! Ya nadie recuerda para qué sirvo... Me ponen en la mesa: la niña me mira con cara de asco; la mamá con ojos de deseo, pero se contiene; para el papá, tan fino, sería un ultraje darme un pellizco... Sólo al abuelo se le llena la boca de agua recordando aquellas sopas de ajo y las meriendas con aquel tocino caliente untado sobre mí.
Mari Blanco
¡Ay, qué pena de vida! Ya nadie recuerda para qué sirvo... Me ponen en la mesa: la niña me mira con cara de asco; la mamá con ojos de deseo, pero se contiene; para el papá, tan fino, sería un ultraje darme un pellizco... Sólo al abuelo se le llena la boca de agua recordando aquellas sopas de ajo y las meriendas con aquel tocino caliente untado sobre mí.
Mari Blanco
María Luisa, que relatos tan hermosos, gracias por compartirlos.
Gracias Jose, son deberes sobre alguna palabra nada mas
Cuanto me gustaría poder ir a un taller de escritura, espero en un futuro poder hacerlo.
Mi santo si que va ya empezaron, el se lo pasa muy bien, y Mari tambien ha ido, ¿vas tambien este año Mari?