Pues con estea me despido.
DESDE MI VENTANA
Por: Mari Blanco
Son las ocho de una mañana de otoño. En la fría tierra de León, empieza a despuntar el día. A través de la ventana veo el fresno, desprovisto de hojas, cubierto por una fina capa blanca que resplandece con puntitos de plata y cristales. Se parece a los árboles artificiales que colocan en los escaparates por Navidad.
Más allá, se extiende la “cerrada” del molinero, con un manto de escarcha. Un gorrión madrugador picotea en el musgo, que está prisionero de unas zarzas con las hojas negras, quemadas por el frío.
Al fondo, el monte cubierto de robles, al que comienza a dar el sol, brilla con rojos, marrones y naranjas, como el fuego de las chimeneas. Sobre él, el cielo azul, eléctrico, da la sensación de frío y amplitud.
Un coche pasa despacito por la calle y se escucha un sonido de cristales machacados.
Miro la cama con nostalgia, me armo de valor y decido prepararme: el trabajo me espera y no desearía llegar tarde.
DESDE MI VENTANA
Por: Mari Blanco
Son las ocho de una mañana de otoño. En la fría tierra de León, empieza a despuntar el día. A través de la ventana veo el fresno, desprovisto de hojas, cubierto por una fina capa blanca que resplandece con puntitos de plata y cristales. Se parece a los árboles artificiales que colocan en los escaparates por Navidad.
Más allá, se extiende la “cerrada” del molinero, con un manto de escarcha. Un gorrión madrugador picotea en el musgo, que está prisionero de unas zarzas con las hojas negras, quemadas por el frío.
Al fondo, el monte cubierto de robles, al que comienza a dar el sol, brilla con rojos, marrones y naranjas, como el fuego de las chimeneas. Sobre él, el cielo azul, eléctrico, da la sensación de frío y amplitud.
Un coche pasa despacito por la calle y se escucha un sonido de cristales machacados.
Miro la cama con nostalgia, me armo de valor y decido prepararme: el trabajo me espera y no desearía llegar tarde.
Qué bonitos relatos escribes Mari. Es un placer leerlos.