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CANALES: Algo para entretener. Y si pasas de los cincuenta,...

Algo para entretener. Y si pasas de los cincuenta, quizas te haga reir.

NAVIDADES A LOS CINCUENTA

El vuelo fue agotador, pero cuando llegue a mi destino, el cansancio desapareció de golpe. Esto es el paraíso. Desde mi habitación se divisa la playa con una arena muy fina y el agua tranquila y trasparente, una montaña rocosa que aloja un balneario y algunas palmeras en el horizonte. Todo es perfecto. No sé si porque realmente lo es, o porque son las únicas vacaciones que tengo en muchos años.
Por la mañana, mi paseo por la playa, con la brisa del mar estoy cogiendo un colorcillo atractivo; después el desayuno en la terraza, donde leo la prensa y dejo pasar el tiempo hasta la hora de la comida. La gente es encantadora, siempre dispuesta a hacerte la estancia agradable. Los días pasan rápidos y se acerca la Noche Buena; no sé cómo se celebrara aquí, pero seguro que será distinta: ni frio, ni nieve, ni belenes, ni niños pidiendo el aguinaldo…
Esta tarde, he recordado a mi familia, la nota que les deje aun la tengo en mi memoria.
Queridos hijos:
Os escribo esta nota, porque me ha surgido un compromiso ineludible. Una amiga muy querida está pasando un mal momento y he decidido pasar con ella estas Navidades. No os he llamado por teléfono, porque tendría que daros explicaciones y como los problemas son de mi amiga, no me parece prudente hablar de ellos. Vosotros, os encargareis de decírselo a vuestro padre y a la abuela. Como todos sois mayores creo que no me necesitáis y lo entenderéis.
Ya sabéis que os quiero mucho y no os dejaría si no fuera muy importante.
Muchos besos y Feliz Navidad.
P. D.
No os podre llamar porque en la casa no hay cobertura. Os mandare un correo a mi llegada.

Me imagino la cara que habrán puesto al leerla y la llamada a la asamblea habrá sido inmediata. Pero es que la realidad me estaba superando. Desde los veinte años llevando la casa, criando a mis hijos, cuidando a mi suegra y soportando a mi marido. Y es que el señor, después de treinta años de casado, a descubierto que se aburre y que el matrimonio es una rutina, y para variar no se le ocurre otra cosa que cambiar de coche, de casa y de mujer.
Mis hijos, entre los veinte y los treinta años, creen que la casa es un hotel: entran y salen cuando quieren, tienen las cosas hechas y dispuestas y encima dicen que la amiga del papá es estupenda porque pueden hablar de todo y salir de fiesta con ella. Yo soy una gruñona que solo sé hacerles reproches y por eso están tan poco tiempo en casa.
La abuelita entre semana se va con sus amigas, pero los viernes viene, como dice ella, a la casa familiar (Claro, que nunca dice “tu casa”, que es lo único que me dejaron mis padres). Le arreglo las uñas, porque lo hago mejor que su podólogo, con delicadeza le doy un masaje para descargar tensiones, la escucho hablar de su hijo, disculpándole y diciendo que me quiere mucho, pero que está pasando la crisis de los cincuenta… Y así un día y otro.
El colmo fue en la sobremesa del fin de semana pasado, cuando comenzaron a planificar las fiestas de Navidad. Mi hijo mayor, vendrá con su pareja; el segundo, no sabe lo que va hacer, quizás desaparezca una semana de la civilización para “destresarse”, mi niña traerá a dos amigas, cuyos padres se han ido de vacaciones; la abuela las pasará todas con la familia y como la casa es muy grande, ella me ayudara a decorarla. (Entiéndase belenes, árbol, velas, lazos y crisma: lo típico de unas Navidades tradicionales). El papá, como nos echa de menos, nos acompañara “los días señalados”; si no me molesta, vendrá con su amiga, ya que la separación ha sido amistosa y no hay malos rollos entre nosotros.
Salí a la cocina a preparar el café y el postre; allí, no sabía si reírme, llorar o ponerme a gritar. Me dije; “Serénate, respira hondo y relájate; ya les contestarás. Aún tienes dos semanas por delante”.
Y aquí está la respuesta: sol, playa, descanso… Y un desconocido que me ha hecho reír y que me ha invitado a la cena de Noche Buena. A propósito tendré que comprar algo para ponerme, que es de gala.
-Buenos días. ¿Desea que le ayude?.
-Gracias, venia por un vestido de noche, pero no termino de decidirme.
-Creo, que en esta sección, no tenemos nada adecuado para una fiesta. ¿Quiere que yo le aconseje?.
-Se lo agradecería; hace tanto tiempo que no voy de fiesta, que estoy un poco perdida.
-Acompáñeme…Vamos a ver, este…y este otro también.
- ¿No son muy llamativos?.
-Para saber, que nos sienta bien, la ropa se tiene que probar; en la mano no dice nada. Pruébeselo y, cuando este vestida, me llama.
- ¿Me puede subir la cremallera?.
-Ya está. El vestido es bonito pero no dice mucho, y es un poco incomodo para ponérselo usted sola. Pruébese el otro.
- ¿Le ocurre algo? ¿No es de su talla?
-La talla está bien, pero me siento un poco desnuda…No me atrevo a salir.
- ¿No le dará a usted vergüenza?. Respire hondo, piense que esta maravillosa y déjeme verla.
- ¡Dios…!
-No tendría que habérmelo puesto, es demasiado…..
-Es perfecto, mírese en el espejo grande.
-El escote…El color..
-Está en la medida justa: el escote deja entrever y no enseña demasiado y el color le va perfecto a su tono de piel. Espere un momento…Póngase estos pendientes largos que hacen juego con el color de sus ojos …Y ahora estos zapatos de tacón alto…Maravillosa.
-Un poco altos. No sé si sabré andar con ellos.
_ Alguna vez habrá llevado tacones…
-Hace tanto tiempo, que parece que han pasado siglos.
-Pues esto es como andar en bicicleta: si lo hizo una vez nunca se olvida. Camine un poco…Estupendo. Si yo fuera a su fiesta, estaría orgullosa de presentarme como su hermana. Claro, que mirándolo bien, no me haría mucha gracia que todos los hombres se fijaran en usted y ninguno me echara una mirada. Tiene las curvas adecuadas en una mujer madura y estupenda.
-Gracias hija…No sé si daré el campanazo esta noche, pero ha sido fantástico encontrarte: le subes la estima aun muerto. Si yo fuera tu jefe, te nombraría vendedora del año.
_Yo me conformaría con que me subiera el sueldo… Pero crease lo que le he dicho y sáquele partido a su figura…Muchas gracias por dejarme aconsejarla y vuelva cuando quiera. Ha sido un placer atenderla.
¡Valla mañana de ajetreo!. Pero estoy contenta. Comeré algo ligero y me acostare; quiero tener tiempo para relajarme y arreglarme para la noche.
Después de la siesta, el baño con sales, velas y música suave…Esto es vida. ¿Como he podido estar tantos años sin vivir?. Se acerca la hora de la cita. Salgo de la bañera, me envuelvo en un albornoz suave, que desprende olor a mar, arreglo el pelo, me maquillo y me coloco los pendientes nuevos que dan brillo a mis ojos; me pongo la ropa interior, los zapatos de tacón y me dirijo al armario. El vestido está colgado en la percha; voy a cogerlo y mi mano tiembla un poco. Me doy ánimos y pienso: “Si el vestido es bonito, mas lucirá en mi cuerpo”. Me visto y doy un paseo por la habitación. Me queda un cuarto de hora para que vengan a buscarme. Tengo que mirarme…Pero, si no me gusta, ¿qué me puedo poner?... ¿Qué hago?…
Llaman a la puerta… Ha llegado la hora… Le hago esperar y me miro antes…Ya no tiene remedio. Abro y que sea lo que tenga que ser…
-Hola… Has sido muy puntual.
.-Tenía ganas de verte… ¡Estas preciosa! …
-Muchas gracias. Recojo la cartera y nos vamos. ¿Quieres pasar?.
-No, espero aquí. Necesito un momento para tomar aliento y para hacerme a la idea, de que eres mi pareja.
“-UFFF… ¡Que nervios! …Creo que no necesito mirarme al espejo. Con lo que he visto reflejado en su cara y lo que he sentido cuando me ha mirado, tengo la respuesta. Gracias querida suegra, por ser tan sabia, creo que he descubierto mi crisis de los cincuenta”.

M. BLANCO
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola M. Luisa
¡y tanto que un relato como este alegra el alma!
Es una buena manera de pasar las Navidades
Isa
Estupendo el relato Mª Luisa refeja a la perfección la vida que llevamos y que apenas tenemos tiempo para nosotras.
Mari, ayer lei tu relato y me ha encantado. Felicidades por lo bien que escribes.