LA ELABORACIÓN DEL PAN (Por Julita la de Luis, Calle de los Balcones)
Recuerdo siendo niña como me colaba en la cocina del horno (como así se llamaba), a ver como mi madre Q. E. P. D. amasaba o hacía el pan; yo daría más la lata que otra cosa, pues era muy inquieta, una vez colocado el pan en el horno rezaba mi madre por las Benditas Almas del Purgatorio y a Santa Marina para que nos diera pan y harina; lo que pasaba es que esta Santina no debía saber el español, la verdad es que a la masera no llegaba ni un kilo de harina, claro como la mayoría de los Santos son extranjeros………. Santa Rita de Casia, San Antonio de Padua, Santa Isabel de Hungría y claro sino entendían nuestro lenguaje, nada podían hacer los pobres santos.
Llegó un día en que me tocó a mí hacer esta faena, había que madrugar mucho y digo mucho, esto era a las seis de la mañana o antes, teníamos que tener pan cocido para la hora de la comida. Se hacía una torta que era una hogaza muy delgadina con el fin de que cociera pronto, osea para la hora de la comida, con lo que estaba la cosa un tanto escasa y había que espabilar.
Vereis, veréis, cantidad de agua, cantidad de sal…… (no recuerdo ya bien las medidas bien).
En la masera que era de madera y con forma rectangular, la parte baja era más estrecha y arriba más ancha; estaba montada sobre un armazón de cuatro patas también de madera.
Se echaba la harina en dicho recipiente y se hacía un hueco en el medio; allí era donde se echaba el agua un tanto caliente, tal vez fuera cocida no recuerdo bien. Se iba mezclando poco a poco hasta conseguir una pasta ni muy dura ni muy blanda, luego se dejaba dormir bien, tapada durante un tiempo determinado. Entonces decíamos, hasta que se de el pan.
Esta elaboración también llevaba hurmiento, una especie de levadura que se dejaba de una vez para otra, esto era un poco de masa, como medio kilo más o menos, y que a veces nos lo prestábamos unas vecinas a otras.
Como ya dije antes se deja dormir la masa, cuando ya veíamos que estaba bien esponjada se hacían las hogazas (entre 10 y 14), según fuesen el horno y las hogazas por supuesto; como se suele decir, según los puñetazos fuesen de grandes.
En el escaño que había en todas las cocinas donde se hacía el pan, se colocaban hasta que se dieran según decían nuestros mayores (hasta que se esponjaran) muy tapadinas, como en la masera.
En este medio tiempo se prendía el horno, que penuria, que humo tan espeso, que no se veía nada; entraba por la nariz, por la boca y en la garganta, había veces que te veías ahogar; luego ya flojaba y se ponía la cocina más clara, ya estábamos más cómodos y era cuando el horno se ponía rojo, antes era negro y en cuanto estaba el horno ya bien rojín por dentro y las hogazas estaban ya bien esponjadas, había que barrer el horno con las herramientas que por entonces se usaban: un cachaviello que era un palo no muy delgado con una curva al final en forma de C, una mundilla o mondilla, que era de paja larga y se ataba así como por la mitad, luego se doblaba para atrás y se volvía a atar, se mangaba en un palo y lista para barrer el horno; y por último la pala para colocar el pan.
Con el cachaviello se arrastraba la brasa hacia la boca del horno y allí se quedaba, luego con la mundilla bien mojada, porque si no se quemaba, se barría el horno muy bien barrido y luego se colocaban las hogazas muy en orden para que cupiesen todas; con la pala se cogía un poco de brasa y se hacía la señal de la Cruz: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; se cerraba el horno con una chapa de latón fuerte y a esperar a que se cociera el pan.
Ah, se me olvidaba, que a veces se hacía una pica que era una hogaza con trozos de chorizo y tocino y en Navidades se hacía una torta dulce, ésta se hacía con leche y azúcar, que era una manera muy bonita de celebrar la Navidad y todo estaba muy rico, sino que se lo pregunten a los ratones que alguno que otro mordisqueaban y a ésto, señores, se le llamaba y se le llama comerás el pan con el sudor del de enfrente y no con el sudor de tu frente.
Perdonad mis faltas, ya que a la escuela le daba la espalda por menos de nada.
Un saludo para todos.
JULITA LA DE LUIS.
Recuerdo siendo niña como me colaba en la cocina del horno (como así se llamaba), a ver como mi madre Q. E. P. D. amasaba o hacía el pan; yo daría más la lata que otra cosa, pues era muy inquieta, una vez colocado el pan en el horno rezaba mi madre por las Benditas Almas del Purgatorio y a Santa Marina para que nos diera pan y harina; lo que pasaba es que esta Santina no debía saber el español, la verdad es que a la masera no llegaba ni un kilo de harina, claro como la mayoría de los Santos son extranjeros………. Santa Rita de Casia, San Antonio de Padua, Santa Isabel de Hungría y claro sino entendían nuestro lenguaje, nada podían hacer los pobres santos.
Llegó un día en que me tocó a mí hacer esta faena, había que madrugar mucho y digo mucho, esto era a las seis de la mañana o antes, teníamos que tener pan cocido para la hora de la comida. Se hacía una torta que era una hogaza muy delgadina con el fin de que cociera pronto, osea para la hora de la comida, con lo que estaba la cosa un tanto escasa y había que espabilar.
Vereis, veréis, cantidad de agua, cantidad de sal…… (no recuerdo ya bien las medidas bien).
En la masera que era de madera y con forma rectangular, la parte baja era más estrecha y arriba más ancha; estaba montada sobre un armazón de cuatro patas también de madera.
Se echaba la harina en dicho recipiente y se hacía un hueco en el medio; allí era donde se echaba el agua un tanto caliente, tal vez fuera cocida no recuerdo bien. Se iba mezclando poco a poco hasta conseguir una pasta ni muy dura ni muy blanda, luego se dejaba dormir bien, tapada durante un tiempo determinado. Entonces decíamos, hasta que se de el pan.
Esta elaboración también llevaba hurmiento, una especie de levadura que se dejaba de una vez para otra, esto era un poco de masa, como medio kilo más o menos, y que a veces nos lo prestábamos unas vecinas a otras.
Como ya dije antes se deja dormir la masa, cuando ya veíamos que estaba bien esponjada se hacían las hogazas (entre 10 y 14), según fuesen el horno y las hogazas por supuesto; como se suele decir, según los puñetazos fuesen de grandes.
En el escaño que había en todas las cocinas donde se hacía el pan, se colocaban hasta que se dieran según decían nuestros mayores (hasta que se esponjaran) muy tapadinas, como en la masera.
En este medio tiempo se prendía el horno, que penuria, que humo tan espeso, que no se veía nada; entraba por la nariz, por la boca y en la garganta, había veces que te veías ahogar; luego ya flojaba y se ponía la cocina más clara, ya estábamos más cómodos y era cuando el horno se ponía rojo, antes era negro y en cuanto estaba el horno ya bien rojín por dentro y las hogazas estaban ya bien esponjadas, había que barrer el horno con las herramientas que por entonces se usaban: un cachaviello que era un palo no muy delgado con una curva al final en forma de C, una mundilla o mondilla, que era de paja larga y se ataba así como por la mitad, luego se doblaba para atrás y se volvía a atar, se mangaba en un palo y lista para barrer el horno; y por último la pala para colocar el pan.
Con el cachaviello se arrastraba la brasa hacia la boca del horno y allí se quedaba, luego con la mundilla bien mojada, porque si no se quemaba, se barría el horno muy bien barrido y luego se colocaban las hogazas muy en orden para que cupiesen todas; con la pala se cogía un poco de brasa y se hacía la señal de la Cruz: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; se cerraba el horno con una chapa de latón fuerte y a esperar a que se cociera el pan.
Ah, se me olvidaba, que a veces se hacía una pica que era una hogaza con trozos de chorizo y tocino y en Navidades se hacía una torta dulce, ésta se hacía con leche y azúcar, que era una manera muy bonita de celebrar la Navidad y todo estaba muy rico, sino que se lo pregunten a los ratones que alguno que otro mordisqueaban y a ésto, señores, se le llamaba y se le llama comerás el pan con el sudor del de enfrente y no con el sudor de tu frente.
Perdonad mis faltas, ya que a la escuela le daba la espalda por menos de nada.
Un saludo para todos.
JULITA LA DE LUIS.