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CANALES: Gracias a vosotros por ser como sois, prima. Os mereceis...

DEDICADA ESPECIALMENTE A MIS GRANDES AMIGOS DEL CALECHO

IGLESIA DE SAN ANDRIANO, que metida en mi corazón te llevo,
formas parte de mí desde el día en que en tu interior me bautizaron.

Fui creciendo en años y a visitarte los domingos, mis padres me llevaban,
mientras los mayores cantaban en latín, yo me recreaba con tus estaciones.

Jugué de guaje en aquellos escondites, mientras tus paredes me tapaban,
antes justamente de entrar a la Novena de La Piedad, allá al oscurecer.

“Por esta llaga bendita, concédenos Buen Jesús, perdón por nuestros pecados
y amor a tu Santa Cruz”- Las voces de Tano y Pepe el Cojo, irrepetibles-.

Pronto llegó la primera comunión, una guapa moza fue mi catequista
y en tu interior aprendí a rezar y a recitar poesías con flores a María.

Don Joaquín, Perpetua, Irene, panes benditos, Semanas Santas con pasión,
Corpus como los de antes que ya nunca más hubo y tú dando FE de todo.

A partir de aquel momento, todos los domingos sí o sí yo debía ir a misa,
de lo contrario tendría problemas con el maestro y con su verde vara.

Llegaron ya las edades de pubertad, de las primeras y sentidas picardías,
aquellos escondites ya eran distintos, aparecieron las primeras vergüenzas.

Sucedió que D. Joaquín se hizo mayor y apareció por allí un cura joven,
Se llamaba Juan, para mí un cura, amigo y enrollao y aún no había 3 en 1.

Fue una etapa muy bonita, con aquellas noches de los Jueves Santos,
en las que durante toda la noche íbamos a adorar al Santísimo con él.

Cada hora santa, dos adoraban, mientras los demás, a la sacristía con Juan,
aquella estufa mucho frío nos quitó y qué sanos ratos pasamos en tu interior.

Un año por Pascua recuerdo muy bien que por apòstoles pasamos doce guajes
y en la misma misa nos lavó a todos los pies, alguno se lo agradeció dos veces.

Y como no podría ser de otra manera, y tan naturales como la vida misma,
llegaron también los peores momentos, cuando los seres queridos nos dejan.

Lutos amargos que necesitaron de tiempo para curar y aún así quedó cicatriz,
esa se irá con nosotros irremediablemente, mientras sabemos que la vida sigue.

Y ese campanario desde el cual contemplábamos a todo el pueblo en procesión,
mientras el volteo incesante y replique de campanas nos hacía a todos vibrar.

Amada Iglesia DE SAN ADRIANO, gracias por tantos recuerdos acumulados,
nuestro futuro sigue a tu lado y que sea por muchos años, siempre si Dios quiere.

Gracias José Ángel, por esta hermosa dedicatoria.

Gracias a vosotros por ser como sois, prima. Os mereceis todo lo mejor, amiga.