Queridos foreros ausentes en el 1er encuentro forero. Habéis visto a través de mis pupilas cómo se desarrolló el Calecho más importante del año para los foreros de Canales y La Magdalena. No he seguido un orden. He dado una cierta prioridad a los invitados Fermi-Lola y Emilio. Del resto he formado un batiburrillo, hablando de unos más que de otros… pero sin preferencias. Han sido las circunstancias… Os gustará la intervención de unos más que la de otros, es inevitable… pero para mi todos fueron y son geniales, creedme.
Tan sólo me queda hablar de la intervención de los de los Castañales.
Juan se encargó de llevarnos a la fiesta de La Magdalena, el día de la Ascensión. Seguirle en cada preparativo era revivir la emoción que entonces suponía una fiesta a los ojos de unos niños. Tales imágenes se abren paso como si en tu vida y tus recuerdos alguien hubiera descorrido una cortina y el paisaje familiar estuviese ahí, de nuevo nítido como siempre. Algo diferente en el comer, en el vestir, en la animación, en la verbena… Para los que no hubieran vivido esa fiesta el relato podría parecer un poco largo. Los que ya teníamos nuestra visión, aquello fue ir de fiesta.
El relato de Lucerito fue un éxito… poco puedo añadir. Teresa la de Presenta se sintió co-protagonista y se la vio feliz y satisfecha. Al día siguiente me instó a que felicitara a Juan por su puesta en escena.
Ya os imaginaréis que no puedo ser objetiva hablando de las cualidades de Juan para la juerga y lo que no es tanta juerga, máxime cuando en nuestra educación se nos inculcó desde pequeños el huir de lisonjas, zalamerías y bondades y tenernos ignorantes de nuestras virtudes más evidentes (si es que las había…), porque aceptarlas o lo que es peor, creérnoslas, suponía volvernos tontos sinónimo de altivos, engreídos y chulescos….
Pero como lo que se trató con el calecho fue recuperar la memoria y rescatar a los que se fueron, sí puedo asegurar que tanto Juan como Jose (el autor de Lucerito) llevan los genes de sus antepasados, los abuelos Juan del Reguerón y José Mª de Astorga y dan buena prueba de ellos.
Siempre hemos oído a nuestra madre Amada hablar con auténtica devoción de nuestro abuelo Juan, que fue protagonista de los calechos en el Reguerón con una gracia sin igual. Hombre de sentimientos generosos y de entrega apasionada. Mi madre ha sido la contadora de cuentos inventados (o reales?) por el abuelo Juan sobre lobos que salen a los caminos en noches de invierno, nevando y haciendo imposible la llegada al hogar, con los avatares del perro que se esconde entre las patas del burro, del burro que se niega a andar… envueltos en la penumbra de la noche y en el terror que suponía avanzar e intentar librarse del lobo… Nos lo ha contado siempre con tanto realismo que difícilmente perdíamos nota de todo aquello. El abuelo José Mª, virtuoso de la música, Director de la Banda Municipal de Astorga…. Y los genes hacen su labor y nosotros os pasamos el testigo de las enseñanzas, los valores y los sentimientos transmitidos.
En cuanto a mi intervención deciros que con el relato del cine la intención era traer a escena a personajes que hicieron posible esas tardes maravillosas y me dio gusto que la gente por unos instantes conectara con aquellos.
En cuanto al relato de la matanza, supe al día siguiente que herí la sensibilidad de algun@ y desde aquí quiero pedir disculpas a quienes aman profundamente a los animales (y a l@s que me imagino vegetarian@s) A lo mejor me ensañé describiendo con profundidad el momento … “a la yugular… sangre a borbotones…” Creedme que no fue ensañamiento, sino la visión real de la matanza del cerdo ante los ojos de una niña de 8 años. Yo lo ví y lo viví así y os puedo asegurar, (y eso es lo peor… o lo mejor, no lo sé) que no me ha supuesto ningún trauma.
Este relato estaba tri-ensayado y hubo gente que podía haber advertido de lo hiriente del relato, por eso aprovecho para deciros que seáis sobre todo libres y ante una lectura que pueda herir vuestra sensibilidad no dudéis en ausentaros… que no pasa nada. Yo sé que a mi hijo que se define como antitaurino nunca lo voy a encontrar en una corrida de toros, ni siquiera en espectáculos como el bombero-torero.
Para más abundamiento, tengo que recordar que cuando se eligieron las lecturas se propuso que yo leyera el recordatorio que en su día hice a los que se fueron (mis muertos), porque todos se identificaban con él. Pues José Ángel, nuestro Presi, dijo que él apoyaba esta elección pero que tendría que ausentarse durante su lectura porque a él le impresionaba mucho. Chapeau! Después acordamos por mayoría que por el ambiente festivo que se quería dar al encuentro, no resultaba muy apropiada…
Con esta comparativa os quiero pedir que seáis libres… que entiendo que no compartamos todo porque cada uno somos diferentes.
Todavía no os he contado como veía yo a mi madre matar las gallinas (de esas recicladoras tan buenas que teníamos) Este párrafo puede herir sensibilidades… dejarlo aquí los que no podáis con las escenas mentales:
Cogía el pollo debajo del sobaco izquierdo. Con la mano izquierda le cogía la cara y le doblaba el pescuezo. Extraía unas plumas para que el corte del cuchillo fuera limpio. Todo ello en el fregadero, encima de un tazón. Una vez abierta la herida, la sangre salía a goterones, pluf… pluf… pluf!, para encima del tazón. Las patas quedaban estiradas, parecía que el pollo colaboraba en apurar la última gota de sangre. La cagalita casi siempre también la lanzaba al bolso del babi de mi madre, prueba del último esfuerzo. En la cocina de carbón hervía una perola con agua. Nuestras cabezas asoman lo que podían al fregadero, flanqueando a mi madre…
La sangre se dejaba cuajar… La gallina se colocaba ya dentro del fregadero y se lanzaba agua hirviendo para desplumar con facilidad al ave. Los vapores se extendían por la cocina. Las plumas se desprendían sin esfuerzo y desvestían a una hermosa gallina. Una vez guisada, os aseguro que estaba riquísima. jajajá
Tengo que confesaros que durante un tiempo yo también fui vegetariana, eran momentos de comportamientos más individuales, algo inmaduros y bastante radicales, pero he vuelto al buen bocadillo de chorizo, y no hago ascos a un cabrito al horno y a una buena gallina en pepitoria sin importarme si el cerdo terminó su vida aturdido o consciente o la gallina vivió feliz campando a su aire o amargada en una cadena de producción. Mi marido cada vez que se reflexiona sobre trayectorias como esta (la mía y los sensibleros de la matanza tradicional), siempre termina con un: “… querida, siempre te digo que no se puede cagar cuadrao”. Y es que en el fondo, somos de pueblo! (y somos lo que comemos… y Vivan los bocatas de chorizo!)
Abrazos para todos. Mariajesús Morla
Tan sólo me queda hablar de la intervención de los de los Castañales.
Juan se encargó de llevarnos a la fiesta de La Magdalena, el día de la Ascensión. Seguirle en cada preparativo era revivir la emoción que entonces suponía una fiesta a los ojos de unos niños. Tales imágenes se abren paso como si en tu vida y tus recuerdos alguien hubiera descorrido una cortina y el paisaje familiar estuviese ahí, de nuevo nítido como siempre. Algo diferente en el comer, en el vestir, en la animación, en la verbena… Para los que no hubieran vivido esa fiesta el relato podría parecer un poco largo. Los que ya teníamos nuestra visión, aquello fue ir de fiesta.
El relato de Lucerito fue un éxito… poco puedo añadir. Teresa la de Presenta se sintió co-protagonista y se la vio feliz y satisfecha. Al día siguiente me instó a que felicitara a Juan por su puesta en escena.
Ya os imaginaréis que no puedo ser objetiva hablando de las cualidades de Juan para la juerga y lo que no es tanta juerga, máxime cuando en nuestra educación se nos inculcó desde pequeños el huir de lisonjas, zalamerías y bondades y tenernos ignorantes de nuestras virtudes más evidentes (si es que las había…), porque aceptarlas o lo que es peor, creérnoslas, suponía volvernos tontos sinónimo de altivos, engreídos y chulescos….
Pero como lo que se trató con el calecho fue recuperar la memoria y rescatar a los que se fueron, sí puedo asegurar que tanto Juan como Jose (el autor de Lucerito) llevan los genes de sus antepasados, los abuelos Juan del Reguerón y José Mª de Astorga y dan buena prueba de ellos.
Siempre hemos oído a nuestra madre Amada hablar con auténtica devoción de nuestro abuelo Juan, que fue protagonista de los calechos en el Reguerón con una gracia sin igual. Hombre de sentimientos generosos y de entrega apasionada. Mi madre ha sido la contadora de cuentos inventados (o reales?) por el abuelo Juan sobre lobos que salen a los caminos en noches de invierno, nevando y haciendo imposible la llegada al hogar, con los avatares del perro que se esconde entre las patas del burro, del burro que se niega a andar… envueltos en la penumbra de la noche y en el terror que suponía avanzar e intentar librarse del lobo… Nos lo ha contado siempre con tanto realismo que difícilmente perdíamos nota de todo aquello. El abuelo José Mª, virtuoso de la música, Director de la Banda Municipal de Astorga…. Y los genes hacen su labor y nosotros os pasamos el testigo de las enseñanzas, los valores y los sentimientos transmitidos.
En cuanto a mi intervención deciros que con el relato del cine la intención era traer a escena a personajes que hicieron posible esas tardes maravillosas y me dio gusto que la gente por unos instantes conectara con aquellos.
En cuanto al relato de la matanza, supe al día siguiente que herí la sensibilidad de algun@ y desde aquí quiero pedir disculpas a quienes aman profundamente a los animales (y a l@s que me imagino vegetarian@s) A lo mejor me ensañé describiendo con profundidad el momento … “a la yugular… sangre a borbotones…” Creedme que no fue ensañamiento, sino la visión real de la matanza del cerdo ante los ojos de una niña de 8 años. Yo lo ví y lo viví así y os puedo asegurar, (y eso es lo peor… o lo mejor, no lo sé) que no me ha supuesto ningún trauma.
Este relato estaba tri-ensayado y hubo gente que podía haber advertido de lo hiriente del relato, por eso aprovecho para deciros que seáis sobre todo libres y ante una lectura que pueda herir vuestra sensibilidad no dudéis en ausentaros… que no pasa nada. Yo sé que a mi hijo que se define como antitaurino nunca lo voy a encontrar en una corrida de toros, ni siquiera en espectáculos como el bombero-torero.
Para más abundamiento, tengo que recordar que cuando se eligieron las lecturas se propuso que yo leyera el recordatorio que en su día hice a los que se fueron (mis muertos), porque todos se identificaban con él. Pues José Ángel, nuestro Presi, dijo que él apoyaba esta elección pero que tendría que ausentarse durante su lectura porque a él le impresionaba mucho. Chapeau! Después acordamos por mayoría que por el ambiente festivo que se quería dar al encuentro, no resultaba muy apropiada…
Con esta comparativa os quiero pedir que seáis libres… que entiendo que no compartamos todo porque cada uno somos diferentes.
Todavía no os he contado como veía yo a mi madre matar las gallinas (de esas recicladoras tan buenas que teníamos) Este párrafo puede herir sensibilidades… dejarlo aquí los que no podáis con las escenas mentales:
Cogía el pollo debajo del sobaco izquierdo. Con la mano izquierda le cogía la cara y le doblaba el pescuezo. Extraía unas plumas para que el corte del cuchillo fuera limpio. Todo ello en el fregadero, encima de un tazón. Una vez abierta la herida, la sangre salía a goterones, pluf… pluf… pluf!, para encima del tazón. Las patas quedaban estiradas, parecía que el pollo colaboraba en apurar la última gota de sangre. La cagalita casi siempre también la lanzaba al bolso del babi de mi madre, prueba del último esfuerzo. En la cocina de carbón hervía una perola con agua. Nuestras cabezas asoman lo que podían al fregadero, flanqueando a mi madre…
La sangre se dejaba cuajar… La gallina se colocaba ya dentro del fregadero y se lanzaba agua hirviendo para desplumar con facilidad al ave. Los vapores se extendían por la cocina. Las plumas se desprendían sin esfuerzo y desvestían a una hermosa gallina. Una vez guisada, os aseguro que estaba riquísima. jajajá
Tengo que confesaros que durante un tiempo yo también fui vegetariana, eran momentos de comportamientos más individuales, algo inmaduros y bastante radicales, pero he vuelto al buen bocadillo de chorizo, y no hago ascos a un cabrito al horno y a una buena gallina en pepitoria sin importarme si el cerdo terminó su vida aturdido o consciente o la gallina vivió feliz campando a su aire o amargada en una cadena de producción. Mi marido cada vez que se reflexiona sobre trayectorias como esta (la mía y los sensibleros de la matanza tradicional), siempre termina con un: “… querida, siempre te digo que no se puede cagar cuadrao”. Y es que en el fondo, somos de pueblo! (y somos lo que comemos… y Vivan los bocatas de chorizo!)
Abrazos para todos. Mariajesús Morla
Buenos días a tod@s, siguen las mismas tónicas con respecto a la temperatura y humedad.
Querida Mª. Jesús; Eres maravillosa y no encuentro palabras para describirte, tu sencillez, tu bondad, cariño hacia los demás con ese respeto que nos transmites,... sabiendo poner cada cosa en su sitio leo tus escritos una y otra vez y cada vez me impregna de alguna cosa que no comprendia y me llega como un valsamo de tranquilidad, por lo cual te doy mil gracias por ser como eres y al mismo tiempo, tu ser hija de una gran amiga de mi madre, en nombre mio y de mis hermanas, que me han hecho partícipe del encargo, un abrazo con todo cariño y respeto de esta familia Rueda Rodríguez del (tío Jesús).
Querida Mª. Jesús; Eres maravillosa y no encuentro palabras para describirte, tu sencillez, tu bondad, cariño hacia los demás con ese respeto que nos transmites,... sabiendo poner cada cosa en su sitio leo tus escritos una y otra vez y cada vez me impregna de alguna cosa que no comprendia y me llega como un valsamo de tranquilidad, por lo cual te doy mil gracias por ser como eres y al mismo tiempo, tu ser hija de una gran amiga de mi madre, en nombre mio y de mis hermanas, que me han hecho partícipe del encargo, un abrazo con todo cariño y respeto de esta familia Rueda Rodríguez del (tío Jesús).
Querido Emilio: Leer con el corazón abierto favorece al cronista, no lo dudes. Convenceros de que yo no escribo mejor que los demás, pero sí cuento con que los lectores, vosotros, me leéis con el corazón. Éxito asegurado!
Siento lo de tu hija… por el sufrimiento que suponen estos contratiempos, pero afortunadamente, todo pasará.
Una vez terminada esta crónica, ya me puedo permitir seguir el hilo a vuestros comentarios.
Un abrazo. Mariajesús Morla
Siento lo de tu hija… por el sufrimiento que suponen estos contratiempos, pero afortunadamente, todo pasará.
Una vez terminada esta crónica, ya me puedo permitir seguir el hilo a vuestros comentarios.
Un abrazo. Mariajesús Morla
Moza de Los Castañales, el único lenguaje que empleas en tus lecturas, sólo está hecho desde el corazón, por lo que él único idioma que empleamos para leerlas, son el sentimiento y el detalle cariñoso que pones en cada una de tus palabras.
Mientras tu te permites seguir cierto hilo aquí, nosotros nos resignaremos a perder lo que tanto estamos y hemos disfrutado. Soy consciente de que tenemos que hacer algo para ponerte a trabajar de nuevo. Se nos ocurrirá algo? Un fuerte beso, con todo el cariño del mundo, Maríajesús.
Mientras tu te permites seguir cierto hilo aquí, nosotros nos resignaremos a perder lo que tanto estamos y hemos disfrutado. Soy consciente de que tenemos que hacer algo para ponerte a trabajar de nuevo. Se nos ocurrirá algo? Un fuerte beso, con todo el cariño del mundo, Maríajesús.
DESPEDIDA A AMADA.- Jorge Morla
La pérdida de fe. De eso se trata todo.
Todos hablan hoy de la crisis económica. Algunos de la crisis moral, de valores. Unos pocos saben la verdad. Que el mundo ha perdido la fe.
Mi abuela nunca la perdió.
Una vez, hace unos meses, yo trasteaba por su casa sentado en la silla de ruedas de mi abuelo y me crucé con ella en el pasillo. “ ¿Qué –me preguntó sonriendo- practicando para cuando la necesites?”
No había malicia alguna en su pregunta, sólo una certeza: Que la vejez nos llegará a todos, y con la vejez, la muerte. Y en su tono jovial había también algo implícito: que ella lo sabía. Y que le daba igual.
Tuve la suerte de ir a estudiar a Madrid cuando tía Rosa vivía, y de compartir con ella muchas tardes de recuerdos de su infancia. Eran uña y carne, dos hermanas nonagenarias que hablaban por teléfono a diario. Tía Rosa murió poco después. Y lo que mi abuela hizo fue esto: aceptarlo.
Luego, hace unos meses, murió mi abuelo Luis y ella perdió una de las dos mitades de lo que ella era. Hasta hace un año, quizá fuera el matrimonio más viejo de toda España que aún vivían juntos e independientes. Pero cuando mi abuelo murió, ella hizo lo mismo: aceptarlo.
Aunque otros lloren y se rasguen las vestiduras, en mi abuela no hubo una duda ni miedos que quebraran su aplomo, que minoraran su fe.
Mi abuelo murió y el cuerpo de mi abuela comenzó a marchitarse. No así su espíritu. Y lo que la hace realmente especial, lo que la convierte en un ejemplo de luz y entereza, es que encaró también su propia muerte de esa manera: sin un ápice de miedo, con la cabeza alta, sonriendo y sin mirar atrás. Como una valiente.
Si con una enseñanza de mi abuela me quedo, que sea esta: La muerte no asusta. No es el horror ni el olvido, sino una compañera que va a nuestro lado, y que cuando tenga que venir, vendrá. Que nunca hay que perder la fe, porque luego será lo que Dios quiera.
Y si con unas palabras de mi abuela me quedo, que sean las que dijo hace medio mes, cuando llamó a sus hijos para despedirse de ellos. La cosa no fue entonces a mayores, pero toda la familia acudió. Y al irnos, nos despedimos uno a uno de ella. Allí me las dijo. Tres veces las dijo:
Sed buenos.
Sed buenos.
Sed buenos.
La pérdida de fe. De eso se trata todo.
Todos hablan hoy de la crisis económica. Algunos de la crisis moral, de valores. Unos pocos saben la verdad. Que el mundo ha perdido la fe.
Mi abuela nunca la perdió.
Una vez, hace unos meses, yo trasteaba por su casa sentado en la silla de ruedas de mi abuelo y me crucé con ella en el pasillo. “ ¿Qué –me preguntó sonriendo- practicando para cuando la necesites?”
No había malicia alguna en su pregunta, sólo una certeza: Que la vejez nos llegará a todos, y con la vejez, la muerte. Y en su tono jovial había también algo implícito: que ella lo sabía. Y que le daba igual.
Tuve la suerte de ir a estudiar a Madrid cuando tía Rosa vivía, y de compartir con ella muchas tardes de recuerdos de su infancia. Eran uña y carne, dos hermanas nonagenarias que hablaban por teléfono a diario. Tía Rosa murió poco después. Y lo que mi abuela hizo fue esto: aceptarlo.
Luego, hace unos meses, murió mi abuelo Luis y ella perdió una de las dos mitades de lo que ella era. Hasta hace un año, quizá fuera el matrimonio más viejo de toda España que aún vivían juntos e independientes. Pero cuando mi abuelo murió, ella hizo lo mismo: aceptarlo.
Aunque otros lloren y se rasguen las vestiduras, en mi abuela no hubo una duda ni miedos que quebraran su aplomo, que minoraran su fe.
Mi abuelo murió y el cuerpo de mi abuela comenzó a marchitarse. No así su espíritu. Y lo que la hace realmente especial, lo que la convierte en un ejemplo de luz y entereza, es que encaró también su propia muerte de esa manera: sin un ápice de miedo, con la cabeza alta, sonriendo y sin mirar atrás. Como una valiente.
Si con una enseñanza de mi abuela me quedo, que sea esta: La muerte no asusta. No es el horror ni el olvido, sino una compañera que va a nuestro lado, y que cuando tenga que venir, vendrá. Que nunca hay que perder la fe, porque luego será lo que Dios quiera.
Y si con unas palabras de mi abuela me quedo, que sean las que dijo hace medio mes, cuando llamó a sus hijos para despedirse de ellos. La cosa no fue entonces a mayores, pero toda la familia acudió. Y al irnos, nos despedimos uno a uno de ella. Allí me las dijo. Tres veces las dijo:
Sed buenos.
Sed buenos.
Sed buenos.
Querida amiga María Jesús, estaba esperando tus relatos, en los cuales me siento con una tranquilidad y admiración cuando los narras con tanto cariño, que me das paz y tranquilidad. Dices que estamos acostumbrados a los mensajes cortos, pero a mi los tuyos sí que se me hacen cortos por que estaría leyéndolos sin parar y saciando tu bien saber decir las cosas, que tu memoria nombra a tantas personas que me van viniendo a mi memoria y me acercas al pueblo que tanto quiero y, que tan poco viví en el por muchas circunstancias de la vida y si que comparto con tigo que la muerte es parte de la vida que todos tenemos y que yo la tuve cerca a los once años y que no tengo ningún miedo a ella.
Admiro tu entereza, de haber sabido disfrutar de tus dos seres queridos durante tantos años y darles en su tiempo tanto amor por haberte dado la vida y su enseñanza, que es la alegría de haberlos tenido y disfrutarlos. Quiero unirme en el cariño que me recuerda de mi infancia los momentos vividos al ver a nuestras madres saludarse y disfrutar de sus charlas que yo las veía tan felices que no me importaba el tiempo que estuvieran hablando y me sentaba a escucharlas sin entender lo que decían, pero que yo era feliz.
Permitirme, os mande a toda la familia un fuerte abrazo y aquí estamos para seguir tus relatos que los necesitamos. Con todo mi cariño.
Emilio Jesús Rueda Rodríguez.
Admiro tu entereza, de haber sabido disfrutar de tus dos seres queridos durante tantos años y darles en su tiempo tanto amor por haberte dado la vida y su enseñanza, que es la alegría de haberlos tenido y disfrutarlos. Quiero unirme en el cariño que me recuerda de mi infancia los momentos vividos al ver a nuestras madres saludarse y disfrutar de sus charlas que yo las veía tan felices que no me importaba el tiempo que estuvieran hablando y me sentaba a escucharlas sin entender lo que decían, pero que yo era feliz.
Permitirme, os mande a toda la familia un fuerte abrazo y aquí estamos para seguir tus relatos que los necesitamos. Con todo mi cariño.
Emilio Jesús Rueda Rodríguez.