Que nunca falte una luz en nuestras vidas
Eso, que no nos falte.
Queridos calecheros: Hoy hace una semana que murió mi madre. Esa noche, cuando sonaban las doce campanadas de la catedral, Amada daba su último suspiro. Su vida se detuvo sin lucha, ansiedad ni dolor. Entraba en el calendario el día 27.
Para los que les guste la numerología, ese número fue importante en la vida de Amada. El 27 de noviembre se celebra la festividad de la Virgen Milagrosa y durante nuestra niñez recordamos que todos los días 27 de cada mes, mi madre dedicaba tres rosarios en su memoria (nuestro recuerdo estaba forzado quizá por la pesadez de cada cuenta de tres rosarios en la frágil paciencia de unos niños). Mi madre eligió igualmente el día 27 de noviembre para unirse en matrimonio con mi padre. Y un 27, esta vez de agosto, falleció. Y en su tránsito sólo hubo paz y el amor absoluto de quienes la acompañábamos.
Murió agarrada a mi mano, rodeada por su familia, por los pensamientos de los ausentes y los espíritus de sus antepasados que acudieron en su ayuda. (Ella creyó ver a su hermano Floro, en un momento en que abrió los ojos, un día al darme un beso de buenas noches. ¡Ah! Floro, dijo sorprendida mirando al vacío, (¿sí, mamá?) – Sí, Florentino, mi hermano, ahí estaba cuando he abierto los ojos…
Murió con la misma gracia perfecta que tuvo en todos los gestos de su existencia y quedó inmersa en un silencio puro donde tal vez reinan los ángeles.
Ahora recurro al recuerdo de aquel momento emocionante para encontrar la fuerza que me permita daros las gracias por estar ahí, con nosotros, en los duros momentos de esta separación. Tendréis que perdonarme que me extienda e interrumpa vuestra cháchara divertida y amena con mis vivencias, pero escribir ahora es mi especial terapia.
Para los que saboreáis los mensajes cortos, distendidos, ligeros y entretenidos, deberíais saltaros este cúmulo de palabras y emociones. Os entiendo y aplaudo esta decisión… a veces la vida se torna un tanto profunda y uno necesita disiparse, olvidarse de las penurias terrenales. Pero yo estoy de luto y hoy, aprovechando que quiero agradecer vuestra cercanía, quiero hacer terapia para sacudirme la tristeza y encarar mañana una nueva semana y una nueva etapa en mi vida. Ya huérfana, como muchos de vosotros. - ¡Bienvenida al club! me digo. –
Mariajesús Morla
Para los que les guste la numerología, ese número fue importante en la vida de Amada. El 27 de noviembre se celebra la festividad de la Virgen Milagrosa y durante nuestra niñez recordamos que todos los días 27 de cada mes, mi madre dedicaba tres rosarios en su memoria (nuestro recuerdo estaba forzado quizá por la pesadez de cada cuenta de tres rosarios en la frágil paciencia de unos niños). Mi madre eligió igualmente el día 27 de noviembre para unirse en matrimonio con mi padre. Y un 27, esta vez de agosto, falleció. Y en su tránsito sólo hubo paz y el amor absoluto de quienes la acompañábamos.
Murió agarrada a mi mano, rodeada por su familia, por los pensamientos de los ausentes y los espíritus de sus antepasados que acudieron en su ayuda. (Ella creyó ver a su hermano Floro, en un momento en que abrió los ojos, un día al darme un beso de buenas noches. ¡Ah! Floro, dijo sorprendida mirando al vacío, (¿sí, mamá?) – Sí, Florentino, mi hermano, ahí estaba cuando he abierto los ojos…
Murió con la misma gracia perfecta que tuvo en todos los gestos de su existencia y quedó inmersa en un silencio puro donde tal vez reinan los ángeles.
Ahora recurro al recuerdo de aquel momento emocionante para encontrar la fuerza que me permita daros las gracias por estar ahí, con nosotros, en los duros momentos de esta separación. Tendréis que perdonarme que me extienda e interrumpa vuestra cháchara divertida y amena con mis vivencias, pero escribir ahora es mi especial terapia.
Para los que saboreáis los mensajes cortos, distendidos, ligeros y entretenidos, deberíais saltaros este cúmulo de palabras y emociones. Os entiendo y aplaudo esta decisión… a veces la vida se torna un tanto profunda y uno necesita disiparse, olvidarse de las penurias terrenales. Pero yo estoy de luto y hoy, aprovechando que quiero agradecer vuestra cercanía, quiero hacer terapia para sacudirme la tristeza y encarar mañana una nueva semana y una nueva etapa en mi vida. Ya huérfana, como muchos de vosotros. - ¡Bienvenida al club! me digo. –
Mariajesús Morla
Y los que quedéis a leer este folletín, os diré que quiero compartir con vosotros la intensidad de lo vivido y que con vuestro acercamiento hemos protagonizado un calecho muy especial con mi madre como figura estelar.
Yo he ocupado la primera fila para no perderme detalle de la actuación. Ante ella nuestra gente ha rebuscado en su memoria el tiempo compartido, han destacado las actividades de mi madre creando el grupo de Hijas de María. Diseñando y encargando una bandera que fuera enseña del grupo. Financiándola con obras de teatro donde destilaba una paciencia infinita en los ensayos. Destacaban su dedicación infinita, su bondad, su alegría, su sinceridad. He constatado el cariño especial que se tenía con algunas familias… cariño que heredó de sus padres, Juan y Aurelia y ha perdurado a lo largo de los años. Qué cercanos siempre a la familia de Angel el de Lin. Qué amistad sin torceduras con todos y en especial con sus queridas Mati y Maruja. La familia de Conchita la de Emiliana. La de Mariano el Pájaro… y tantas otras familias de pueblo que mi madre iba presentándome en nuestras tardes de tertulia.
Me contaban Manolo y Delma (lamidelmina) que Esther, su amiga del alma, la había precedido en este viaje sin retorno hacía quince días. Qué alegría habrá sentido mi madre al encontrarse con ella, sin esperárselo. Y con otras amigas como Alicia la madre de Emilio… y con sus hermanos.
Pasó por ese “calecho” Jamín, un nonagenario con el que hicimos balance de los cambios en este largo espacio de tiempo en los que lo más privilegiados, como mi madre, conocieron la España de la guerra, de la posguerra, de una vida en blanco y negro para pasar a sepia y poco a poco volverse de color y asombrarse con los avances de las últimas tecnologías.
Gemma y Javier, los de Conchita, me acercaron el temor de su madre a la muerte principalmente cuando hace recuento de los caídos y los supervivientes. Me encantó cuando Javier nos explica que él a veces, cuando pasea por el pueblo, imagina que se encuentra con los antecesores de nuestros vecinos haciendo la vida de entonces. Y por un momento cierro los ojos y me implico en ese paseo y recorro las calles de tierra y barro del Cantico y me encuentro con Tita en madreñas, y un poco más allá con Mariano el Pájaro y después con Angel el de Lupe… y allí al fondo, acarreando hierba vemos a Marciano con un chavalín… y reflexiono en esos misterios observando cómo la vida nos van esculpiendo y transformando hasta parecernos a nuestros antecesores.
He tenido el privilegio de escuchar a nuestra querida Pili la de Gilio admirando a mi madre y sus habilidades con la costura y con el buen hacer. He disfrutado al encontrarme con Yoyi y Lupina porque eso es volver al pasado de niños en que nuestros padres se volvieron compadres y nos visitábamos saboreando las tardes de domingo. Y he disfrutado igualmente con Manoli la del Practicante y con Pepina, porque los lazos de vecindad acercan de por vida.
Me he dejado abrazar por un pueblo cariñoso y he visto admiración y lágrimas de tristeza en personas que de una manera u otra se sintieron cercanas a mi madre. Y la recordaban como catequista, como amiga o como buena vecina.
Mi madre nos ha dejado una huella imborrable, como todas las madres… eso es verdad, (y si no, preguntárselo a Begoña) y como hemos tenido la oportunidad de vivirla durante mucho tiempo necesitábamos despedirla con alegría, no hay necesidad de dolor ni sufrimiento. De ahí la explicación de dar un carácter festivo a su despedida. Hemos sido muy felices con ella y eso hay que celebrarlo. Ahí está el mensaje.
Cuando ella me decía que ya había llegado al fin y que todo estaba hecho… yo le añadía: Ahora empieza la bueno, mami!
Recordamos con ella las canciones de misa que más le emocionaban y yo iba tomando nota y componiendo un libreto con canciones que tuvieran mensaje, que nos hablaran de “la madre” y nos dejaran entrever su nueva vida. El resto salió solo. Sus nietos apostaron por su abuela. Mario, puso la música. Marina transmitió el mensaje de Amada. David pidió por sus abuelos y Jorge hizo un panegírico precioso y totalmente real. Le salió espontáneo. No hubo necesidad de rebuscar. Os lo voy a reproducir en el siguiente mensaje. Y como guinda, María, amiga de ellos interpretó las canciones con una voz de ángel que estoy segura hizo volar a mi madre más alto si cabe, a la vez que nos transmitió calma y paz.
No puedo olvidar en este cuadro a una figura importante, D. Ovidio. Os puedo decir que me sorprendió ya en el tanatorio cuando se presentó de una manera cordial y yo le expuse nuestro deseo de participar en la misa dándole un toque festivo y de homenaje a la despedida de nuestra madre. No puso ningún inconveniente y apuntó algún cambio de orden que le venía bien en sus responsos.
Y me sorprendió aún más cuando en el funeral desde un principio hizo partícipe a mi padre en esa despedida. Me encantó su sermón. Tuve el gran acierto de encender una grabadora de sonido, así es que vuelvo a oir una vez y otra también esta despedida y me siento reconfortada, de verdad.
Me gustaría encontrar las palabras justas o las adecuadas para hacerle llegar mi agradecimiento a D. Ovidio por la sabiduría y acierto de sus palabras. Espero que nuestro pueblo sepa valorar a este sacerdote como creo se merece y podamos sentirnos felices de contar en nuestra comunidad con un apoyo de consuelo cristiano que muchas veces necesitamos.
Queridos calecheros, mi más sentido agradecimiento por vuestras palabras de consuelo, me siento orgullosa de pertenecer a este grupo, de verdad. Siento que mi madre también está especialmente orgullosa y satisfecha de su pueblo y sus vecinos.
No todo fueron pesares… también muchas historias alegres y cariñosas nos dejaron nuestros paisanos y anécdotas graciosas también las hubo, como en la vida misma… Organizando nuestra hoja de ruta para despedir a Amada en la Iglesia (ya sabéis, tu tocas, ella canta, él sale a leer, ella también…. y así sucesivamente), resulta que hablamos de repartir los recordatorios que quedaban (que ya eran pocos), ofreciéndolos al salir de la iglesia, a los feligreses interesados en un recuerdo. Así que flanqueando la puerta se colocaron Jorge y David a cada lado. Los interesados fueron retirando los recordatorios. Jorge se queda ya sin ellos y Mario le acerca una caja que estaba al lado del armonio. La distribución continuó hasta el final. Cuál sería la sorpresa de Juan, al llegar a casa, cuando abre el recordatorio y se encuentra con que el contenido no se refería a Amada, sino a Concha, nuestra vecina cuyo funeral antecedió al de mi madre hacía unas semanas. Si uno imagina la escena no puede reprimir la risa o la carcajada… en esos casos todo vale, y el recuerdo también ha de repartirse, ¿por qué no?
Y hablando de recuerdos, quisimos tener uno con el difunto que pareciera más olvidado del cementerio. Una vez que nos despedimos de los últimos acompañantes que se acercaron al cementerio de La Llama, nos dispusimos a distribuir las flores entre los familiares, vecinos y amigos de mi madre. Sobraba un centro muy bonito extraído de una corona. Jose, mi hermano, dijo: busquemos la tumba más olvidada del cementerio, por ejemplo con cruz de hierro y sin lápida, sólo con tierra batida. Nos repartimos para la búsqueda y consensuamos en dejar esas flores en una tumba cuya cruz de hierro con una placa esmaltada decía: <Isabel Díez, 17 años, 1940>. Con estos datos no queremos pensar que pertenezca al grupo de los olvidados, no. La tumba estaba situada junto al muro norte pero con esa edad creemos no tuviera descendientes, de ahí que la imaginamos en soledad. El enigma quedó en el aire. ¿Quién sería la agraciada con las flores?
Queridos amigos, una vez más hemos compartido con vosotros los momentos duros, como en su momento los felices, contando historias, llorando un poco y sonriendo mucho, y ahora honrando la luz de Amada que nos alumbrará siempre.
Nuestro abrazo y admiración para nuestro pueblo de parte de toda esta familia de “los castañales”. Mariajesús Morla
Yo he ocupado la primera fila para no perderme detalle de la actuación. Ante ella nuestra gente ha rebuscado en su memoria el tiempo compartido, han destacado las actividades de mi madre creando el grupo de Hijas de María. Diseñando y encargando una bandera que fuera enseña del grupo. Financiándola con obras de teatro donde destilaba una paciencia infinita en los ensayos. Destacaban su dedicación infinita, su bondad, su alegría, su sinceridad. He constatado el cariño especial que se tenía con algunas familias… cariño que heredó de sus padres, Juan y Aurelia y ha perdurado a lo largo de los años. Qué cercanos siempre a la familia de Angel el de Lin. Qué amistad sin torceduras con todos y en especial con sus queridas Mati y Maruja. La familia de Conchita la de Emiliana. La de Mariano el Pájaro… y tantas otras familias de pueblo que mi madre iba presentándome en nuestras tardes de tertulia.
Me contaban Manolo y Delma (lamidelmina) que Esther, su amiga del alma, la había precedido en este viaje sin retorno hacía quince días. Qué alegría habrá sentido mi madre al encontrarse con ella, sin esperárselo. Y con otras amigas como Alicia la madre de Emilio… y con sus hermanos.
Pasó por ese “calecho” Jamín, un nonagenario con el que hicimos balance de los cambios en este largo espacio de tiempo en los que lo más privilegiados, como mi madre, conocieron la España de la guerra, de la posguerra, de una vida en blanco y negro para pasar a sepia y poco a poco volverse de color y asombrarse con los avances de las últimas tecnologías.
Gemma y Javier, los de Conchita, me acercaron el temor de su madre a la muerte principalmente cuando hace recuento de los caídos y los supervivientes. Me encantó cuando Javier nos explica que él a veces, cuando pasea por el pueblo, imagina que se encuentra con los antecesores de nuestros vecinos haciendo la vida de entonces. Y por un momento cierro los ojos y me implico en ese paseo y recorro las calles de tierra y barro del Cantico y me encuentro con Tita en madreñas, y un poco más allá con Mariano el Pájaro y después con Angel el de Lupe… y allí al fondo, acarreando hierba vemos a Marciano con un chavalín… y reflexiono en esos misterios observando cómo la vida nos van esculpiendo y transformando hasta parecernos a nuestros antecesores.
He tenido el privilegio de escuchar a nuestra querida Pili la de Gilio admirando a mi madre y sus habilidades con la costura y con el buen hacer. He disfrutado al encontrarme con Yoyi y Lupina porque eso es volver al pasado de niños en que nuestros padres se volvieron compadres y nos visitábamos saboreando las tardes de domingo. Y he disfrutado igualmente con Manoli la del Practicante y con Pepina, porque los lazos de vecindad acercan de por vida.
Me he dejado abrazar por un pueblo cariñoso y he visto admiración y lágrimas de tristeza en personas que de una manera u otra se sintieron cercanas a mi madre. Y la recordaban como catequista, como amiga o como buena vecina.
Mi madre nos ha dejado una huella imborrable, como todas las madres… eso es verdad, (y si no, preguntárselo a Begoña) y como hemos tenido la oportunidad de vivirla durante mucho tiempo necesitábamos despedirla con alegría, no hay necesidad de dolor ni sufrimiento. De ahí la explicación de dar un carácter festivo a su despedida. Hemos sido muy felices con ella y eso hay que celebrarlo. Ahí está el mensaje.
Cuando ella me decía que ya había llegado al fin y que todo estaba hecho… yo le añadía: Ahora empieza la bueno, mami!
Recordamos con ella las canciones de misa que más le emocionaban y yo iba tomando nota y componiendo un libreto con canciones que tuvieran mensaje, que nos hablaran de “la madre” y nos dejaran entrever su nueva vida. El resto salió solo. Sus nietos apostaron por su abuela. Mario, puso la música. Marina transmitió el mensaje de Amada. David pidió por sus abuelos y Jorge hizo un panegírico precioso y totalmente real. Le salió espontáneo. No hubo necesidad de rebuscar. Os lo voy a reproducir en el siguiente mensaje. Y como guinda, María, amiga de ellos interpretó las canciones con una voz de ángel que estoy segura hizo volar a mi madre más alto si cabe, a la vez que nos transmitió calma y paz.
No puedo olvidar en este cuadro a una figura importante, D. Ovidio. Os puedo decir que me sorprendió ya en el tanatorio cuando se presentó de una manera cordial y yo le expuse nuestro deseo de participar en la misa dándole un toque festivo y de homenaje a la despedida de nuestra madre. No puso ningún inconveniente y apuntó algún cambio de orden que le venía bien en sus responsos.
Y me sorprendió aún más cuando en el funeral desde un principio hizo partícipe a mi padre en esa despedida. Me encantó su sermón. Tuve el gran acierto de encender una grabadora de sonido, así es que vuelvo a oir una vez y otra también esta despedida y me siento reconfortada, de verdad.
Me gustaría encontrar las palabras justas o las adecuadas para hacerle llegar mi agradecimiento a D. Ovidio por la sabiduría y acierto de sus palabras. Espero que nuestro pueblo sepa valorar a este sacerdote como creo se merece y podamos sentirnos felices de contar en nuestra comunidad con un apoyo de consuelo cristiano que muchas veces necesitamos.
Queridos calecheros, mi más sentido agradecimiento por vuestras palabras de consuelo, me siento orgullosa de pertenecer a este grupo, de verdad. Siento que mi madre también está especialmente orgullosa y satisfecha de su pueblo y sus vecinos.
No todo fueron pesares… también muchas historias alegres y cariñosas nos dejaron nuestros paisanos y anécdotas graciosas también las hubo, como en la vida misma… Organizando nuestra hoja de ruta para despedir a Amada en la Iglesia (ya sabéis, tu tocas, ella canta, él sale a leer, ella también…. y así sucesivamente), resulta que hablamos de repartir los recordatorios que quedaban (que ya eran pocos), ofreciéndolos al salir de la iglesia, a los feligreses interesados en un recuerdo. Así que flanqueando la puerta se colocaron Jorge y David a cada lado. Los interesados fueron retirando los recordatorios. Jorge se queda ya sin ellos y Mario le acerca una caja que estaba al lado del armonio. La distribución continuó hasta el final. Cuál sería la sorpresa de Juan, al llegar a casa, cuando abre el recordatorio y se encuentra con que el contenido no se refería a Amada, sino a Concha, nuestra vecina cuyo funeral antecedió al de mi madre hacía unas semanas. Si uno imagina la escena no puede reprimir la risa o la carcajada… en esos casos todo vale, y el recuerdo también ha de repartirse, ¿por qué no?
Y hablando de recuerdos, quisimos tener uno con el difunto que pareciera más olvidado del cementerio. Una vez que nos despedimos de los últimos acompañantes que se acercaron al cementerio de La Llama, nos dispusimos a distribuir las flores entre los familiares, vecinos y amigos de mi madre. Sobraba un centro muy bonito extraído de una corona. Jose, mi hermano, dijo: busquemos la tumba más olvidada del cementerio, por ejemplo con cruz de hierro y sin lápida, sólo con tierra batida. Nos repartimos para la búsqueda y consensuamos en dejar esas flores en una tumba cuya cruz de hierro con una placa esmaltada decía: <Isabel Díez, 17 años, 1940>. Con estos datos no queremos pensar que pertenezca al grupo de los olvidados, no. La tumba estaba situada junto al muro norte pero con esa edad creemos no tuviera descendientes, de ahí que la imaginamos en soledad. El enigma quedó en el aire. ¿Quién sería la agraciada con las flores?
Queridos amigos, una vez más hemos compartido con vosotros los momentos duros, como en su momento los felices, contando historias, llorando un poco y sonriendo mucho, y ahora honrando la luz de Amada que nos alumbrará siempre.
Nuestro abrazo y admiración para nuestro pueblo de parte de toda esta familia de “los castañales”. Mariajesús Morla
Gracias por compartir vuestros sentimientos, son muy emotivos y nos dais una verdadera lección sobre el tránsito de esta vida a la otra de una forma natural.
Aunque es muy triste la pérdida de un ser querido, si que da mucha tranquilidad el saber que en esta vida ya había cumplido. Todo esto, unido a vuestro buen hacer, Amada ha podido partir en paz.
Un gran abrazo para toda la familia Morla.
Aunque es muy triste la pérdida de un ser querido, si que da mucha tranquilidad el saber que en esta vida ya había cumplido. Todo esto, unido a vuestro buen hacer, Amada ha podido partir en paz.
Un gran abrazo para toda la familia Morla.