¡Por favor!, mucha Luz para todos.
Que así sea.
Hoy a las 12 de la noche, hará quince días que se nos fue Amada. Parece que el tiempo se hubiera detenido, sin embargo ayer 8 de septiembre, como era tradición, celebramos lo que podían haber sido sus 96 años de vida. El año pasado, como cada año, lo habíamos celebrado todos juntos en aquel patio de La Calleja. 365 días después, que no son nada… en el recuento faltaban dos. Los protagonistas. Es el primer cumpleaños que se celebró sin la presencia física de mi padre y mi madre.
Ahora sólo nos quedan los recuerdos… vivimos de recuerdos. Cada tarde me acerco a casa de mis padres, me siento en el sillón de mi madre y la veo en frente haciéndome compañía, como tantas tardes… y siento su presencia viva y resplandeciente, y se respira un ambiente cálido, agradable, sereno… mi madre está conmigo. Yo leo, ella escucha… creo que si pudiera permanecer inmóvil, sin hablar ni pensar, sin suplicar, llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme en el silencio más completo, tal vez entonces podría oírte, Habla, mami!. (Ánimo, Loren y José Ángel, ojalá que acompañar en estos momentos en que ya no se puede hacer más, os aporte calma y paz)
Y como ya tenemos una propiedad en el cementerio, como muchos de vosotros… visitamos a los nuestros y rendimos homenaje a sus restos. Y al recorrer los paseos del camposanto vemos y recordamos buenos vecinos… buena gente. Y esto va por ti, Toño Cata, porque pasamos al lado de Jesús el de Cata, con su semblante sonriente, como él era. Y por un momento, por la cuesta que daba al caminín, como alguien recordó en otro foro, tras su jornada de trabajo, un día tras otro, lo veo bajando con su bicicleta, inseparable vehículo que curiosamente tenía el manillar torcido, saludando a sus paisanos Gerardo y Felisa, siempre de buen humor.
Gerardo y Felisa fueron nuestros vecinos en la casa de Los Castañales. Ellos provenían de Izagre, como Catalina. Y se da la circunstancia de que al comienzo de este verano, paseando con mi madre por el parque, nos sentamos al lado de un jubilado muy charlatán que inició tertulia con nosotras con el típico …”y vosotras de qué pueblo sois?” -Ah, nosotras somos de Canales… - Allí tenía yo un conocido, D. Dionisio el veterinario.
Eso animó la conversación como os podéis imaginar y dijo conocer a Jesús y Cata… y Felisa. Cuando le dijimos que Felisa había sido nuestra vecina durante muchos años… éste hombre dicharachero, bailarín como no lo había más, con un montón de anécdotas que desgranó en un momento y que hizo transportarnos a las aventuras más graciosas de aquella época en que la gente se movía a caballo por su zona, a este hombre se le llenaron los ojos de lágrimas a recordar a Felisa y tener un recuerdo con su primera novia, con la que estuvo a punto de casarse y que por presiones familiares le hicieron desistir en su intención. Desde entonces Felisa tomó la decisión de irse del pueblo. Después de los años, le avisaron para su funeral.
Ese calecho que había resultado tan divertido se tornó melancólico, os lo aseguro. Y conmueve pensar que la emoción por lo romántico, no tiene edad. Este hombre se llamaba Celso, y creédme, no hubiera tenido desperdicio en uno de nuestros calechos, tenía la facultad de transportarnos a donde quería con una gracia insuperable.
Un recuerdo cariñoso para mis vecinos, Gerardo, Felisa. Y otro igual de cariñoso para Jesús el de Cata, por su semblante risueño y amable y para Cata, tan cariñosa conmigo siempre. Cada verano me saludaba preguntándome por los míos y Josines y el niño… siempre, siempre tan cariñosa! Mariajesús Morla
Ahora sólo nos quedan los recuerdos… vivimos de recuerdos. Cada tarde me acerco a casa de mis padres, me siento en el sillón de mi madre y la veo en frente haciéndome compañía, como tantas tardes… y siento su presencia viva y resplandeciente, y se respira un ambiente cálido, agradable, sereno… mi madre está conmigo. Yo leo, ella escucha… creo que si pudiera permanecer inmóvil, sin hablar ni pensar, sin suplicar, llorar, recordar o esperar, si pudiera sumergirme en el silencio más completo, tal vez entonces podría oírte, Habla, mami!. (Ánimo, Loren y José Ángel, ojalá que acompañar en estos momentos en que ya no se puede hacer más, os aporte calma y paz)
Y como ya tenemos una propiedad en el cementerio, como muchos de vosotros… visitamos a los nuestros y rendimos homenaje a sus restos. Y al recorrer los paseos del camposanto vemos y recordamos buenos vecinos… buena gente. Y esto va por ti, Toño Cata, porque pasamos al lado de Jesús el de Cata, con su semblante sonriente, como él era. Y por un momento, por la cuesta que daba al caminín, como alguien recordó en otro foro, tras su jornada de trabajo, un día tras otro, lo veo bajando con su bicicleta, inseparable vehículo que curiosamente tenía el manillar torcido, saludando a sus paisanos Gerardo y Felisa, siempre de buen humor.
Gerardo y Felisa fueron nuestros vecinos en la casa de Los Castañales. Ellos provenían de Izagre, como Catalina. Y se da la circunstancia de que al comienzo de este verano, paseando con mi madre por el parque, nos sentamos al lado de un jubilado muy charlatán que inició tertulia con nosotras con el típico …”y vosotras de qué pueblo sois?” -Ah, nosotras somos de Canales… - Allí tenía yo un conocido, D. Dionisio el veterinario.
Eso animó la conversación como os podéis imaginar y dijo conocer a Jesús y Cata… y Felisa. Cuando le dijimos que Felisa había sido nuestra vecina durante muchos años… éste hombre dicharachero, bailarín como no lo había más, con un montón de anécdotas que desgranó en un momento y que hizo transportarnos a las aventuras más graciosas de aquella época en que la gente se movía a caballo por su zona, a este hombre se le llenaron los ojos de lágrimas a recordar a Felisa y tener un recuerdo con su primera novia, con la que estuvo a punto de casarse y que por presiones familiares le hicieron desistir en su intención. Desde entonces Felisa tomó la decisión de irse del pueblo. Después de los años, le avisaron para su funeral.
Ese calecho que había resultado tan divertido se tornó melancólico, os lo aseguro. Y conmueve pensar que la emoción por lo romántico, no tiene edad. Este hombre se llamaba Celso, y creédme, no hubiera tenido desperdicio en uno de nuestros calechos, tenía la facultad de transportarnos a donde quería con una gracia insuperable.
Un recuerdo cariñoso para mis vecinos, Gerardo, Felisa. Y otro igual de cariñoso para Jesús el de Cata, por su semblante risueño y amable y para Cata, tan cariñosa conmigo siempre. Cada verano me saludaba preguntándome por los míos y Josines y el niño… siempre, siempre tan cariñosa! Mariajesús Morla