Repasando lo mensajes de anoche, me he encontrado con tu escrito María Jesús y qué decir... se amontonan los recuerdos de la infancia y de tanta gente a la que le teníamos cariño y con los que compartimos tantos y tan buenos ratos. Conservé fotos de toda esa gente del barrio desde que llegamos a vivir debajo del Bar lA Parra, donde Alipio y Ricarda y sus hijos Pepe y Abel, fueron nuestros amigos y protectores y enfrente estabais vosotros, Amada, Luis, Juan y no se sí habías nacido Jose y tú. Pues desgraciadamente todos los testimonios gráficos de esa época se los llevaron los amigos de lo ajeno, hace unos años cuando entraron en casa. Me gusta que sigas recordando a los que han cambiado de cuerpo y de estado. Ojalá algún día, sea cierto, que podamos reencontrarnos con ellos.
… cómo no nos vamos a acordar de Ricarda y familia?. Tuvimos muy buena relación con ellos, procedían de San Martín de la Falamosa. Si os fijáis, la prosperidad del pueblo supuso un buen reclamo para acoger a muchas familias. Dentro de nuestra provincia se producía también migraciones en busca de un mundo mejor… y eso que ahora nos parece que son pueblos situados a tiro de piedra. En el pueblo había trabajo y en épocas de penurias, eso significaba comer. Y nuestro pueblo acogió a todo el que quiso trabajar. Nuestros vecinos Ricarda, Alipio, Pepe y Abel con una hermana discapacitada, Consuelo… fueron buenos vecinos. Aunque nos pillo muy pequeños, podemos dar fe de ello. Entre las recetas manuscritas de mi madre hay una de Ricarda ya que era muy buena cocinera, “Rosquillas Ricarda” que eran tipo donuts, envueltas en almíbar y estaban espectaculares. Fue una receta que trascendió y ahora sé que adquirió otros nombres, sin embargo las pioneras las introdujo Ricarda… (que no se me olvide copiársela a mi madre para el libro de recetas del Calecho)
Esta familia, después emigró algo más lejos, a Bilbao. Ya sabéis… para buscar un mundo mejor para los hijos. Supimos del fallecimiento de Alipio y de Abel nos enteramos por la propia Ricarda que hace unos veranos mi madre y yo cogimos el coche y fuimos a estrenar la nueva carretera que sale desde Riello a la Ribera y que nos encaminó a San Martín de la Falamosa. Allí preguntamos por Ricarda a un grupo de mujeres. Imaginaros la escena… por la tarde después de sestear, un grupo de mujeres se reúne a la sombra de alguna parra. Entramos en el pueblo eligiendo una calle al azar y nos encontramos a este grupo de mujeres. Me asomo a la ventanilla y pregunto por la casa de Ricarda y contesta una señora… ah! Es Amada, que viene a ver a Ricarda… (mi madre aún no había hecho acto de presencia). Yo, alucinando en colorines le pregunto cómo lo ha sabido y me contesta con toda naturalidad de que antes de que se hubiera acercado el coche ya lo sabía. Resultó ser Rosa, hermana de Ricarda, (ahí os presento a las dos). Por ninguna de las dos partes nos habríamos reconocido, eso es la verdad. Mi memoria no llega tan atrás y la de mi madre y Ricarda es fácil de entender, sin embargo me dijeron que Rosa siempre había sido así de clarividente.
Toño Cata, te aseguro que fue un encuentro muy agradable. Por lo que cuentas viviste en la parte de debajo de La Parra. Seguro que ahora te parecería imposible. No obstante antes las casas eran como las de Playmobil, que se estiraban y se estiraban… y por otro lado las familias se arreglaban porque la mayor parte de su tiempo permanecían en el trabajo o en el bar, y los chavales en la escuela o en la calle, por lo que tampoco era necesario disponer de demasiados metros cuadrados para la convivencia.
Felisa y Gerardo vivían debajo de nosotros y recuerdo a Adolfo, el Ful, que al venir de la cochera que tenía en la Romería, le cantaba una serenata al que se le unía José el calé y alguno más… y pasaban un rato cantándole bajo la ventana y ella riéndose con ellos en un ambiente alegre y divertido.
Ahora, hago un llamamiento a mi hermano Juan para que cuelgue esa foto que tienes en tu álbum particular, junto a Felisa en la terraza al lado de la vespa de Calvete. Felisa con aspecto de modelo con falda de tubo, largas piernas delgadas y tupé cardado a la moda posa con Juan, que tendría 5 añitos en una estampa, típicamente de la época.
Queridos calecheros, os debería nombrar uno a uno diciéndoos lo majetes que sois y qué mimada me tenéis… pero el tiempo juega en mi contra y los mensajes se multiplican cada día más y más… y en consecuencia no os puedo seguir, así que alguna vez me colaré entre vuestras conversaciones haciendo real eso de que entre col y col… una lechuga. No obstante, sabed que comparto con vosotros cada alegría, cada preocupación y cada pena. Un abrazo, Mariajesús Morla
Esta familia, después emigró algo más lejos, a Bilbao. Ya sabéis… para buscar un mundo mejor para los hijos. Supimos del fallecimiento de Alipio y de Abel nos enteramos por la propia Ricarda que hace unos veranos mi madre y yo cogimos el coche y fuimos a estrenar la nueva carretera que sale desde Riello a la Ribera y que nos encaminó a San Martín de la Falamosa. Allí preguntamos por Ricarda a un grupo de mujeres. Imaginaros la escena… por la tarde después de sestear, un grupo de mujeres se reúne a la sombra de alguna parra. Entramos en el pueblo eligiendo una calle al azar y nos encontramos a este grupo de mujeres. Me asomo a la ventanilla y pregunto por la casa de Ricarda y contesta una señora… ah! Es Amada, que viene a ver a Ricarda… (mi madre aún no había hecho acto de presencia). Yo, alucinando en colorines le pregunto cómo lo ha sabido y me contesta con toda naturalidad de que antes de que se hubiera acercado el coche ya lo sabía. Resultó ser Rosa, hermana de Ricarda, (ahí os presento a las dos). Por ninguna de las dos partes nos habríamos reconocido, eso es la verdad. Mi memoria no llega tan atrás y la de mi madre y Ricarda es fácil de entender, sin embargo me dijeron que Rosa siempre había sido así de clarividente.
Toño Cata, te aseguro que fue un encuentro muy agradable. Por lo que cuentas viviste en la parte de debajo de La Parra. Seguro que ahora te parecería imposible. No obstante antes las casas eran como las de Playmobil, que se estiraban y se estiraban… y por otro lado las familias se arreglaban porque la mayor parte de su tiempo permanecían en el trabajo o en el bar, y los chavales en la escuela o en la calle, por lo que tampoco era necesario disponer de demasiados metros cuadrados para la convivencia.
Felisa y Gerardo vivían debajo de nosotros y recuerdo a Adolfo, el Ful, que al venir de la cochera que tenía en la Romería, le cantaba una serenata al que se le unía José el calé y alguno más… y pasaban un rato cantándole bajo la ventana y ella riéndose con ellos en un ambiente alegre y divertido.
Ahora, hago un llamamiento a mi hermano Juan para que cuelgue esa foto que tienes en tu álbum particular, junto a Felisa en la terraza al lado de la vespa de Calvete. Felisa con aspecto de modelo con falda de tubo, largas piernas delgadas y tupé cardado a la moda posa con Juan, que tendría 5 añitos en una estampa, típicamente de la época.
Queridos calecheros, os debería nombrar uno a uno diciéndoos lo majetes que sois y qué mimada me tenéis… pero el tiempo juega en mi contra y los mensajes se multiplican cada día más y más… y en consecuencia no os puedo seguir, así que alguna vez me colaré entre vuestras conversaciones haciendo real eso de que entre col y col… una lechuga. No obstante, sabed que comparto con vosotros cada alegría, cada preocupación y cada pena. Un abrazo, Mariajesús Morla