En febrero de 1919, se inició la que más tarde sería conocida como la «Huelga de La Canadiense», llamada así porque el principal accionista de la Compañía era Canadian Bank of Commerce of Toronto. El conflicto comenzó al organizarse entre el personal de oficinas, un Sindicato Independiente, que el gerente de La Canadiense, Fraser Lawton, nunca aceptó, por lo que éste empleó como estrategia hacer fijos ocho empleados eventuales y rebajarles el sueldo. Éstos protestaron con el argumento de que: «a mismo trabajo, mismo sueldo». Estas ocho personas, que eran precisamente las que habían organizado el Sindicato Independiente dentro de la empresa, inmediatamente fueron despedidos por Lawton. Cinco de los sancionados pertenecían a la sección de facturación y sus compañeros, en acto de solidaridad, el día 5 de febrero de 1919 se declararon en huelga. Rompiendo la pluma y tirando los tinteros, se negaron a seguir trabajando hasta que se readmitiera a sus compañeros despedidos. Los 117 empleados de la sección de facturación se dirigieron hacia Gobernación para hablar con el gobernador, que les prometió que intercedería por ellos ante la empresa, si volvían al trabajo. Cuando éstos volvieron, se encontraron con fuerzas de la policía que les impedían el paso, no dejándolos entrar al interior del edificio, produciéndose diversos incidentes y quedando todos ellos despedidos. Al día siguiente la noticia corrió por Barcelona como un reguero de pólvora.
El 5 de febrero de 1919 ocho trabajadores son despedidos de su trabajo en las oficinas de la compañía eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro en Barcelona, conocida popularmente como la Canadiense. Inmediatamente los otros 117 trabajadores de la plantilla de oficinas protagonizan una protesta en defensa de sus compañeros y también son despedidos.
Se inicia entonces una fuerte huelga que durará 44 días. Lo primero que hacen los operarios es crear un comité de huelga con Simón Piera a la cabeza. El paro empieza y el subministro eléctrico en la ciudad de Barcelona se resiente fuertemente.
CNT se decide poner toda la carne en el asador y dar respaldo incondicional a los despedidos llamando al paro indefinido. En respuesta al llamamiento de los anarquistas los trabajadores de múltiples industrias dejan de trabajar dando respaldo a los detenidos. Por toda la ciudad se recogen fondos para crear cajas de resistencia con objeto de ayudar a las empresas en lucha.
El 23 de febrero se sumará la otra gran empresa eléctrica de la ciudad – Energía Eléctrica de Cataluña-. El resultado hace temblar a las autoridades, el subministro eléctrico de la ciudad está totalmente interrumpido.
El poder observa como se le escapa la situación de las manos y entonces el Capitán General de Barcelona, Joaquin Milans del Bosch ordena la movilización obligatoria de todos los hombres de entre 21 y 38 años. Pero no lo consigue ya que estos soldados de emergencia, siguiendo las consignas de los anarquistas, desertan al ser reclutados.
El 14 de marzo trabajadores, empresa y gobierno firman un acuerdo para finalizar el conflicto. Los trabajadores podrán reincorporarse a sus puestos, además el gobierno se compromete a crear el Instituto de Reformas Sociales, un ente institucional que tenía que servir para estudiar y mejorar las problemáticas del mundo obrero.
Momentáneamente vuelve la calma pero el 23 de marzo aún quedan cinco trabajadores encarcelados y los sindicatos vuelven a convocar a la huelga. Como respuesta el Gobierno suspenderá las garantías constitucionales y empezará a subir la tensión en las calles, teniendo lugar fuertes cargas policiales y detenciones por toda la ciudad. El 31 de marzo es asesinado el sindicalista Miguel Burgos.
El 12 de abril la huelga concluye. El resultado final es el reconocimiento de la jornada laboral de 8 horas diarias por parte del gobierno de Álvaro Figueroa y Torres.
Se inicia entonces una fuerte huelga que durará 44 días. Lo primero que hacen los operarios es crear un comité de huelga con Simón Piera a la cabeza. El paro empieza y el subministro eléctrico en la ciudad de Barcelona se resiente fuertemente.
CNT se decide poner toda la carne en el asador y dar respaldo incondicional a los despedidos llamando al paro indefinido. En respuesta al llamamiento de los anarquistas los trabajadores de múltiples industrias dejan de trabajar dando respaldo a los detenidos. Por toda la ciudad se recogen fondos para crear cajas de resistencia con objeto de ayudar a las empresas en lucha.
El 23 de febrero se sumará la otra gran empresa eléctrica de la ciudad – Energía Eléctrica de Cataluña-. El resultado hace temblar a las autoridades, el subministro eléctrico de la ciudad está totalmente interrumpido.
El poder observa como se le escapa la situación de las manos y entonces el Capitán General de Barcelona, Joaquin Milans del Bosch ordena la movilización obligatoria de todos los hombres de entre 21 y 38 años. Pero no lo consigue ya que estos soldados de emergencia, siguiendo las consignas de los anarquistas, desertan al ser reclutados.
El 14 de marzo trabajadores, empresa y gobierno firman un acuerdo para finalizar el conflicto. Los trabajadores podrán reincorporarse a sus puestos, además el gobierno se compromete a crear el Instituto de Reformas Sociales, un ente institucional que tenía que servir para estudiar y mejorar las problemáticas del mundo obrero.
Momentáneamente vuelve la calma pero el 23 de marzo aún quedan cinco trabajadores encarcelados y los sindicatos vuelven a convocar a la huelga. Como respuesta el Gobierno suspenderá las garantías constitucionales y empezará a subir la tensión en las calles, teniendo lugar fuertes cargas policiales y detenciones por toda la ciudad. El 31 de marzo es asesinado el sindicalista Miguel Burgos.
El 12 de abril la huelga concluye. El resultado final es el reconocimiento de la jornada laboral de 8 horas diarias por parte del gobierno de Álvaro Figueroa y Torres.