ROMANCE DE MIRABRINA.
Vivía la gentil doncella en Folloso de la Lomba con gran fama por su hermosura y encantos, tal era así que a la misma primavera le disputaba lozanía y candor. Un día un mozo y galán de Valbarca buscó esposa y a ella acudió, pues sabía que Mirabrina estaba en su mejor momento de Mercer. Ella además era romántica y soñadora y recibió al galán como a su príncipe soñado. El amor apretó tan dulcemente que en pocas fechas hubo boda y tornaboda, jamás olvidadas. Al otro día, la caravana con los nuevos esposos, con siete soberbios alazanes y algunas mulas se pusieron en marcha, camino abajo, atravesando la Omaña, sus valles floridos y sus ríos cantores, porque todo tuvo que ocurrir en plena primavera….. Llegó la caravana a Valbarca; entre un gran alborozo sus gentes la esperaban, a son de campanas muy arrepicadas, al gentil cortejo. Gran fiesta llena de arcos de verdor y rosas, baile y canto, rosquillas y mazapanes, vinos finos y mistelas dulces. El Señor de Valbarca introdujo en su casa-palacio a Mirabrina y allí la hizo reina de su casa, de su hacienda y de su vida.
La nueva señora de Valbarca fue para las gentes del pueblo, más que un encanto, una especie de adoración; todo en torno a ella pareció despertar horizontes nuevos, felices primaveras; pero nadie pudo entrever, entre tan amables auras, que por la línea última del horizonte asomaba una nube hirientemente roja, como la sangre viva y fluyente. Desdichadamente los hados no fueron muy generosos con el dichoso romance de Mirabrina. La enfermedad y la muerte la alcanzaron demasiado pronto. Detrás quedaría una estela de recuerdos áureos en medio de nubarrones demasiado negros. Mucho lloraron por Mirabrina las campanas de Valbarca, mucho también las de Folloso; mucho luto cubrió el recuerdo en las almas que tanto la amaron…. El señor de Valbarca ya no sería el amante hundido en el dolor, sino el corazón al que agitan los torvos vientos de la desesperación y la locura.
“Non fuera moza subida,
Moza mocera de braña,
Que fuera la linda moza
Doncella bien doncellaza.
Fija de linajes claros
Y rica casa alhajada
Con piedras bien componidas
Altas y flordelisadas.
De puros gozos vestida,
Manteleta flor-morada,
Corpiño verde de prao
Y ancho rodao de avellana.
Érase en la fuente risa
Do las aguas se prendaban,
Mayo de ronda florido,
Mañanita regalada.
Toda la Omaña quedóse
Sin Mirabrina mustiada
Cuando partióse la niña
Más que traída llevada.
¿Onde se fue Mirabrina?...
La fuente llora, no canta
El ventolino del monte
Que trae la color del Alba.
Tornáos pronto, Mirabrina,
A la honor de la tu casa,
La de las piedras floridas
Altas y bien retalladas;
Tornáos que la fuente llora,
Que suspira la campana,
Que la vida non parece,
Que todo se queda en nada.
¡Mirabrina, Mirabrina,
La omañesita de Omaña,
Amores trujo tu suerte,
Penas nos trujo tu marcha ¡”.
"La Omaña, donde los montes suspiran"
de D. Florentino Agustín Díez.
Vivía la gentil doncella en Folloso de la Lomba con gran fama por su hermosura y encantos, tal era así que a la misma primavera le disputaba lozanía y candor. Un día un mozo y galán de Valbarca buscó esposa y a ella acudió, pues sabía que Mirabrina estaba en su mejor momento de Mercer. Ella además era romántica y soñadora y recibió al galán como a su príncipe soñado. El amor apretó tan dulcemente que en pocas fechas hubo boda y tornaboda, jamás olvidadas. Al otro día, la caravana con los nuevos esposos, con siete soberbios alazanes y algunas mulas se pusieron en marcha, camino abajo, atravesando la Omaña, sus valles floridos y sus ríos cantores, porque todo tuvo que ocurrir en plena primavera….. Llegó la caravana a Valbarca; entre un gran alborozo sus gentes la esperaban, a son de campanas muy arrepicadas, al gentil cortejo. Gran fiesta llena de arcos de verdor y rosas, baile y canto, rosquillas y mazapanes, vinos finos y mistelas dulces. El Señor de Valbarca introdujo en su casa-palacio a Mirabrina y allí la hizo reina de su casa, de su hacienda y de su vida.
La nueva señora de Valbarca fue para las gentes del pueblo, más que un encanto, una especie de adoración; todo en torno a ella pareció despertar horizontes nuevos, felices primaveras; pero nadie pudo entrever, entre tan amables auras, que por la línea última del horizonte asomaba una nube hirientemente roja, como la sangre viva y fluyente. Desdichadamente los hados no fueron muy generosos con el dichoso romance de Mirabrina. La enfermedad y la muerte la alcanzaron demasiado pronto. Detrás quedaría una estela de recuerdos áureos en medio de nubarrones demasiado negros. Mucho lloraron por Mirabrina las campanas de Valbarca, mucho también las de Folloso; mucho luto cubrió el recuerdo en las almas que tanto la amaron…. El señor de Valbarca ya no sería el amante hundido en el dolor, sino el corazón al que agitan los torvos vientos de la desesperación y la locura.
“Non fuera moza subida,
Moza mocera de braña,
Que fuera la linda moza
Doncella bien doncellaza.
Fija de linajes claros
Y rica casa alhajada
Con piedras bien componidas
Altas y flordelisadas.
De puros gozos vestida,
Manteleta flor-morada,
Corpiño verde de prao
Y ancho rodao de avellana.
Érase en la fuente risa
Do las aguas se prendaban,
Mayo de ronda florido,
Mañanita regalada.
Toda la Omaña quedóse
Sin Mirabrina mustiada
Cuando partióse la niña
Más que traída llevada.
¿Onde se fue Mirabrina?...
La fuente llora, no canta
El ventolino del monte
Que trae la color del Alba.
Tornáos pronto, Mirabrina,
A la honor de la tu casa,
La de las piedras floridas
Altas y bien retalladas;
Tornáos que la fuente llora,
Que suspira la campana,
Que la vida non parece,
Que todo se queda en nada.
¡Mirabrina, Mirabrina,
La omañesita de Omaña,
Amores trujo tu suerte,
Penas nos trujo tu marcha ¡”.
"La Omaña, donde los montes suspiran"
de D. Florentino Agustín Díez.