CANALES: LA VENTA DE AGUASMESTAS....

LA VENTA DE AGUASMESTAS.

Aguasmestas, que no es pueblo y apenas llega a caserío, tiene siglos de presencia en la historia, en la vida y en los movimientos concejiles de la Omaña, es un punto clave y estratégico de la Comarca, de la Omaña medieval y moderna. Es un partidor de ríos, de caminos y de valles. Y aquí, precisamente aquí, en Aguasmestas de Omaña, partidor de caminos y de antiguas rutas arrieriles y carromateras, tuvo que emplazarse la Venta de Aguasmestas. Una venta de casalicio muy ancho, más ancho que “de aldea”: grandes establos, gran corral, gran cocina, gran despensa, salas espaciosas, famosa ventera y fornidas maritornes; gentes, en fin, de oficio de venta, muy llenas y acogedoras. Fue en tiempos todo: alberguería, mesón, posada, y conoció también toda suerte de tránsitos y transportes: la carreta celta de ruedas fijas a los ejes rechinantes, los de la famosa copla:
“Dale tocino a los ejes
Del carro, dale Manuel,
Que sí se quejan se quejen
Pero que se quejen bien.”
Pero lo que más se recordaba en la Venta de Aguasmestas, donde las diligencias y sus hombres y troncos descansaban, relevaban y repostaban, era a los arrieros del chaleco colorado, y monterilla astur y el “pito” demasiado alegre, y que solían ser, además, mozos, guapos y cenceños. Por eso ocurrió lo que ocurrió una noche en la Venta. El arriero, como el carretero, dormían en las cuadras o pajares, sobre las mantas que siempre llevaban consigo, y si el frío apretaba, entre mantas. Había un buen mullido de heno seco o de paja; había buenas albardas y sillas de montar de cabezal. Allí debió quedarse y dormir el apuesto arriero, muy pagado de su suerte mujeriega. La maritornes de su elección dormía en la cocina, sobre un ancho banco bien mullido, detrás de la mesa perezosa. El arriero no se anduvo con requilorios y se fue derecho a la moza, dispuesto a “entrar” a la moza. Pero la moza no estaba a punto, porque también para estos bollos debe estar el horno en su apropiado caliente. El arriero quiso someter a la moza, bien sujeta ya entre sus brazos y sus piernas, pero la moza, enorme y fornida, empujó violentamente al arriero con sus piernas, sus brazos, sus pechos y sus uñas. Mal parado el arriero en su primer asalto quedó en pie y ya, espumeante la boca, totalmente enardecido y animalado, quiso trincar a la moza, pero ésta, bien repuesta y muy segura de las fuerzas que le habían dado los aires, las cecinas, y las mantequillas de sus brañas, enganchó al mozo por donde más pecar quería y enseguida enroscó a él sus temibles brazos, lo alzó del suelo, lo zarandeó a uno y otro lado y lo lanzó violentamente contra los hierros de los morillos, partiéndole el espinazo. ¿Qué pasó después? Pues que hubo un arriero a quien su audacia de entrarle por fuerza a una moza omañesa –creo que era de Cornombre- lo retiró de la circulación. Así de sencillo. ¿Y qué pasó a la moza?... ¿Qué puñetas tenía que pasarle?... No se olvide que clientes bastante habituales de la Venta de Aguasmestas eran políticos muy por lo alto –Dato, Merino, Carballo, Arias….-, politiquillos lameculos de los que tanto abundaron y abundan, y caciques. Todos, en la ocasión del arriero y la moza, estuvieron muy de acuerdo en defender a ésta, porque había obrado en defensa de su honra y del buen nombre de la venta, que en cuestiones de sexo podía a veces andar maculado por algún rincón, pero no tan a lo bestia.

"La Omaña, donde los montes suspiran"
de D. Florentino Agustín Díez.