EL TERRITORIO DEL NÓMADA |
El retorno del brujo
AYER SE CUMPLIERON 110 AÑOS DEL NACIMIENTO DE ALEJANDRO CASONA. DIRECTOR DEL TEATRO DEL PUEBLO, EN LAS MISIONES PEDAGÓGICAS, SE CONSAGRÓ COMO EL DRAMATURGO CON MÁS ÉXITO EN LA ESPAÑA REPUBLICA-NA. ESCRIBÍA SUS OBRAS EN LOS VERANOS DE CANALES.
ERNESTO ESCAPA 24/03/2013
Su último estreno, antes de partir para el exilio, fue el de Nuestra Natacha en León, el 16 de julio de 1936. Según Jordi Gracia y Domingo Ródenas, en su Historia de la Literatura Española (2011), quienes celebraron aquel éxito leonés «fueron pasados por las armas». Es otro bulo asociado al tremendo impacto de la obra. Desde su salida de España, en febrero de 1937, el exilio se iba a prolongar un cuarto de siglo, hasta 1962. Entonces, será el primer autor de su relieve en volver. Y además lo hizo arropado por los mimos de la Primavera de Fraga, que preparaba su celebración de los 25 Años de Paz en 1964. Los retornos del exilio se iban produciendo silenciosamente, aprovechando las vacaciones estivales. Así volvieron Jorge Guillén y Francisco Ayala, por citar dos ejemplos notables. Otros lo hicieron para morir, como Benjamín Jarnés, o para recluirse, como el poeta valenciano Juan Gil Albert. Pero, muerto Lorca, Casona era el estandarte teatral republicano, el autor cuyo regreso iba a provocar mayor polvareda.
LOS FRUTOS DE CANALES
A lo largo de los años de exilio, sus piezas teatrales iban siendo leídas y representadas por grupos aficionados en España, aunque él mismo prohibió de forma terminante el intento de poner en escena en Madrid La dama del alba, por parte del cuñado de Azaña, que acababa de salir de la prisión del Dueso. Y eso que a Cipriano Rivas Cherif le debía el apoyo más valioso en sus inicios. Su teatro del exilio mantenía el lirismo intelectual de las primeras obras, pero desprovisto ya de la diatriba contra las viejas instituciones anquilosadas que estaba en el núcleo de Nuestra Natacha. Del legado institucionista, fue quedando en su obra el recurso a las fuentes tradicionales, mientras se retrae el mensaje pedagógico. En su etapa americana, Alejandro Casona estrena catorce nuevas piezas teatrales, colabora en la radio y la prensa y asiste a la proyección universal de su teatro. Desde el principio, se hacen lecturas radiofónicas y versiones cinematográficas de sus obras más famosas y él participa en los guiones de las películas. Entonces conoce en varios repartos a una joven actriz que enseguida va a alcanzar notoriedad como primera dama del peronismo: Evita Duarte. Años más tarde, descubrirá también que la princesa Sofía perfeccionó su primer conocimiento del español con la versión bilingüe de La dama del alba, traducida al griego por Julia Yatridi, hija de un íntimo amigo suyo del Valle de Arán.
La dama del alba (1944) es su mejor obra del exilio y supone el reencuentro con Margarita Xirgu, que no había representado Nuestra Natacha (1936) por celos de Federico García Lorca, según testimonio del director teatral Cipriano Rivas Cherif. De nuevo sitúa los temas universales de la vida y la muerte en un escenario reconocible: el ámbito regional de la memoria envuelto por un halo poético de magia y misterio. La barca sin pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949) rematan su primera década fuera de España. Cuando ya piensa en volver, estrena La casa de los siete balcones (1957), «solar de mayorazgos en una pequeña villa del norte español», que sus amigos del interior sitúan en Canales, el pueblo de su madre donde escribió los primeros libros de versos, además de Flor de leyendas (1933), con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, y en el verano de 1935 Nuestra Natacha, que le pasa a máquina su amigo de La Magdalena Publio Lorenzana.
EL PRIMER ESTRENO DEL RETORNO
A finales de los cincuenta, Aguilar edita en Madrid el segundo volumen de sus Obras completas y Casona va menudeando estancias, que se hacen más largas a partir de 1960. Su primer estreno del retorno tiene lugar el 22 de abril de 1962: La dama del alba, en el Bellas Artes, con Carmen Polo en el palco y el viejo republicano acudiendo al besamanos. Los jóvenes autores, con la excepción de Gala que se sube a su estela, le reprochan la entrega a los mimos del régimen, que repone toda su dramaturgia del exilio. Varias obras superan las dos mil representaciones. En octubre de 1964, estrena El caballero de las espuelas de oro, sobre un Quevedo aterido por los fríos de San Marcos, que la crítica más atenta descalifica como una sucesión de cromos en tecnicolor. A final de año, se compra piso frente al Botánico y se convierte en la estrella de los Festivales de España de Tamayo. Fallece el 17 de septiembre de 1965, después de varias intervenciones coronarias. A los dos años, muere su hija Marta, y uno más tarde, su mujer, ambas en agosto. Su yerno, el galerista Felipe Santullano Tuñón, aguantará doce años más, hasta que se arroja al vacío desde la terraza de su casa. Un tipo singular, evocado por Manuel Vicent en los Cuadernos del Norte. Luego, Casona se fue apagando, lastrado en su aprecio por la decepción del retorno. En 2006 ardió la casona de Besullo que le dio nombre.
El retorno del brujo
AYER SE CUMPLIERON 110 AÑOS DEL NACIMIENTO DE ALEJANDRO CASONA. DIRECTOR DEL TEATRO DEL PUEBLO, EN LAS MISIONES PEDAGÓGICAS, SE CONSAGRÓ COMO EL DRAMATURGO CON MÁS ÉXITO EN LA ESPAÑA REPUBLICA-NA. ESCRIBÍA SUS OBRAS EN LOS VERANOS DE CANALES.
ERNESTO ESCAPA 24/03/2013
Su último estreno, antes de partir para el exilio, fue el de Nuestra Natacha en León, el 16 de julio de 1936. Según Jordi Gracia y Domingo Ródenas, en su Historia de la Literatura Española (2011), quienes celebraron aquel éxito leonés «fueron pasados por las armas». Es otro bulo asociado al tremendo impacto de la obra. Desde su salida de España, en febrero de 1937, el exilio se iba a prolongar un cuarto de siglo, hasta 1962. Entonces, será el primer autor de su relieve en volver. Y además lo hizo arropado por los mimos de la Primavera de Fraga, que preparaba su celebración de los 25 Años de Paz en 1964. Los retornos del exilio se iban produciendo silenciosamente, aprovechando las vacaciones estivales. Así volvieron Jorge Guillén y Francisco Ayala, por citar dos ejemplos notables. Otros lo hicieron para morir, como Benjamín Jarnés, o para recluirse, como el poeta valenciano Juan Gil Albert. Pero, muerto Lorca, Casona era el estandarte teatral republicano, el autor cuyo regreso iba a provocar mayor polvareda.
LOS FRUTOS DE CANALES
A lo largo de los años de exilio, sus piezas teatrales iban siendo leídas y representadas por grupos aficionados en España, aunque él mismo prohibió de forma terminante el intento de poner en escena en Madrid La dama del alba, por parte del cuñado de Azaña, que acababa de salir de la prisión del Dueso. Y eso que a Cipriano Rivas Cherif le debía el apoyo más valioso en sus inicios. Su teatro del exilio mantenía el lirismo intelectual de las primeras obras, pero desprovisto ya de la diatriba contra las viejas instituciones anquilosadas que estaba en el núcleo de Nuestra Natacha. Del legado institucionista, fue quedando en su obra el recurso a las fuentes tradicionales, mientras se retrae el mensaje pedagógico. En su etapa americana, Alejandro Casona estrena catorce nuevas piezas teatrales, colabora en la radio y la prensa y asiste a la proyección universal de su teatro. Desde el principio, se hacen lecturas radiofónicas y versiones cinematográficas de sus obras más famosas y él participa en los guiones de las películas. Entonces conoce en varios repartos a una joven actriz que enseguida va a alcanzar notoriedad como primera dama del peronismo: Evita Duarte. Años más tarde, descubrirá también que la princesa Sofía perfeccionó su primer conocimiento del español con la versión bilingüe de La dama del alba, traducida al griego por Julia Yatridi, hija de un íntimo amigo suyo del Valle de Arán.
La dama del alba (1944) es su mejor obra del exilio y supone el reencuentro con Margarita Xirgu, que no había representado Nuestra Natacha (1936) por celos de Federico García Lorca, según testimonio del director teatral Cipriano Rivas Cherif. De nuevo sitúa los temas universales de la vida y la muerte en un escenario reconocible: el ámbito regional de la memoria envuelto por un halo poético de magia y misterio. La barca sin pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949) rematan su primera década fuera de España. Cuando ya piensa en volver, estrena La casa de los siete balcones (1957), «solar de mayorazgos en una pequeña villa del norte español», que sus amigos del interior sitúan en Canales, el pueblo de su madre donde escribió los primeros libros de versos, además de Flor de leyendas (1933), con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, y en el verano de 1935 Nuestra Natacha, que le pasa a máquina su amigo de La Magdalena Publio Lorenzana.
EL PRIMER ESTRENO DEL RETORNO
A finales de los cincuenta, Aguilar edita en Madrid el segundo volumen de sus Obras completas y Casona va menudeando estancias, que se hacen más largas a partir de 1960. Su primer estreno del retorno tiene lugar el 22 de abril de 1962: La dama del alba, en el Bellas Artes, con Carmen Polo en el palco y el viejo republicano acudiendo al besamanos. Los jóvenes autores, con la excepción de Gala que se sube a su estela, le reprochan la entrega a los mimos del régimen, que repone toda su dramaturgia del exilio. Varias obras superan las dos mil representaciones. En octubre de 1964, estrena El caballero de las espuelas de oro, sobre un Quevedo aterido por los fríos de San Marcos, que la crítica más atenta descalifica como una sucesión de cromos en tecnicolor. A final de año, se compra piso frente al Botánico y se convierte en la estrella de los Festivales de España de Tamayo. Fallece el 17 de septiembre de 1965, después de varias intervenciones coronarias. A los dos años, muere su hija Marta, y uno más tarde, su mujer, ambas en agosto. Su yerno, el galerista Felipe Santullano Tuñón, aguantará doce años más, hasta que se arroja al vacío desde la terraza de su casa. Un tipo singular, evocado por Manuel Vicent en los Cuadernos del Norte. Luego, Casona se fue apagando, lastrado en su aprecio por la decepción del retorno. En 2006 ardió la casona de Besullo que le dio nombre.