Qué recuerdos me ha traido esta foto. Ya sé M. Jesús, que no he escrito lo que teníamos pendiente, pero vaya un aperitivo...
Cuarenta y muchos años ha, me dirigía a Garaño a ver a mi sobrino (en bici, por supuesto) y estando en el medio del puente (tal que el de la foto) cuando vi el camión de Abundio en sentido contrario... pasamos, pensé, pero al parecer no pasamos los dos. Tengo de recuerdo varios puntos en mi pierna izquierda y unos días borrados del disco duro...
Cuarenta y muchos años ha, me dirigía a Garaño a ver a mi sobrino (en bici, por supuesto) y estando en el medio del puente (tal que el de la foto) cuando vi el camión de Abundio en sentido contrario... pasamos, pensé, pero al parecer no pasamos los dos. Tengo de recuerdo varios puntos en mi pierna izquierda y unos días borrados del disco duro...
… sigue… sigue, esto promete! Cuando me sitúo en ese episodio de mi niñez aún puedo revivir, (al poner en marcha mi moviola interna), la angustia que se respiraba ante unas voces alarmantes dando cuenta de un accidente en el puente… gente corriendo… alguien que te identificó, otro que voló angustiado a dar la noticia en tu casa… todos corriendo…y los demás con el corazón acelerado y encogido en un puño esperando un desenlace.
Entendí, por aquel entonces, el porqué cuando nos envuelve una desgracia súbita, las personas nos abrazamos buscando un apoyo, un soporte a ese miedo que anticipa una pérdida. Los que éramos niños buscamos a la madre como los pollitos se refugian bajo las alas protectoras de las gallinas cluecas. (por cierto, a los que tuvisteis gallinero… ¿no recordáis esa escena tan tierna?)
Y te llevaron a la consulta de D. José que supongo que actuó con más premura que en el mejor de los actuales servicios de urgencia médica.
No sabía que te habías detenido en esa frontera de la vida y la muerte. Al final, ganaste y te quedaste…. Y supongo que siempre te preguntarás (yo sí me lo pregunto) qué se siente en ese estadio de la vida. Quiero investigar en esa realidad que forma parte del anecdotario feliz o complicado de tu camino, de ese zurrón profundo que tanto cuesta llenar.
Hay cosas que suceden para ser recordadas aunque sólo sea para observar la vida con atención, lo que supone una oportunidad para encontrar más y mejores respuestas. Aunque sólo observando no podamos encontrar toda la verdad que rodea a lo que miramos… Acontecimientos como estos te proporcionan una óptica de la vida, más reposada, más sosegada… tomamos conciencia que somos un títere en manos de un Orden Superior que decide quién pasa y quién ha de seguir luchando por sobrevivir.
Reflexiones estas, propias de noches imparejas, sacrificio de las soledades, en las que tantas vivencias propias y ajenas recorren sin complejos el apartado fecundo de mis preocupaciones… (y de las vuestras?). Mariajesús Morla
Vaya foto... y qué tiempos aquellos!
Entendí, por aquel entonces, el porqué cuando nos envuelve una desgracia súbita, las personas nos abrazamos buscando un apoyo, un soporte a ese miedo que anticipa una pérdida. Los que éramos niños buscamos a la madre como los pollitos se refugian bajo las alas protectoras de las gallinas cluecas. (por cierto, a los que tuvisteis gallinero… ¿no recordáis esa escena tan tierna?)
Y te llevaron a la consulta de D. José que supongo que actuó con más premura que en el mejor de los actuales servicios de urgencia médica.
No sabía que te habías detenido en esa frontera de la vida y la muerte. Al final, ganaste y te quedaste…. Y supongo que siempre te preguntarás (yo sí me lo pregunto) qué se siente en ese estadio de la vida. Quiero investigar en esa realidad que forma parte del anecdotario feliz o complicado de tu camino, de ese zurrón profundo que tanto cuesta llenar.
Hay cosas que suceden para ser recordadas aunque sólo sea para observar la vida con atención, lo que supone una oportunidad para encontrar más y mejores respuestas. Aunque sólo observando no podamos encontrar toda la verdad que rodea a lo que miramos… Acontecimientos como estos te proporcionan una óptica de la vida, más reposada, más sosegada… tomamos conciencia que somos un títere en manos de un Orden Superior que decide quién pasa y quién ha de seguir luchando por sobrevivir.
Reflexiones estas, propias de noches imparejas, sacrificio de las soledades, en las que tantas vivencias propias y ajenas recorren sin complejos el apartado fecundo de mis preocupaciones… (y de las vuestras?). Mariajesús Morla
Vaya foto... y qué tiempos aquellos!
DE PRESTAO Y EN CORRAL AJENO:
No quiero dejar pasar ni un segundo más sin darte las gracias por lo que has escrito, por la buena prosa que manejas y por la forma en que dices lo que hay que decir.
De momento, la memoria, funciona, que no es poco, y se ha hecho selectiva. Hace tiempo que el autoborrado de los malos recuerdos se ha puesto en marcha, pero no tengo muy perfeccionado el sistema...
Y, el puente... cuántas generaciones han transitado por él, cuántos buenos y malos recuerdos, y qué mala solución se dieron a sus piedras, desperdigadas, cuando no abandonadas por todo el pueblo.. Pero hoy ha salido el sol, como cada día, y no es bueno instalarse en los recuerdos. Esos recuerdos de infancia, donde los vecinos, eran como una segunda familia, donde se compartían las cosas, los trabajos y los esfuerzos... donde el triunfo de cualquiera, era el de todos, donde se valoraba a las personas, por lo que valían, por lo que eran, no por lo que aparentaban. Donde un toque de campana significaba algo, de gozo, de pena, de alarma o de concejo... De, como dice el P. Morán, en "Por tierras de León", vivían personas honradas, laboriosas, sencillas, hospitalarias, buenos cristianos y pobres (del primer cuarto del siglo XX, que ya ha llovido, desde entonces.)
No quiero dejar pasar ni un segundo más sin darte las gracias por lo que has escrito, por la buena prosa que manejas y por la forma en que dices lo que hay que decir.
De momento, la memoria, funciona, que no es poco, y se ha hecho selectiva. Hace tiempo que el autoborrado de los malos recuerdos se ha puesto en marcha, pero no tengo muy perfeccionado el sistema...
Y, el puente... cuántas generaciones han transitado por él, cuántos buenos y malos recuerdos, y qué mala solución se dieron a sus piedras, desperdigadas, cuando no abandonadas por todo el pueblo.. Pero hoy ha salido el sol, como cada día, y no es bueno instalarse en los recuerdos. Esos recuerdos de infancia, donde los vecinos, eran como una segunda familia, donde se compartían las cosas, los trabajos y los esfuerzos... donde el triunfo de cualquiera, era el de todos, donde se valoraba a las personas, por lo que valían, por lo que eran, no por lo que aparentaban. Donde un toque de campana significaba algo, de gozo, de pena, de alarma o de concejo... De, como dice el P. Morán, en "Por tierras de León", vivían personas honradas, laboriosas, sencillas, hospitalarias, buenos cristianos y pobres (del primer cuarto del siglo XX, que ya ha llovido, desde entonces.)