Si te propones algún día mandar con dignidad, debes servir con diligencia.
Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar.
Es un principio indiscutible que para saber mandar bien, es preciso saber obedecer.
Manda el que puede y obedece el que quiere.
Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno.