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CANALES: Gracias por compartir este tipo de artículos, amiga...

La fecha....ídem de lo mismo.

Nuestro practicante de muchos años, Herminio, hizo, como dije antes, de médico, de comadrona, de dentista.... y hasta de veterinario, (ese dia no estaba Dionisio..) además sabia hacerlo, tuvo fallos como todos.. pero era en su profesión muy bueno... los vecinos del pueblo iban a él; sabían que no era médico ni dentista, ni comadrona.., pero confiaban y eso hacia que él, hiciera las cosas lo mejor que sabia y podía..... aunque refunfuñara.

Cierto día un ciclista se cayó de la bici, y se dio un fuerte golpe en la cabeza, llamaron a Herminio, lo curó, se la vendó y lo envió a León al Hospital.. cuando llegó le dijeron quien lo había curado tan bien, y al decirles que el practicante de Canales, le contestaron que la cura era perfecta y el vendaje idem de lo mismo.. que diera las gracias al practicante porque le había salvado la vida.. así lo hizo días más tarde.

Y digo ésto, porque hace años, nadie apenas iba al hospital sino era por una gravedad. En los pueblos el practicante, o el veterinario, hacían las veces del médico, si éste no estaba.
Cuando se cuentan casos que han pasado, no entiendes como la gente podía vivir sin que les atendiera el médico, pero asi era.. y ¡gracias que aquí teníamos a Herminio también, aparte del médico y veterinario...

En la imagen, Herminio con su primer nieto.

Gracias por compartir este tipo de artículos, amiga Gemma.

Suscribo absolutamente todo lo que dices. Yo por supuesto que también tengo recuerdos de Herminio.

En casa Rosales, actual morada de mis padres, siendo yo un guaje, recuerdo sus puertas cerradas. Todas daban a sus respectivas habitaciones menos una. Era la que según abrías y asomabas, te enseñaba unas escaleras de madera que te bajaban al patio; ocho escalones, bastante pendientes y sin ningún tipo de pasamanos donde agarrarte; la causa, la falta de espacio. Que "sapadas" me di por intrépido y terco, justamente tantas como intentonas por bajarlas. Al finalizar dichas escaleras una dura pared era la que me cobraba el correspondiente peaje por mi osadía. Cuando el guaje al bajar rodando por donde no quería, metía el inevitable estruendoy empezaba a llorar, la sangre salía de su cabeza, labios, brazos...... y era la disculpa perfecta para bajar a ver a Herminio. En aquella sala de curas que tenía instalada en su casa de Los Castañales, mi cabeza llevó más puntos, que el Barsa en siete ligas (así quedé yo de la azotea). Herminio el hombre, trataba de restarle importancia, cosa de críos, pero recuerdo también que cuando salíamos de su casa, a la hora de la despedida, aquella puerta siempre permanecía entreabierta, más de alguna vez intuí que era porque aún quedaban muchos puntos pendientes de dar.............