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CANALES: Yo tengo un gran recuerdo de Herminio. Tuve la mala...

HERMINIO DÍEZ ROBLA

(Conocido como Herminio el practicante)

Nació el 12 de agosto de 1918 en Formigones, una cercana aldea situada detrás del monte que corona la Mata Grande por encima del cementerio de Canales y que pertenece al ayuntamiento de Santa María de Ordás.

Muchas personas de las que hay aquí hoy no le habrán conocido y, en muchos casos, quizás ni han oído hablar de él; sin embargo, Herminio dedicó la mayor parte de su vida al desempeño profesional en el ayuntamiento de Soto y Amío y en particular en los pueblos de Canales, La Magdalena y Garaño.

Herminio decidió ser practicante al finalizar la guerra civil que asoló este país entre los años 1936 y 1939, para la que fue reclutado cuando apenas contaba dieciocho años y su vida giraba en torno al internado del colegio de los “Hermanos Maristas” de Tuy, en Pontevedra.

De nuestra infancia, sus hijos recordamos escucharle con atención relatar historias de aquel desgraciado capítulo de su vida, de cómo él y varios de sus compañeros fueron obligados a abandonar el colegio y alistados en el ejército de turno con un destino tan incierto como desconocido, de cómo descartó las armas para alistarse en la Cruz Roja, de los lugares que conoció y de las terribles escenas en las que participó como enfermero prestando ayuda a heridos de muy diversa consideración, incluso de la metralla que dejó como secuela aquella cicatriz en una de sus piernas.

Como a muchos otros, la guerra truncó su juventud pero a él le enseño cual sería la actividad a la que iba a dedicar su vida.

Finalizada la guerra hizo el examen libre de convalidación del bachiller en el Instituto de León y, después, la escasa renta que su madre obtenía por la venta de leche y huevos financió su trasladó a Valladolid para cursar estudios de enfermería en la Facultad de Medicina de su Universidad, donde obtuvo un título reconocido en aquellos tiempos como Practicante en Medicina.

Después de un periodo de prácticas en la Clínica del doctor Hurtado en León, obtuvo su primer y definitivo destino como practicante en Canales a la edad de veintinueve años.

En Canales conoció a Magdalena, la hija menor de Kiko Pérez y Manolita, los dueños de algún pequeño y familiar negocio local como su tienda de ultramarinos y bar conocido por Casa Pérez o aquel viejo camión dedicado al transporte de mercancías y el Chevrolet que hacía de coche de alquiler, como llamaban entonces a los actuales taxis.

Después de un año de noviazgo se casaron y formaron una familia de cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Principal motivo por el que Herminio el practicante fijaría definitivamente su residencia en esta tierra, dedicando más de cuarenta años al ejercicio de su profesión.

Sus hijos recordamos que para él no había horarios ni fines de semana y que solamente disfrutó vacaciones por imperativo legal los años más próximos a su jubilación.

Atendía a cualquier paciente en sus horas de consulta y fuera de ellas, siempre que alguien llamara a la puerta aunque, a veces, costara una buena reprimenda.

Raramente dormía la noche entera en casa, bien porque hubiese un enfermo grave que necesitaba una inyección o una cura cada ciertas horas. Alguna vez, porque su puesto de comadrona le obligaba a asistir todos los partos de la zona y, por ello, sus manos fueron las primeras que tocaron a la mayoría de los niños nacidos en este ayuntamiento entre los años 1950 y 1970. Otras veces porque las minas sufrían algún derrumbe que ocasionaba heridos. Muchas fueron las que la sirena que marcaba el cambio de turno en la mina precedió al sonido del picaporte de nuestra casa seguido de las voces llamando a Herminio que raudo subía a su bicicleta con dirección a la mina, casi siempre al botiquín de la mina Carmen, en auxilio de algún minero herido. Aún pervive en nuestra memoria el triste recuerdo de trágicos desenlaces.

Incluso asistía en la consulta de casa a personas víctimas de todo tipo de accidentes, recordamos algunos de tráfico muy graves, mordeduras de perro o picaduras de algún animal y, sobre todo, la dedicación que precisaban muchos de los mineros enfermos de silicosis.

Se desplazaba para prestar asistencia en una bicicleta que con el tiempo cambió por un Vespino. Con ambos sufrió más de una caída por causa del hielo o la nieve.

La confianza profesional que ofrecía a muchos de sus paisanos hacía que acudieran pidiéndole consejo sobre sus enfermedades, aún sabiendo que su primera respuesta iba a ser el reproche por no haber acudido previamente a la consulta del médico. Tenían la certeza de que Herminio el practicante siempre les atendería.

En los años ochenta, siendo concejal del ayuntamiento de Soto y Amio, promovió la puesta en marcha de la recogida municipal de basura con un incipiente servicio prestado por un operario con un tractor agrícola y un remolque, para dar respuesta a su gran preocupación por la existencia de vertederos incontrolados que él siempre asoció con algunas enfermedades infecciosas demasiado comunes en la zona.

Lo recordamos siempre en su puesto aunque su salud flaqueara, sobre todo los años anteriores a su jubilación, por las muchas complicaciones de la diabetes que padecía desde los cuarenta años, a causa de las cuales falleció el día 3 de septiembre de 1999, a los ochenta y un años de edad.

Sus hijos y nietos lo reconocemos hoy como un buen padre y mejor abuelo, además de gran persona, avanzada a su tiempo por convicciones e ideas y queremos daros las gracias por dejarnos mostrar aquí nuestro agradecimiento a su dedicación familiar y a su larga trayectoria profesional.

Yo tengo un gran recuerdo de Herminio. Tuve la mala suerte de coger unas fiebres reumáticas con 8 años y el me puso un montón de inyecciones de "penicilina" ¡con él perdí el miedo a los pinchazos ¡.
Mi madre le habia acompañado muc has veces cuando ejercia de comadrona.