Ernesto Escapa
Mi artículo de hoy en "Diario de León", evocando el Canal de la Plata, de mi comarca vecina de Ordás.
FUEGO AMIGO / ERNESTO ESCAPA
El Canal de la Plata
En un par de años va a sumar diez el centenario del Canal de la Plata, obra civil concluida en junio de 1905. Su promotor fue Vicente García, vecino de Santa María de Ordás y antecesor por vía paterna de los Trapiello escritores. En la plaza del pueblo hay un monumento de don Vicente y la familia se reúne a su alrededor de vez en cuando, con la ausencia de Andrés Trapiello, que no se apunta a esos convites. La estatua es obra de Manuel Gutiérrez, en 1932, un escultor que hizo el monumento a la República en León y luego pobló de sombríos asperones algunas plazas de la provincia, antes de dedicarse con provecho al marmolismo funerario.
Por alguna cautela fácil de entender, después de la guerra empezó a firmar como Zerreitug, que es su apellido al revés, y con ese sello hizo los monumentos a los Caídos de Coyanza y Garrafe de Torío. El hombrecillo de la estatua convirtió en regadío hace cien años los eriales de Ordás, que veían pasar sin provecho el caudal ancho y ajeno del río. Para ello, ideó y patrocinó el Canal de la Plata, que sangraba del Luna en el paraje de Cardaniel, entre Selga y Canales. En la embocadura del valle, que aquí todavía no merece el nombre de ribera, el curso gélido del río ha sido apresado por segunda vez en el contraembalse de Selga, anegando la vega de la Barca, donde tenían el molino y sus mejores tierras los vecinos de Benllera. Es un retén pequeño, que facilita la toma de nivel al Canal del Órbigo, que desde aquí parte poderoso hacia las tierras del Páramo. Este canal discurre por la izquierda del río y el viajero se lo encuentra a menudo a la vera de la carretera que baja desde La Magdalena a La Bañeza. Es una obra ingenieril achacosa y con frecuentes reventones, pese a sus cinco décadas.
Al otro lado de la presa, a los pies de Selga, sale un cauce más menudo pero cargado de historia y leyenda. Es el Canal de la Plata, que empezó a tallarse en la roca a fines del siglo diecinueve. Un empeño romántico trabado de dificultades que culminó por la tozudez de don Vicente respaldada por los vecinos. Al construirse el embalse, el primer tramo, que era el más espectacular de talla, quedó anegado. Ahora el canal sale de la presa por la derecha del río y recorre buena parte de la comarca de Ordás. Su trecho más hermoso discurre entre Selga y Santibáñez, por las umbrías de Sorríos. Aunque el monumento de la plaza tiene fecha de 1932, don Vicente terminó sus días veinticuatro años antes, tres después de culminar su obra. Y no sin disgustos y sobresaltos, provocados tanto por los caciques comarcales como por los funcionarios de la capital. Las obras del canal se prolongaron durante siete años largos sin que hubiera faena para tanto. De ahí la justicia de su recordatorio
Mi artículo de hoy en "Diario de León", evocando el Canal de la Plata, de mi comarca vecina de Ordás.
FUEGO AMIGO / ERNESTO ESCAPA
El Canal de la Plata
En un par de años va a sumar diez el centenario del Canal de la Plata, obra civil concluida en junio de 1905. Su promotor fue Vicente García, vecino de Santa María de Ordás y antecesor por vía paterna de los Trapiello escritores. En la plaza del pueblo hay un monumento de don Vicente y la familia se reúne a su alrededor de vez en cuando, con la ausencia de Andrés Trapiello, que no se apunta a esos convites. La estatua es obra de Manuel Gutiérrez, en 1932, un escultor que hizo el monumento a la República en León y luego pobló de sombríos asperones algunas plazas de la provincia, antes de dedicarse con provecho al marmolismo funerario.
Por alguna cautela fácil de entender, después de la guerra empezó a firmar como Zerreitug, que es su apellido al revés, y con ese sello hizo los monumentos a los Caídos de Coyanza y Garrafe de Torío. El hombrecillo de la estatua convirtió en regadío hace cien años los eriales de Ordás, que veían pasar sin provecho el caudal ancho y ajeno del río. Para ello, ideó y patrocinó el Canal de la Plata, que sangraba del Luna en el paraje de Cardaniel, entre Selga y Canales. En la embocadura del valle, que aquí todavía no merece el nombre de ribera, el curso gélido del río ha sido apresado por segunda vez en el contraembalse de Selga, anegando la vega de la Barca, donde tenían el molino y sus mejores tierras los vecinos de Benllera. Es un retén pequeño, que facilita la toma de nivel al Canal del Órbigo, que desde aquí parte poderoso hacia las tierras del Páramo. Este canal discurre por la izquierda del río y el viajero se lo encuentra a menudo a la vera de la carretera que baja desde La Magdalena a La Bañeza. Es una obra ingenieril achacosa y con frecuentes reventones, pese a sus cinco décadas.
Al otro lado de la presa, a los pies de Selga, sale un cauce más menudo pero cargado de historia y leyenda. Es el Canal de la Plata, que empezó a tallarse en la roca a fines del siglo diecinueve. Un empeño romántico trabado de dificultades que culminó por la tozudez de don Vicente respaldada por los vecinos. Al construirse el embalse, el primer tramo, que era el más espectacular de talla, quedó anegado. Ahora el canal sale de la presa por la derecha del río y recorre buena parte de la comarca de Ordás. Su trecho más hermoso discurre entre Selga y Santibáñez, por las umbrías de Sorríos. Aunque el monumento de la plaza tiene fecha de 1932, don Vicente terminó sus días veinticuatro años antes, tres después de culminar su obra. Y no sin disgustos y sobresaltos, provocados tanto por los caciques comarcales como por los funcionarios de la capital. Las obras del canal se prolongaron durante siete años largos sin que hubiera faena para tanto. De ahí la justicia de su recordatorio