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Pregón de Manolo:

Integrantes de la Comisión de festejos, vecinos, calecheros, visitantes del calecho, familiares, amigas, amigos, buenas tardes a todos.

Supone para mí una enorme satisfacción el estar aquí y confieso que en el momento en que José Ángel me hizo la invitación de leer este pregón, me emocioné, pero de inmediato contesté que sí. Es un honor poder dar comienzo a estos días festivos que vamos a vivir.

Antes de nada quisiera recordar con cariño y respeto a los que no pueden acompañarnos por no estar ya entre nosotros, pero que sepan todos que están en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, y que no les olvidamos.
Quiero también enviar un abrazo a todos aquellos que por diferentes motivos: enfermedad, trabajo, estudios, etc., no pueden este año celebrar con nosotros las fiestas. Estoy seguro de que a través de las nuevas tecnologías sabrán puntualmente de los diferentes actos y actividades que nos han preparado, pero que también les recordamos y que contamos con ellos para el próximo año.

Aunque no puedo presumir de nacimiento, no dudéis que llevo y llevaré este pueblo siempre en mi corazón.

A continuación, como pregonero, quiero glosar brevemente parte de mi vida de infancia desarrollada aquí en Canales-La Magdalena, que ha sido compartida con gentes y en lugares que la mayoría de vosotros conocéis.

Con cinco años llegué a este lugar con mis padres y mis cuatro hermanos, desde Somiedo, instalándonos en las Casas de La Mina, lugar conocido también como "El Carmen", donde teníamos de vecinos a Ángel "el vigilante", Pedro "el guarda", y Benita "la cocinera", comenzando mi padre como encargado del cuidado de los animales. También debo mencionar a Herminio el practicante de la mina, Bernardo de Garaño en las oficinas, Maximiliano en la báscula, Fonso y Mundo en el economato, Joaquín "el capataz", y el veterinario Dionisio Paniagua, con su inseparable maletín de cuero.

En aquella época las cuatro estaciones del año estaban bien definidas: duros inviernos acompañados de grandes nevadas, con Moya con el GMC espalando la nieve; primaveras floridas; tórridos veranos, siendo la desaparecida "charca de los palos" donde aplacábamos los sudores; y otoños lluviosos.

El pueblo estaba entonces en pleno auge de explotación de carbón y contaba con tres minas importantes: la del Carmen, la de Blanco y la de Graset, lo que conllevó la apertura de un importante número de bares, de los que recuerdo al Trini, El Crucero, Casablanca, Lustre (con su futbolín), Bar Carlos, Eloy (luego Botafuelle), La Parra, Casa Pérez, Angelín y también tiendas como Casa Marcial, Las Teresas, Casa Paco, Frutas Carrizo, Droguería gloria, etc.

Durante tres años asistí a la escuela mixta, que estaba junto al Cuartel de la Guardia Civil, con buenos recuerdos de Doña Ascensión y Conchita la del Puente, y dado que eclesiásticamente pertenecíamos a Otero de las Dueñas, hice mi Primera Comunión en su Iglesia.

Al parecer, en la escuela la nueva maestra no podía sacar de mí nada positivo, lo que motivó a mis padres me llevaran a la Cátedra de Otero, donde D. Saturnino ejercía de párroco y profesor.

En los dos años que estuve preparando en Otero el ingreso al Seminario, coincidí con muchos jóvenes de esta comarca, recordando de manera especial a Manolo el Ruco, tan conocido y querido por todos.

También durante mi infancia me relacionaba, sobre todo en los veranos, durante la siega, con gentes del Barrio de Arriba, en concreto Regino, Modesto, Regina (madre de mi tía Mari), conocí a Cienfuegos, Estrella, Moisés, Cundo, Peletre, Nicanor, Bánez, Ángeles, echando buenos ratos en los prados del Reguerón y las Lavanderas.

Recuerdo lo bien que lo pasábamos en las fiestas del Corpus, con la procesión y luego con la actuación de la Orquesta de Turón, cuyo vocalista Manolo hacía las delicias de los asistentes.

Los años que permanecí en el seminario están salpicados de anécdotas; siempre volvía a La Magdalena en Navidades, Semana Santa y verano al nuevo domicilio de mis padres en el Barrio General Yagüe. Constituía todo un poema el traslado en el coche de línea, donde montaban más pasajeros que asientos, y si difícil era colocar la maleta, más difícil era mantener el equilibrio en el pasillo del autobús, obedeciendo siempre las indicaciones del "paisa" cobrador.

Cuando estaba en el pueblo ayudaba al sacerdote de turno (D. Saturnino, D. Ceferino, D. José) en los actos religiosos. Los domingos a las cuatro de la tarde dirigía el Rosario. Me viene a la memoria Doña Ricarda con sus nietos, Amada la de Morla con sus hijos, Julia la de Merino, Chon hermana de Gainza, etc...

Ya con diecisiete años empecé en los veranos a impartir clases particulares, sintiendo ahora una gran satisfacción por ver aquí a algunos de mis alumnos. Cada jornada de clases en verano era agotadora, pero llegaba la recompensa con el atardecer al juntarte con la juventud del entorno en la pista del Crucero, escuchando a Tom Jones cantando "Dilaila", y a Frank Sinatra, en extraños en la noche.

Reza la frase de que un seminarista debe saber latín y jugar al fútbol, y a fe que lo cumplí, porque jugué varios veranos en el club "La Unidad" (que bonito nombre), y deberíamos volver a aquellas tardes gloriosas en el estadio "El Galgón" y nuestros baños en las gélidas aguas del Río Luna al finalizar los partidos. Como antiguos jugadores en el equipo de fútbol recuerdo entre otros al "Argentino", Alvarín, el Fasa, Manolo, Fidel, Cabo, Ángel el Capi, Pedrito, Nin, Tiquio, Chus, Lucas y otros que no me vienen a la memoria.

Ya en mi época debo mencionar entre otros a Chus Lorenzana, Miguel el de Cundo, Mololo del Crucero, el recordado Marcial Vega, su hermano Juanín, Pepín el de Garaño, Arsenio de Tapia, Esteban y Quinín entre otros. Dimos tardes de gloria en varios pueblos, como Villaseca, Carrizo, Benavides, Lorenzana y La Robla.

No puedo dejar pasar por alto las navidades de 1970, en la primera Cabalgata de Reyes que celebramos, donde hice de Melchor, Toya de Carlos hizo de Gaspar, y Emilio de Celis de Baltasar. Solo de ver la cara de felicidad de los niños se nos olvidaba el frío que pasábamos -mereció la pena-, tradición que todos los años se repite en este lugar.

En fín, no quiero aburrirles más con mi alocución, ya que sería largo de relatar las innumerables anécdotas vividas.

Deciros que la vida nos lleva y nos trae a su antojo, y que aunque por mi profesión y trabajo he pasado los años en Madrid, Pais Vasco y en La Rioja, no por ello he perdido el contacto con vosotros y vuestras costumbres, porque todos los veranos los he pasado aquí junto a los míos disfrutando de vuestra compañía, ya que mi mujer es de la vecina localidad de Viñayo.

Al inicio de mi intervención mostré mi agradecimiento a José Ángel, por haberte brindado la oportunidad de ser este año el pregonero.

Ahora quisiera despedirme, con el permiso de todos los asistentes, recordando a mis padres, responsables de queyo haya podido vivir las experiencias que os he relatado.

Agradecer a mi esposa Lourdes, a mis hijos y nieto Nicolás, su cariño y apoyo constantes. Y por supuesto dar las gracias a la Asociación Cultural Calecho de Canales, que con estas celebraciones pretende mostrar y promover la cultura popular de la comarca, que este año serán en honor al centenario del Molino de Kiko, y a todos los asistentes por haber tenido la inmensa generosidad de regalarme estos minutos de paciente escucha.

Y como no quiero alargar más este pregón, porque como dice el refrán "no por largo es mejor", muchísimas gracias por vuestra presencia y la atención que me habéis dispensado.
"Viva Canales-La Magdalena"
"Viva el Calecho"
Felices Fiestas..