VERLAS VENIR
Otra vuelta de tuerca
ernesto escapa 07/11/2013
De repente, la tragedia de la mina distrae a la concurrencia política de la cucaña de sus propios enredos: el mareo de la sucesión de Herrera para la Junta, con su baraja de candidatos y zancadillas; la conferencia política de los socialistas, con afluencia de sobrevenidos que se postulan para prolongar las vacaciones de la derrota; o esa tentativa recurrente de menguar las competencias municipales, que es la urna que más llena el voto de la gente, para desplazar su gestión a las diputaciones, donde ya nadie pregunta. El barullo de semejantes disputas, jaleadas de respaldos, desplantes y reproches, también pretende sofocar el inventario de despropósitos que cada trámite lleva consigo, a veces con disimulo, otras con insolente orgullo. Y en esos jolgorios estábamos tan entretenidos.
El día que de nuevo volvió la muerte a la mina, aún estaba fresca e hiriente aquella estupidez de considerar privilegiadas a las víctimas. Y esta vez, sin que ninguno de los suyos descalificara al parlanchín. Ni el presidente, ni la vice de los atropos, ni el consejero del ramo, ni los parlamentarios afines de aquí. Porque la insensatez no había sido una ocurrencia espontánea de charlista, sino el desahogo de un ministro que ya nunca podrá acercarse a las cuencas mineras de su competencia. Así que en el momento de la tragedia, se escondió como un cobarde en la subdelegación del gobierno y retuvo con él a quienes ni siquiera querían verle. Protegido de la ira, tapándose la vergüenza, para volver con prisa a sus doseles de Madrid. Los muertos al hoyo y el vivo el bollo.
Sucede a veces que las tijeras acaban apuntando al esquilador. Sobre todo, cuando los del recorte tropiezan, tambalean o reculan y se esmorran sin aprender a manejarse con decoro. Todas las reformas en marcha se plantean para garantizar un mejor servicio al paisano y, de paso, ahorrar unos euros apurando el gasto, que buena falta hace. De vez en cuando, el engaño es tan obvio, que el truco no funciona ni con los suyos y se precipita la enmienda. Le acaba de pasar al charlatán Wert con los estudiantes universitarios del programa Erasmus, a quienes ya desplazados quiso quitarles su aportación para sufragar la estancia lejos de casa. Le pintaron la cara en Europa y en casa, pero el tipo carece de la dignidad precisa para irse y dejarnos en paz. Y eso que es ministro de Educación, empleo ennoblecido por nuestro paisano Claudio Moyano, autor de una ley educativa vigente durante más de cien años. Pues ni así.
Mientras prosiguen los enredos en la esfera política, las víctimas de la estafa del ahorro en Caja España Duero padecen el agobio de una nueva vuelta de tuerca. Al fin y al cabo, son mayores y sin voz, así que con ellos cualquier apaño vale. Después de tenerlos durante meses a la intemperie, comiéndose la sangre por haberse dejado engañar en su costumbre, van y les ofrecen el señuelo de un arbitraje para sus padecimientos. Todo antes de que acudan a los juzgados, dinamitando el horizonte de un proceso anquilosado. Y de paso, arrecian las humillaciones. Ni siquiera les dan información de los movimientos de sus cuentas saqueadas. Estas víctimas cobraban un 3,5% de interés. Mientras, las autoridades califican el despojo de las preferentes como una estafa. Y las estafas no se arbitran: se resarcen con la paga de lo birlado y luego se penan. Como manda la ley.
Otra vuelta de tuerca
ernesto escapa 07/11/2013
De repente, la tragedia de la mina distrae a la concurrencia política de la cucaña de sus propios enredos: el mareo de la sucesión de Herrera para la Junta, con su baraja de candidatos y zancadillas; la conferencia política de los socialistas, con afluencia de sobrevenidos que se postulan para prolongar las vacaciones de la derrota; o esa tentativa recurrente de menguar las competencias municipales, que es la urna que más llena el voto de la gente, para desplazar su gestión a las diputaciones, donde ya nadie pregunta. El barullo de semejantes disputas, jaleadas de respaldos, desplantes y reproches, también pretende sofocar el inventario de despropósitos que cada trámite lleva consigo, a veces con disimulo, otras con insolente orgullo. Y en esos jolgorios estábamos tan entretenidos.
El día que de nuevo volvió la muerte a la mina, aún estaba fresca e hiriente aquella estupidez de considerar privilegiadas a las víctimas. Y esta vez, sin que ninguno de los suyos descalificara al parlanchín. Ni el presidente, ni la vice de los atropos, ni el consejero del ramo, ni los parlamentarios afines de aquí. Porque la insensatez no había sido una ocurrencia espontánea de charlista, sino el desahogo de un ministro que ya nunca podrá acercarse a las cuencas mineras de su competencia. Así que en el momento de la tragedia, se escondió como un cobarde en la subdelegación del gobierno y retuvo con él a quienes ni siquiera querían verle. Protegido de la ira, tapándose la vergüenza, para volver con prisa a sus doseles de Madrid. Los muertos al hoyo y el vivo el bollo.
Sucede a veces que las tijeras acaban apuntando al esquilador. Sobre todo, cuando los del recorte tropiezan, tambalean o reculan y se esmorran sin aprender a manejarse con decoro. Todas las reformas en marcha se plantean para garantizar un mejor servicio al paisano y, de paso, ahorrar unos euros apurando el gasto, que buena falta hace. De vez en cuando, el engaño es tan obvio, que el truco no funciona ni con los suyos y se precipita la enmienda. Le acaba de pasar al charlatán Wert con los estudiantes universitarios del programa Erasmus, a quienes ya desplazados quiso quitarles su aportación para sufragar la estancia lejos de casa. Le pintaron la cara en Europa y en casa, pero el tipo carece de la dignidad precisa para irse y dejarnos en paz. Y eso que es ministro de Educación, empleo ennoblecido por nuestro paisano Claudio Moyano, autor de una ley educativa vigente durante más de cien años. Pues ni así.
Mientras prosiguen los enredos en la esfera política, las víctimas de la estafa del ahorro en Caja España Duero padecen el agobio de una nueva vuelta de tuerca. Al fin y al cabo, son mayores y sin voz, así que con ellos cualquier apaño vale. Después de tenerlos durante meses a la intemperie, comiéndose la sangre por haberse dejado engañar en su costumbre, van y les ofrecen el señuelo de un arbitraje para sus padecimientos. Todo antes de que acudan a los juzgados, dinamitando el horizonte de un proceso anquilosado. Y de paso, arrecian las humillaciones. Ni siquiera les dan información de los movimientos de sus cuentas saqueadas. Estas víctimas cobraban un 3,5% de interés. Mientras, las autoridades califican el despojo de las preferentes como una estafa. Y las estafas no se arbitran: se resarcen con la paga de lo birlado y luego se penan. Como manda la ley.