LA FAMILIA RURAL LEONESA
PRIMERA PARTE
ESTRUCTURAS FAMILIARES
I. Proceso de formación de la familia.
Al examinar cada una de las estructuras de la familia rural leonesa, intentamos saber cuáles fueron sus funciones sociales y cómo regulaban el sistema familiar rural, dando origen a una serie de pautas de conducta que aún hoy perduran y que incluso muchas de ellas han pasado a la familia urbana.
Estas estructuras rurales regulaban el proceso de formación de la familia: noviazgo, pedida, dote, boda, etc.; marcaban las pautas de conducta a seguir en cuanto a los hijos: gestación, número de hijos, bautismo, nombre de los niños, etc.; determinaban el status y papel social de cada uno de los miembros de la familia: papel de padre, de madre, de hijos, de abuelos, etc.; finalmente determinaban el mundo infraestructural de acuerdo a una concepción concreta del trabajo, de los ingresos, de los gastos, del sistema de distribución de los bienes o sistema hereditario. Etc.
Dentro de este mundo complejo de las estructuras familiares, en el presente apartado vamos a fijarnos solamente en aquellas que se refieren al proceso de formación de la familia.
La familia rural leonesa hasta no hace muchos años se formaba siguiendo un proceso muy concreto y detallado, en el cual se sucedían los siguientes pasos:
1.- Noviazgo
En todas las sociedades y cultura el matrimonio va precedido de una fase preparatoria, en la que los contrayentes se van socializando en la institución familiar y en sus pautas de conducta. La forma de iniciarse y desarrollarse esta etapa prematrimonial o noviazgo está determinada por cada cultura.
Concretamente en la cultura rural leonesa el noviazgo comenzaba normalmente en el baile de las fiestas patronales del propio pueblo o de los pueblos vecinos, en el paseo de los domingos, en los hilorios, filandones o veladas familiares, etc.
La primera motivación del noviazgo siempre estaba en un interés especial, afectivo y sexual de una pareja, que se manifestaba de una forma social y comunitaria cuando el joven colocaba un ramo de chopo, pino o laurel en el balcón de su amiga. Esta manifestación pública de sus quereres se solía hacer en fechas señaladas, por ejemplo, el día de San Juan en la Montaña o el día de Ramos en la Ribera. En otros pueblos de Tierra de Campos y del Bierzo el “día del ramo” solía ser el domingo de Resurrección o también el “día de los quintos”.
Una vez que los quereres de una determinada pareja se habían hecho públicos, los padres de los jóvenes, principalmente los de la joven, se dedicaban a investigar todos los pormenores de la otra parte: situación económica de la familia, conducta ético-moral del joven, ideología política, estado de salud, etc.
Si alguno de estos apartados no eran del todo satisfactorios a las aspiraciones de los padres de la pareja, principalmente a la situación económica, los padres interesados, con métodos más o menos autoritarios, disuadían a sus hijos de tal propósito y la joven pareja, sin mayor resistencia, rompía las relaciones, porque en definitiva los que determinaban el matrimonio no eran los jóvenes, sino sus padres -matrimonio de razón-.
El control al que era sometido el joven contrayente y su familia solía ser mucho más riguroso cuando éste era forastero, sobre el que siempre pesaba el refrán. “vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Las relaciones afectivas de una pareja podían durar mucho años sin pasar a la categoría de noviazgo, porque solían nacer muy temprano en aquellas largas veladas familiares. Pero una vez que éstas se habían hecho públicas y los padres tomaban cartas en el asunto, el noviazgo solía durar de cuatro a cinco años.
Generalmente se consideraba a los jóvenes capacitados para mantener relaciones de noviazgo: a la chica a partir de los veinte años y al chico después de cumplir el servicio militar, y se prologaban estas relaciones de cuatro a cinco años; viniendo a ser la edad media del matrimonio, para ella de veinticuatro a veinticinco años y para él de veintisiete a veintiocho.
Las relaciones en el periodo de noviazgo eran fuertemente controladas por parte de los padres de la novia principalmente, para lo cual se servían de todos los medios a su alcance, llegando a crear e institucionalizar la figura de la chaperona o acompañante de la novia cuando ésta quería estar con su novio. La chaperona solía ser un familiar amiga de la novia y de confianza de la familia de ésta. Aunque fue una figura presente en toda la provincia, donde tuvo más importancia fue en el Páramo.
Pero el control sobre las relaciones de noviazgo no sólo lo ejercía la familia, sino también la misma sociedad, que en algunas regiones de la Montaña y Ribera principalmente llegó a prohibir a los novios el verse solos, el cogerse de la mano, el besarse, etc.
Los lugares de cita de los novios en todo el mundo rural leonés fueron los mismos: las romerías, las salidas del rosario, la fuente, los hilandones, etc., todos ellos ambientes dominados por el control familiar y social. Tengamos en cuenta que las romerías comenzaban a las cinco de la tarde y duraban hasta la ocho o como mucho hasta las nueve, para ir de acuerdo con el refrán: “a las diez en la cama estés, si puede ser antes mejor que después”.
Además de las romerías patronales, se celebraba baile en otras muchas ocasiones: en las bodas, en los bautizos rumbones, en las vendimias, al final de la recolección, por las “matanzas”, etc. Casi podríamos ver en estas fiestas un culto a la naturaleza y a las distintas estaciones del año, aunque muchas veces cristianizado con la festividad de algún santo o patrón.
Cuando las relaciones de noviazgo tenían más de una año de duración, el joven podía acompañar a su novia a la salida del rosario y acercarse hasta la puerta de su casa, pero en ningún caso se le permitía entrar en casa de ésta hasta el día de la pedida. Tampoco estaba bien visto que la acompañase todos los días, a no ser que las relaciones ya fuesen formales y estuviesen preparando la boda.
El continuo control social a que se encontraban sometidas las parejas agudizaba el ingenio del joven campesino enamorado para buscar la forma de encontrarse con su novia y, al mismo tiempo, burlar la vigilancia. Es muy original, por ejemplo, la forma en que cortejaban en Tierra de Campos: “El novio acudía a casa de su novia envuelto en una manta y provisto de un garrote. Cuando llegaba a casa de su novia, daba unos golpes de contraseña en la ventana dela habitación donde le esperaba su novia y colgaba la manta de los clavos que había en la pared. Así, al abrigo de la manta, burlaba la vigilancia y el control de las gentes y pasaba un rato con su chica, que se encontraba del otro lado de la ventana, protegida por las rejas”.
PRIMERA PARTE
ESTRUCTURAS FAMILIARES
I. Proceso de formación de la familia.
Al examinar cada una de las estructuras de la familia rural leonesa, intentamos saber cuáles fueron sus funciones sociales y cómo regulaban el sistema familiar rural, dando origen a una serie de pautas de conducta que aún hoy perduran y que incluso muchas de ellas han pasado a la familia urbana.
Estas estructuras rurales regulaban el proceso de formación de la familia: noviazgo, pedida, dote, boda, etc.; marcaban las pautas de conducta a seguir en cuanto a los hijos: gestación, número de hijos, bautismo, nombre de los niños, etc.; determinaban el status y papel social de cada uno de los miembros de la familia: papel de padre, de madre, de hijos, de abuelos, etc.; finalmente determinaban el mundo infraestructural de acuerdo a una concepción concreta del trabajo, de los ingresos, de los gastos, del sistema de distribución de los bienes o sistema hereditario. Etc.
Dentro de este mundo complejo de las estructuras familiares, en el presente apartado vamos a fijarnos solamente en aquellas que se refieren al proceso de formación de la familia.
La familia rural leonesa hasta no hace muchos años se formaba siguiendo un proceso muy concreto y detallado, en el cual se sucedían los siguientes pasos:
1.- Noviazgo
En todas las sociedades y cultura el matrimonio va precedido de una fase preparatoria, en la que los contrayentes se van socializando en la institución familiar y en sus pautas de conducta. La forma de iniciarse y desarrollarse esta etapa prematrimonial o noviazgo está determinada por cada cultura.
Concretamente en la cultura rural leonesa el noviazgo comenzaba normalmente en el baile de las fiestas patronales del propio pueblo o de los pueblos vecinos, en el paseo de los domingos, en los hilorios, filandones o veladas familiares, etc.
La primera motivación del noviazgo siempre estaba en un interés especial, afectivo y sexual de una pareja, que se manifestaba de una forma social y comunitaria cuando el joven colocaba un ramo de chopo, pino o laurel en el balcón de su amiga. Esta manifestación pública de sus quereres se solía hacer en fechas señaladas, por ejemplo, el día de San Juan en la Montaña o el día de Ramos en la Ribera. En otros pueblos de Tierra de Campos y del Bierzo el “día del ramo” solía ser el domingo de Resurrección o también el “día de los quintos”.
Una vez que los quereres de una determinada pareja se habían hecho públicos, los padres de los jóvenes, principalmente los de la joven, se dedicaban a investigar todos los pormenores de la otra parte: situación económica de la familia, conducta ético-moral del joven, ideología política, estado de salud, etc.
Si alguno de estos apartados no eran del todo satisfactorios a las aspiraciones de los padres de la pareja, principalmente a la situación económica, los padres interesados, con métodos más o menos autoritarios, disuadían a sus hijos de tal propósito y la joven pareja, sin mayor resistencia, rompía las relaciones, porque en definitiva los que determinaban el matrimonio no eran los jóvenes, sino sus padres -matrimonio de razón-.
El control al que era sometido el joven contrayente y su familia solía ser mucho más riguroso cuando éste era forastero, sobre el que siempre pesaba el refrán. “vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Las relaciones afectivas de una pareja podían durar mucho años sin pasar a la categoría de noviazgo, porque solían nacer muy temprano en aquellas largas veladas familiares. Pero una vez que éstas se habían hecho públicas y los padres tomaban cartas en el asunto, el noviazgo solía durar de cuatro a cinco años.
Generalmente se consideraba a los jóvenes capacitados para mantener relaciones de noviazgo: a la chica a partir de los veinte años y al chico después de cumplir el servicio militar, y se prologaban estas relaciones de cuatro a cinco años; viniendo a ser la edad media del matrimonio, para ella de veinticuatro a veinticinco años y para él de veintisiete a veintiocho.
Las relaciones en el periodo de noviazgo eran fuertemente controladas por parte de los padres de la novia principalmente, para lo cual se servían de todos los medios a su alcance, llegando a crear e institucionalizar la figura de la chaperona o acompañante de la novia cuando ésta quería estar con su novio. La chaperona solía ser un familiar amiga de la novia y de confianza de la familia de ésta. Aunque fue una figura presente en toda la provincia, donde tuvo más importancia fue en el Páramo.
Pero el control sobre las relaciones de noviazgo no sólo lo ejercía la familia, sino también la misma sociedad, que en algunas regiones de la Montaña y Ribera principalmente llegó a prohibir a los novios el verse solos, el cogerse de la mano, el besarse, etc.
Los lugares de cita de los novios en todo el mundo rural leonés fueron los mismos: las romerías, las salidas del rosario, la fuente, los hilandones, etc., todos ellos ambientes dominados por el control familiar y social. Tengamos en cuenta que las romerías comenzaban a las cinco de la tarde y duraban hasta la ocho o como mucho hasta las nueve, para ir de acuerdo con el refrán: “a las diez en la cama estés, si puede ser antes mejor que después”.
Además de las romerías patronales, se celebraba baile en otras muchas ocasiones: en las bodas, en los bautizos rumbones, en las vendimias, al final de la recolección, por las “matanzas”, etc. Casi podríamos ver en estas fiestas un culto a la naturaleza y a las distintas estaciones del año, aunque muchas veces cristianizado con la festividad de algún santo o patrón.
Cuando las relaciones de noviazgo tenían más de una año de duración, el joven podía acompañar a su novia a la salida del rosario y acercarse hasta la puerta de su casa, pero en ningún caso se le permitía entrar en casa de ésta hasta el día de la pedida. Tampoco estaba bien visto que la acompañase todos los días, a no ser que las relaciones ya fuesen formales y estuviesen preparando la boda.
El continuo control social a que se encontraban sometidas las parejas agudizaba el ingenio del joven campesino enamorado para buscar la forma de encontrarse con su novia y, al mismo tiempo, burlar la vigilancia. Es muy original, por ejemplo, la forma en que cortejaban en Tierra de Campos: “El novio acudía a casa de su novia envuelto en una manta y provisto de un garrote. Cuando llegaba a casa de su novia, daba unos golpes de contraseña en la ventana dela habitación donde le esperaba su novia y colgaba la manta de los clavos que había en la pared. Así, al abrigo de la manta, burlaba la vigilancia y el control de las gentes y pasaba un rato con su chica, que se encontraba del otro lado de la ventana, protegida por las rejas”.