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4. La boda,
El día de la pedid ase concertaba la fecha de la boda, que solía ser el cuarto domingo a partir de la pedida: “tres domingos de velaciones y el cuarto los esponsales”.
Las velaciones se solían leer los tres domingos precedentes a la boda e iban acompañadas de una pequeña celebración. La primera velación se celebraba con una comida en casa de los padres de la novia, a donde acudía el novio con sus acompañantes, los mozos del pueblo. Este día la novia solía invitar a las mozas del pueblo a dulces y a vino.
El segundo domingo de velaciones se celebraba en casa de los padres del novio, a donde acudía la novia acompañada de sus amigas. El novio invitaba a los mozos del pueblo a un vino.
El tercer domingo, indistintamente n casa de uno u otra, se reunían los padres de los novios para concretar los últimos preparativos: se repasaban las listas de los invitados, se acordaba definitivamente las reses o animales menores que habría que matar, etc. Entre los detalles a ultimar estaba también el traje de los novios. El traje que la novia solía lucir en la boda era el típico de la región: “basquiña de merino, pañuelo de colores y medias blancas” en Tierra de Campos, “rodao, mantón de manila, pañuelo y medias negras” en el Bierzo, “mantón y mandil de abalorios, mantellina, pañuelo, medias blancas y zapatos de charol” en la Ribera y Montaña. Donde no existía traje regional, se usaba generalmente el traje de moda en aquel tiempo, pero siempre de color negro.
El atuendo de ceremonia del novio solía ser traje negro y en muchas regiones de la provincia capa fina y sombrero.
Una vez hechos todos estos preparativos, llegaba el día de la boda, programado de la mañana a la noche con una serie de pautas de conducta propias y características de cada zona. Con todo, se daban una serie de costumbres que coincidían en sus rasgos fundamentas en toda la provincia.
Comenzando por la duración de las fiestas, hay que decir que en toda la provincia existió la costumbre de celebrar dos días completos: boda y torna-boda. Incluso en algunas regiones los festejos comenzaban el día de la víspera, con la llegada de los invitados de procedencia más lejana, la llegada del novio, si era forastero, y los preparativos más inmediatos.
El día de la boda por la mañana, en medio del ambiente de fiesta que se creaba en todo el pueblo, se comenzaba repicando las campanas para anunciar al novio y a sus acompañantes, los mozos del pueblo, que había llegado la hora de ir a buscar a la novia y acompañarla hasta la iglesia. En algunos pueblos eran los músicos de la localidad lo que “echaban la alborada con pandereta y tamboril” para que todo el pueblo acudiese a la fiesta. Era una celebración eminentemente comunitaria.
Mozos y mozas juntos, acompañando a los novios, padres, padrinos y familiares, iban hacia la iglesia al son de pandereta. A las puertas del tempo loes esperaba el sacerdote y allí mismo comenzaban los ritos del sacramento para terminar al pie del altar.
Generalmente la cultura popular no interfiere en los ritos sagrados del matrimonio, limitándose exclusivamente a pagar lo exigido por el sacerdote, asunto del que se solía ocupar el padrino.
Inmediatamente después de la misa o ceremonia religiosa, mientras los novios y padrinos cumplimentaban en la sacristía los requisitos burocráticos, los jóvenes hacían coro a las puertas de la iglesia cantando:
“Salgan los señores novios
que les estamos esperando
para darles la enhorabuena
y que sea por muchos años”

La vuelta de la iglesia a casa la solían hacer recorriendo las calles del pueblo, bien a pie, bien montados en carro. Durante el recorrido los jóvenes seguían cantando:
“Ya te pusieron el yugo,
ya te echaron la jamostra,
ya no te vas a los trigos
aunque te pique la mosca."

"Casada ya estás casada
por los libros de S. Pedro
Que Dios te dé tanta suerte
como al mi borrico negro.”
Cuando iban llegando a casa de la novia, cantaban a la madre:
“Salga la señora madre
por ese portal barrido
a recibir a su hija
que viene con su marido”
Terminado el recorrido, los padrinos invitaban a todos los mozos y mozas del pueblo a nueces, avellanas, almendras y vino.
La comida se celebraba en casa de los padres de la novia, quienes con antelación habían reunido y etiquetado con marcas de pintura o hilos de distintos colores la vajilla de todas las familias amigas del pueblo.
Para el banquete se solían matar terneros, corderos o pollos, dependiendo del número de invitados y de los recursos económicos de las familias de los novios, ya que los gastos eran a partes iguales.
La represión sexual, existente en toda la sociedad rural, en estos momentos desaparecía y, generalmente, durante la comida siempre había alguien que, con sus insinuaciones, chistes, palabras de doble sentido o canciones, iniciaba a los novios en su vida sexual matrimonial.
Terminada la comida, vuelven a entrar en escena los jóvenes del pueblo. Yodos ellos acudían a casa de los recién casados y allí mismo, a la puerta de la casa o en la plaza más próxima, comenzaba el baile, la carrera de la rosa o del pollo y tantas otras actividades recreativas, sin faltar las coplas de dicadas a los novios:
“Aunque vayas forastera,
pena no lleves ninguna,
que te han de acompañar
los luceros y la luna.”
“Que buena suerte has tenido
caballero en el rondar;
otros la pidieron antes
y no se la quisieron dar.”

Una de las actividades recreativas más generalizadas en toda la provincia fue la carrera de la rosca o del mazapán. Este trofeo solía ser regalo de la madrina y otorgado por ella misma al ganador. No obstante, en Tierra de Campos, en vez de la carrera de la rosca fue más común la corrida del pollo, que, con pequeñas variantes, existió hasta no hace muchos años en varios de estos pueblos.
Consistía esta corrida en soltar un pollo, propiedad del novio, por las calles del pueblo para que toda la juventud lo corriese hasta darlo alcance. Una vez que alguien lo había conseguido, se lo entregaba a la novia. Esta tenía que enterrarlo hasta la cresta y luego, con los ojos vendados, tenía que darle muerte con un garrote. Después de muerto, se lo entregaba a los mozos y mozas del pueblo para que celebrasen una merienda el día de la tornaboda.
Por la noche, terminado el baile, los jóvenes del pueblo tenían costumbre de cobrar al novio los “derechos” que todos los jóvenes del pueblo tenían sobre la novia. El novio estaba obligado a invitar a todos los presentes a dulces y a vino por haber tomado para sí a una joven que pertenecía a la comunidad. Así terminaba el primer día de boda, si los jóvenes quedaban satisfechos con los derechos cobrados al novio. Pero muchas veces, después de haber cobrado los derechos, lo jóvenes aún seguían tratando de retener a la novia en la comunidad, para lo cual llegaban a encerrarla junto con la madrina, haciéndola pasar la primera noche de casada separada de su marido. Por otra parte, el novio podía ser también encerrado durante esta primera noche. Así era como terminaba la primera noche de bodas en muchos de los pueblos de nuestra provincia.
La tornaboda o segundo día de fiesta era aún más familiar y de celebración comunitaria. Después de la misa, a la que asistían todos los invitados, familiares y amigos, los novios, los mozos del pueblo y los invitados recorrían las calles del pueblo e invitaban a todos los vecinos a vino y nueces.
Después de la comida del segundo día, los invitados más lejanos comenzaban a marchar. Si había sobrado comida o dulces, estas sobras se repartían entre los familiares más allegados para que llevasen “los perdones” a los familiares que no habían asistido. Perdones que concedían los novios a sus familiares por no haberles acompañado en la boda o perdones que pedían éstos a los familiares que no habían invitado.
Una vez despedidos los invitados forasteros, se comenzaba el baile, en el cual jugaban un papel importante los vecinos del pueblo ya casados y las personas mayores. La tornaboda era dedicada principalmente a los bailes típicos y regionales.
Con ocasión de las fiestas el pueblo salía de su monotonía, de las pautas rigurosamente normadas y exigidas; rompía con la presión y el control social, se olvidaba, al menos por unos días, de los tabús y de las obligaciones que éstos les imponían. Pero, pasados estos días, al marcharse los forasteros, el pueblo se volvía a sumir en su duro trabajo diario, en sus rígidos moldes de conducta social, en sus tradiciones y costumbres sometidas al control de cada miembro de la comunidad. Los mismos novios, sin viajes ni lunas de miel, en muchas ocasiones tenían que volver a casa de sus respectivos padres y allí pasar meses e incluso años hasta poder independizarse. Durante este tiempo más o menos largo de separación, cada uno hacía la vida en casa de su padre y sólo los fines de semana podían juntarse y vivir maritalmente.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Increible pero cierto... y solo ocurria todo esto, hace 55 años mas o menos....