Sentada en el rincón del banco miro a uno y otro lado, tratando de asimilar con mis escasos tres años, aún me faltan unos meses para cumplirlos, los acontecimientos repentinos y dolorosos que han sucedido.
La cocina está repleta de vecinos y familiares, la mayoría mujeres, con semblantes tristes y cabizbajos. Un ronco y monótono murmullo delata el rezo del rosario.
Al lado de la alacena, donde hasta hacía unos pocos días se sentaba el abuelo, el sitio permanece vacío. Nadie lo ocupa. Prefieren quedarse en pie, apoyados de espaldas a la pared. Todos eluden el lugar en tácito silencio, y yo no entiendo muy bien por qué.
Sólo intuyo que allí nunca volveré a sentarme en el regazo del abuelo.
Cada día cuando oscurecía, mientras la abuela preparaba aquellas deliciosas sopas de ajo que serían su cena, el me entretenía relatando cuentos o jugando con las manos encima de la mesa al “Pimpineja, rabo de coneja…..”Y cuando ella le ponía el humeante cazuelo de barro delante, yo era la primera que probaba entre risas y soplos el caliente y oloroso manjar.
Ahora, ha cambiado la mano del mortero por el rosario, y entre sus dedos maltratados por el duro trabajo del campo, pasan una a una las cuentas, a la par de suspiros y avemarías.
Perdida la atención en el presente, me centro en recordar los días pasados.
A los pequeños no nos dejaron entrar en la habitación, decían que aquello no era apto para niños. No lo comprendía. Siempre decían “los niños grandes no lloran” y ahora eran los mayores los que lloraban y a nosotros nos dejaban de lado.
Desde el corral sentía los lloros y las quejas y también el rezo de Don Joaquín, al que alguien había ido a buscar.
Luego un momento de silencio, roto por el tañer de una campana. Sonaba lenta, rara, distinta.
Después vino un frenesí, un ir y venir. Calderas humeantes donde revolvían toda la ropa familiar. Toda no, yo era muy pequeña para el luto, decían. Únicamente los lazos de las trenzas y los calcetines fueron a parar a aquel hirviente revoltijo negro.
Al día siguiente, la iglesia y la “procesión hasta La Llama”. Una moza de La Magdalena que iba en el cortejo me agarró de la mano al verme sola en la orilla de la carretera y allí fui también yo, con el corazón más negro y encogido que los lazos y los calcetines que portaba…era pequeña para el luto.
Vuelvo a la realidad, el rosario está finalizando.
La abuela se santigua con un “descanse en paz”.
Amén.
En recuerdo de mi querido abuelo, el único que llegué a conocer y del que apenas disfruté.
Carmina
La cocina está repleta de vecinos y familiares, la mayoría mujeres, con semblantes tristes y cabizbajos. Un ronco y monótono murmullo delata el rezo del rosario.
Al lado de la alacena, donde hasta hacía unos pocos días se sentaba el abuelo, el sitio permanece vacío. Nadie lo ocupa. Prefieren quedarse en pie, apoyados de espaldas a la pared. Todos eluden el lugar en tácito silencio, y yo no entiendo muy bien por qué.
Sólo intuyo que allí nunca volveré a sentarme en el regazo del abuelo.
Cada día cuando oscurecía, mientras la abuela preparaba aquellas deliciosas sopas de ajo que serían su cena, el me entretenía relatando cuentos o jugando con las manos encima de la mesa al “Pimpineja, rabo de coneja…..”Y cuando ella le ponía el humeante cazuelo de barro delante, yo era la primera que probaba entre risas y soplos el caliente y oloroso manjar.
Ahora, ha cambiado la mano del mortero por el rosario, y entre sus dedos maltratados por el duro trabajo del campo, pasan una a una las cuentas, a la par de suspiros y avemarías.
Perdida la atención en el presente, me centro en recordar los días pasados.
A los pequeños no nos dejaron entrar en la habitación, decían que aquello no era apto para niños. No lo comprendía. Siempre decían “los niños grandes no lloran” y ahora eran los mayores los que lloraban y a nosotros nos dejaban de lado.
Desde el corral sentía los lloros y las quejas y también el rezo de Don Joaquín, al que alguien había ido a buscar.
Luego un momento de silencio, roto por el tañer de una campana. Sonaba lenta, rara, distinta.
Después vino un frenesí, un ir y venir. Calderas humeantes donde revolvían toda la ropa familiar. Toda no, yo era muy pequeña para el luto, decían. Únicamente los lazos de las trenzas y los calcetines fueron a parar a aquel hirviente revoltijo negro.
Al día siguiente, la iglesia y la “procesión hasta La Llama”. Una moza de La Magdalena que iba en el cortejo me agarró de la mano al verme sola en la orilla de la carretera y allí fui también yo, con el corazón más negro y encogido que los lazos y los calcetines que portaba…era pequeña para el luto.
Vuelvo a la realidad, el rosario está finalizando.
La abuela se santigua con un “descanse en paz”.
Amén.
En recuerdo de mi querido abuelo, el único que llegué a conocer y del que apenas disfruté.
Carmina
Muy bonito querida Teso. Yo tambien tengo tristes recuerdos de ese día.
Un besito
Un besito
Gracias Yoli. Lo has puesto tu en el rincon?
De verdad es hoy tu cumple?
No puedo creer que se me haya pasado por alto.
Bueno, hola y adios, me voy a trabajar.
Hasta mas tarde, espero.
Un abrazo.
De verdad es hoy tu cumple?
No puedo creer que se me haya pasado por alto.
Bueno, hola y adios, me voy a trabajar.
Hasta mas tarde, espero.
Un abrazo.
¿Quien ha dicho que hoy es mi cumple? Que no, que mi cumple es en agosto
Si Carmina lo puse yo porque me pareció muy entrañable
Tengo tres páginas por delante así que me las voy a baipasar
Que si no... no os pillo ni de coña.
Voy pa allá
Si Carmina lo puse yo porque me pareció muy entrañable
Tengo tres páginas por delante así que me las voy a baipasar
Que si no... no os pillo ni de coña.
Voy pa allá
Vaya hombre, y yo que esperaba que entraras para felicitarte! que desilusion, pues na para agosto sera y en persona ademas. jeje
¡Hola Carmen! Voy viendo. Si Dios quiere será en agosto sí