CANALES: La “maja” y los majadores de Otero (León)...

La “maja” y los majadores de Otero (León)

Comencemos, puntualizando, que Otero es mi pueblo y que le dan por sobrenombre “de las Dueñas”. Contaba con sesenta casas en la tercera década de este siglo, tiempo al que van referidas las faenas que más abajo se describen. Es aldea de la Montaña leonesa, acurrucada a la vera del bajo río Luna, en la sima de una falla, donde se encuentran el labio superior de la Meseta y el inferior de la Cordillera Cantábrica. Pizarrales y arcillas por el sur; caliza y robledales por el norte.
Descrito el emplazamiento del lugar, es ya ocasión de presentar la maja. Apresurémonos a decir que no se trata de personalidad alguna, ni gallarda, ni desenvuelta. Tampoco de “mayas”, aunque allí éstas se dan a pares: la “maya arbórea, compañera femenina del “árbol de mayo”, y cierto juego infantil al escondite, que también lleva el nombre de “maya”.
La maja es baile, banquete tribal, fiesta campesina, jolgorio moceril; ritos todos que acompañan y solemnizan los últimos actos de la recolección de las mieses. No es práctica exclusiva de Otero, puesto que se ejecutaba, hasta mediados del presente siglo, en toda la Montaña de León, pero yo he de limitarme a recordar la maja que viví y en la que fui actor en los años de mi adolescencia e incipiente juventud.
Para que mejor lo entienda los no iniciados, aun a costa de la exactitud, digamos que la maja es la trilla del centeno a palo limpio, para separar el grano de la espiga sin moler la paja. No es propiamente trilla, operación propia, más bien, del trigo, en la que se recupera el grano triturando la espiga y tallo por medio del trillo, tirado por animales, mientras que en la maja sólo intervienen personas.

ANTECEDENTES Y PREPARATIVOS

Solía celebrarse la maja en la primera quincena de agosto, después de segad la mies a hoz, atada con vencejas de manojos, formados de tres gavillas, con tres puñados en cada gavilla.
La mies se acarreaba, acomodando simétricamente los manojos entre las pernillas del carro. Ya en la era se afeginaban los manojos en feginas, montones de haces formando torres cilíndricas, con remate cónico y montera piramidal, ingeniosamente colocados con la espiga hacia dentro y el tocón al exterior, a prueba de aguaceros y granizadas. Los cuarenta o cincuenta agricultores de mi pueblo tenían reunidas las eras en una campera. A los comienzos de agosto iban simultáneamente elevándose la feginas: única en la era de los propietarios más modestos y hasta media docena en la de los pudientes. El conjunto formaba algo así como una gran bolera de gigantescos bolos pinados. La altura de cada fegina señalaba la estatura económica del dueño.

PRELIMINARES; EL BAILE DE LA MANOJA

Cuando ya el sol comenzaba a templar el ambiente, reuníanse en la era los majadores –diez o doce-, las mujeres y la chiquillería. La maja exigía un atuendo dominguero, que sustituía los harapos de la siega: pantalón nuevo de pana, estrenado acaso en la fiesta del Corpus, blanquísima camisa de lino o, al menos, de lienzo, con cuello ajustado, mangas largas y prietas, como de brial medieval, sombrero de paja o garrotín de paño. Calzado no se usaba. La era y mucho más la maja reclamaban el contacto directo de la mies caliente con el pie desnudo. Se trataba, por lo demás, de una medida práctica, higiénica y cómoda. El calzado en la era almacenaba paja y grano que, con el sudor, hacían insufrible el trabajo.
La primera operación era encetar la fegina, sustrayéndole un manojo, lo que exigía una regular pericia para que pieza saliese íntegra, sin soltarse de la venceja. Al parecer, este manojo inicial era de sexo femenino, algo así como el símbolo de la dea mater, ya que recibía el nombre de manoja. La manoja se planta pina en medio de la era desnuda, y comenzaba la danza circular en torno, o baile de la manoja. Era danza de hombres y en solitario.