Los banderines cruzan la calle de lado a lado. La comisión ha montado el templete en la plaza. Es La Ascensión. Es fiesta en La Magdalena. Ya han puesto una caseta de tiro pegando a la Iglesia. Las mujeres ayer emplearon la tarde en limpiar y regar delante de las casas para tenerlo todo bien hermoso. Honorino Luengo ha matado por encargo varios corderos y alguna oveja. García ha dejado unos garrafones y algún pellejo de vino en el bar de Eloy, donde Carlos el recaudador, en el de Lustre y en Casablanca. Esta mañana temprano, Industrias Angelín también ha dejado gaseosas, cajas de Canadá Dry y barras de hielo. Las cajas de Mirinda y Anaical ya están en las bodegas. Los camareros repasan las existencias de Coñac Terry y Tres Cepas, Anís de la Asturiana y Ginebra Fockin y sobretodo vigilarán que sus chaquetillas albinas estén impecables, especialmente para el primer acto de la mañana, el vermut...
Al rebufo de la fiesta han acampado debajo del puente un grupo de gitanos. Son dos carromatos tirados por sendos jumentos viejos y llenos de calvas. Cada carro tiene un perro atado al eje de las ruedas y un grupo de mujeres y niños que los siguen. Las mujeres del pueblo han encerrado las gallinas. Ya sabéis la fama que precede a los gitanos. Al poco de llegar, las zarzas y paleros de la orilla del río aparecen cubiertos por un puzle de trapos de todos los tamaños y colores que las gitanas han lavado en el río. Otro grupo va de casa en casa pidiendo ollas que estañar y paraguas que arreglar y ofreciendo la mercancía que elaboran: aceiteras, cazos, silbatos y demás quincallería hechos con hojalata y maestría.
De las casas sale un aroma que no es habitual el resto del año: guisos, dulces, salsas, etc. todo el mundo está preparando el gran día.
Esta mañana a primera hora sonaron los cohetes que anuncian que es un día de alegría. La barbería estará abierta hasta cerca de la hora de la misa. Este día hay que ir bien afeitado y con el bigote bien recortado. Y la misa, solemne, con tres curas, D. Saturnino, D. Manuel de Otero y D. Cástor de Vega. Presidida por el Alcalde y la Guardia Civil vestida de gala, con guantes blancos y ese tricornio de brillante charol. Después, el baile vermut. Más cohetes anuncian su comienzo. Los bares a reventar. Saludos, besos, griterío y risas. El trabajo en la mina, en el campo, las penurias y los dolores por hoy se olvidan. Llega la hora de la comida. Hay invitados y muchos platos. Hoy no es día de andar con pequeñeces. Para la tarde está anunciada la actuación de un forzudo en la plaza. Dicen que arrastra un coche con los dientes. También hay futbol en el Galgón: La Unidad contra el Villaseca. La enésima revancha. Con la familia vamos a dar un paseo y comprar un helado en el carrito de Moyano. Es tanto el placer de un helado de cucurucho que hay que alargarlo. Los chorretones de vainilla resbalan por la galleta más rápido de lo que somos capaces de lamerlos, dejándonos las manos pringosas. Consejo materno: Como os manchéis, ya veréis. Compramos, tal vez en el quiosco de Santos el Telegrafista, un trabuco de plástico, un camión y una muñeca. Cada pocos pasos, saludos, besos a los niños, pellizcos en los mofletes y charla de los adultos. Por el horizonte, amenazantes, van apareciendo nubes voluptuosas presagiando tormenta. ¡Por Santa Bárbara! que no venga la nube, que el año pasado fastidió la fiesta. Así se va pasando la tarde.
Al oscurecer nuevos cohetes anuncian el comienzo del baile. Toca la Orquesta Armonía. La plaza empieza a llenarse. De los pueblos de los alrededores llegan mozos y mozas, unos en bicicleta y otros andando. Muchos traen unos zapatos finos colgando del hombro. Son para el baile. Para andar en bicicleta ya están las alpargatas de todos los días. Los hay que tienen suerte y están invitados a cenar en alguna casa. Otros traen el bocadillo, que con un buen vaso de vino, ya darán cuenta de él en el descanso de la cena.
Por fin la verbena....
La plaza se va llenando de gente. El descanso de la cena toca a su fin. La chiquillería corre entre los grupos que esperan el comienzo del baile. Llegan los músicos. Han cenado en la Fonda. Preparan y afinan los instrumentos y comienza la verbena. La Orquesta Armonía desgrana su repertorio habitual: Perla preciosa, España cañí, A Santiago voy.... En frente del templete los chavales imitan a los mayores en los pasos de baile. Los matrimonios y parejas formales bailan acaramelados, un poco más lejos, en la penumbra, los mozos y mozas se cruzan miradas furtivas. Por entre los bailarines corretean los mozalbetes arrojando petardos y estrellando contra el suelo bombas. Ellas gritan del susto. Guaje, como te pille..., dice él. La pareja de la guardia civil, desde la carretera, vigila la buena marcha de la fiesta. Dedicatorias: Para Mari Pili con todo el cariño de quien ya sabe: La casita de papel.
En los bares continúa el jolgorio. Se comenta la victoria de La Unidad al Villaseca por 2 a 1. La revancha ya está pedida para el día de S. Pedro. Corre la ginebra y el sol y sombra. Alguno interpreta, con bastante buen acierto, tonada asturiana. Al que le ha podido el alcohol, duerme sobre el mármol de las mesas.
De repente, sin que nadie la haya invitado, sin haber sido convocada, sin truenos ni relámpagos, la lluvia, en forma de fuerte aguacero, hace su presencia. Carreras. Los chavales se guarecen debajo del templete, las parejas jóvenes se aprietan debajo de la escalera de las escuelas y los demás corren hacia los bares. Tropiezos en la escalera, gritos y risas. La verbena se da por finalizada.
Continúa la noche de fiesta. Sin música en la plaza, ésta se ha trasladado a los bares. El sonido del acordeón acompaña canciones cantadas a coro. Poco a poco los bares se van vaciando. Alguno echa el cierre. Amanece. Los mineros del primer turno entran a tomar un orujo para comenzar bien la jornada. Los mozos apuran sus ginebras. Ha terminado la fiesta.
Las fiestas de La Ascensión ya son historia.
Al rebufo de la fiesta han acampado debajo del puente un grupo de gitanos. Son dos carromatos tirados por sendos jumentos viejos y llenos de calvas. Cada carro tiene un perro atado al eje de las ruedas y un grupo de mujeres y niños que los siguen. Las mujeres del pueblo han encerrado las gallinas. Ya sabéis la fama que precede a los gitanos. Al poco de llegar, las zarzas y paleros de la orilla del río aparecen cubiertos por un puzle de trapos de todos los tamaños y colores que las gitanas han lavado en el río. Otro grupo va de casa en casa pidiendo ollas que estañar y paraguas que arreglar y ofreciendo la mercancía que elaboran: aceiteras, cazos, silbatos y demás quincallería hechos con hojalata y maestría.
De las casas sale un aroma que no es habitual el resto del año: guisos, dulces, salsas, etc. todo el mundo está preparando el gran día.
Esta mañana a primera hora sonaron los cohetes que anuncian que es un día de alegría. La barbería estará abierta hasta cerca de la hora de la misa. Este día hay que ir bien afeitado y con el bigote bien recortado. Y la misa, solemne, con tres curas, D. Saturnino, D. Manuel de Otero y D. Cástor de Vega. Presidida por el Alcalde y la Guardia Civil vestida de gala, con guantes blancos y ese tricornio de brillante charol. Después, el baile vermut. Más cohetes anuncian su comienzo. Los bares a reventar. Saludos, besos, griterío y risas. El trabajo en la mina, en el campo, las penurias y los dolores por hoy se olvidan. Llega la hora de la comida. Hay invitados y muchos platos. Hoy no es día de andar con pequeñeces. Para la tarde está anunciada la actuación de un forzudo en la plaza. Dicen que arrastra un coche con los dientes. También hay futbol en el Galgón: La Unidad contra el Villaseca. La enésima revancha. Con la familia vamos a dar un paseo y comprar un helado en el carrito de Moyano. Es tanto el placer de un helado de cucurucho que hay que alargarlo. Los chorretones de vainilla resbalan por la galleta más rápido de lo que somos capaces de lamerlos, dejándonos las manos pringosas. Consejo materno: Como os manchéis, ya veréis. Compramos, tal vez en el quiosco de Santos el Telegrafista, un trabuco de plástico, un camión y una muñeca. Cada pocos pasos, saludos, besos a los niños, pellizcos en los mofletes y charla de los adultos. Por el horizonte, amenazantes, van apareciendo nubes voluptuosas presagiando tormenta. ¡Por Santa Bárbara! que no venga la nube, que el año pasado fastidió la fiesta. Así se va pasando la tarde.
Al oscurecer nuevos cohetes anuncian el comienzo del baile. Toca la Orquesta Armonía. La plaza empieza a llenarse. De los pueblos de los alrededores llegan mozos y mozas, unos en bicicleta y otros andando. Muchos traen unos zapatos finos colgando del hombro. Son para el baile. Para andar en bicicleta ya están las alpargatas de todos los días. Los hay que tienen suerte y están invitados a cenar en alguna casa. Otros traen el bocadillo, que con un buen vaso de vino, ya darán cuenta de él en el descanso de la cena.
Por fin la verbena....
La plaza se va llenando de gente. El descanso de la cena toca a su fin. La chiquillería corre entre los grupos que esperan el comienzo del baile. Llegan los músicos. Han cenado en la Fonda. Preparan y afinan los instrumentos y comienza la verbena. La Orquesta Armonía desgrana su repertorio habitual: Perla preciosa, España cañí, A Santiago voy.... En frente del templete los chavales imitan a los mayores en los pasos de baile. Los matrimonios y parejas formales bailan acaramelados, un poco más lejos, en la penumbra, los mozos y mozas se cruzan miradas furtivas. Por entre los bailarines corretean los mozalbetes arrojando petardos y estrellando contra el suelo bombas. Ellas gritan del susto. Guaje, como te pille..., dice él. La pareja de la guardia civil, desde la carretera, vigila la buena marcha de la fiesta. Dedicatorias: Para Mari Pili con todo el cariño de quien ya sabe: La casita de papel.
En los bares continúa el jolgorio. Se comenta la victoria de La Unidad al Villaseca por 2 a 1. La revancha ya está pedida para el día de S. Pedro. Corre la ginebra y el sol y sombra. Alguno interpreta, con bastante buen acierto, tonada asturiana. Al que le ha podido el alcohol, duerme sobre el mármol de las mesas.
De repente, sin que nadie la haya invitado, sin haber sido convocada, sin truenos ni relámpagos, la lluvia, en forma de fuerte aguacero, hace su presencia. Carreras. Los chavales se guarecen debajo del templete, las parejas jóvenes se aprietan debajo de la escalera de las escuelas y los demás corren hacia los bares. Tropiezos en la escalera, gritos y risas. La verbena se da por finalizada.
Continúa la noche de fiesta. Sin música en la plaza, ésta se ha trasladado a los bares. El sonido del acordeón acompaña canciones cantadas a coro. Poco a poco los bares se van vaciando. Alguno echa el cierre. Amanece. Los mineros del primer turno entran a tomar un orujo para comenzar bien la jornada. Los mozos apuran sus ginebras. Ha terminado la fiesta.
Las fiestas de La Ascensión ya son historia.