Luz y gas para ti

CANALES: Gracias por compartirlo en este medio. Y me alegra...

Para esas personas que dicen que no entran en Facebook. Un pequeño relato con una pizca de humor sobre las comuniones.
TODO POR EL BIEN DE LA NIÑA

Esta mañana, cuando estaba en plena faena, han llamado a la puerta. Pensé… ¿quién será el inoportuno? Abro y me encuentro a mi vecina, muy arreglada. Me da los buenos días, se cuela al interior, se detiene al lado del cubo de la fregona, que le corta el acceso al comedor, y con una sonrisa de pasta de dientes me dice:
-Te vengo a invitar a la comunión de mi pequeña. Esta mañana la voy a dedicar a visitar, a todas las personas que representan algo para la niña. Tú ya sabes que te tiene mucho cariño. Bueno, qué te voy a contar, si casi todas las tardes las pasa contigo. Ya sabes que el trabajo que tengo, no me deja ocuparme de mis hijos. Pero qué se le va hacer. Tenemos que comer y el sueldo de mi marido no da para mucho. Y he pensado…
- ¿Pero es que vais a hacer mucha ceremonia?
-No, solo un pequeño banquete, en el campo de mis suegros. Algunos compañeros y los amiguitos de Lorena.
-Bueno, pensé que solo lo haríais para la familia; aun así, pensaba regalarle algo. ¿Necesita alguna cosa?
-Pues, como contigo tengo mucha confianza, he visto unos zapatitos blancos con unos cristalitos en rosa que parecen de princesa. Son un poco caros pero, como te has ofrecido, no te importará comprárselos. Cuando los vea, se va a quedar con la boca abierta y va a ser la envidia de todas las demás niñas.
- ¿Pero es que ella no los ha visto?
-A ella le gustan unos que parecen de bailarina, pero ya le quitaré yo ese capricho.
-Como desees. No era lo que yo había pensado, pero se los compraré.
-Gracias, eres un cielo. Ya sabía yo que podía contar contigo y, ya sabes, será una cosa sencillita, que no están los tiempos para despilfarrar. Y ahora me marcho, que quiero terminar de dar las invitaciones.
¡Cómo me he dejado enredar de esta forma! Si es que la señora tiene una labia... Todo sea por la chiquilla, que es un encanto.
Ha pasado el mes y hoy es el gran día. Me voy a la iglesia y espero la llegada de mis vecinos. Es la hora, y todos los demás niños están en sus puestos. Me estoy poniendo nerviosa. ¡Mira que si el cura empieza y ellos llegan tarde! Menos mal, ya están aquí. Va muy bonita, pero parece una novia en pequeño con tanto perifollo. ¡Ay, señor! Esta madre ¡cuánto pájaro tiene en la cabeza y cómo se han arreglado! Parecen todos nuevos ricos, de la quincalla que llevan. Me voy a fijar solo en la niña, que la vista de la madre me está poniendo enferma… ¡Qué formalita y qué bien se está portando! Y su lectura ha sido de las mejores… ¡Seré tonta! Si me dan ganas de llorar de la emoción que siento cuando ha venido a darme la paz… Todo ha terminado. Voy a darle la enhorabuena a los padres, que tienen que estar muy orgullosos.
-Felicidades, ha estado todo precioso y mi pequeñina muy bien.
- ¿Verdad que sí, que es la más guapa? ¿Te vas a venir con nosotros?
-No, prefiero llevarme el coche y, cuando esté cansada, regreso y no tengo que molestaros.
-Como te venga mejor. Perdona, tengo que darle la enhorabuena al señor alcalde; su hijo también lo ha hecho muy bien. Nos vemos en la finca.
¡Ay, señor! ¿Cómo puede haber gente así, tan superficial y con tanto deseo de aparentar? Me voy a casa a cambiarme de ropa y ponerme algo más cómodo, aunque seguro que doy la nota con unos pantalones vaqueros y una camiseta. Pero si es una comida en el campo, no tengo que ir de gala.
He llegado un poco pronto, me presento a los abuelos, que son los únicos que están en la casa. Andan un poco desorientados, viendo el tinglado que ha montado su nuera: carpa para cien invitados, escenario para una actuación, un hinchable para disfrute de los niños y muchos camareros esperando con los brazos cruzados a la espalda. La suegra de mi vecina con cara de circunstancia me dice.
-Todo sea por el bien de la niña, ¿pero cómo van a pagar el préstamo que han pedido para este derroche? Mire, señorita, cuando las cabezas no están bien amuebladas, se vive de cara a la galería y siempre queremos aparentar más y mejor. Pero hay momentos que no se puede.
Miro a la anciana y viéndola tan triste, le doy un apretón cariñoso y le digo.
-No se preocupe, que su nieta sí tiene los pies en la tierra. Y ahora pongamos nuestra mejor sonrisa, que están llegando los invitados.
M L Blanco

Gracias por compartirlo en este medio. Y me alegra comprobar que sigues esccribiendo.