JOSÉ MARÍA GÓMEZ DE LA TORRE, ESCRITOR
Jueves, 26 marzo 2020, 09:43
Contaba en uno de mis relatos que a su protagonista, cuando le llegó el momento de su jubilación, lo despidieron sus compañeros con una cena en la que, con la mejor voluntad y sin malas intenciones, le hicieron el perverso regalo de un reloj para que pudiera comprobar lo lento que pasa el tiempo para quien lo tiene que gastar en la tarea inacabable de no hacer nada.
En estos días de confinamiento en casa se rompen rutinas, se suspenden o modifican las tareas a las que cada cual dedica ordinariamente su tiempo, y éste, pasada la novedad de los primeros días, se puede hacer interminable si no se encuentra el modo de ocuparlo.
Las pandemias no son cosa nueva; a lo largo de la historia ha habido otras que han asolado a la humanidad. Afortunadamente hoy hay más medios para vencerlas y, aunque tengamos que estar recluidos en casa para evitar su expansión, tenemos muchas más formas de ocupar el tiempo que en épocas anteriores y muchos más medios de comunicación no presencial.
Hoy tenemos la posibilidad de leer libros, revistas, periódicos, podemos ver la televisión, escuchar la radio, ver la cantidad de majaderías que, con una infame ortografía generalmente, se escriben en las redes sociales. Nuestros ordenadores nos permiten jugar al mus o al ajedrez con jugadores conectados a cientos de kilómetros; también podemos jugar a guerras, matar marcianos, hacer carreras o ver museos; podemos comunicarnos por WhatsApp, por videoconferencias, por simple telefonía...
Paralelismo
En el siglo XIV la peste negra afectó a todo el mundo conocido en aquel momento y su origen y expansión tiene un gran paralelismo con esta que estamos viviendo y padeciendo.
Veamos la descripción que hace Boccaccio en El Decamerón:
«Digo, pues, que ya habían los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas fue enviada sobre los mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección, que había comenzado algunos años antes en las partes orientales privándolas de gran cantidad de vivientes, y continuándose sin descanso de un lugar en otro, se había extendido miserablemente a Occidente».
Para evitar su extensión y contagio, los protagonistas de esta historia también utilizaron el confinamiento temporal evitando mantener contacto con el resto de la población. Pero como en aquel tiempo no disponían de los medios de entretenimiento de los que disponemos hoy su forma de pasar el tiempo fue contarse cuentos. Aún recuerdo mi risa cuando en mi adolescencia leí aquellas historias, en particular la del ermitaño Rústico explicando a Alibech lo mucho que complace a Dios meter al diablo en el infierno.
Aquí, en la plaza de Guadalupe, como en el resto de España, cada día a las ocho de la tarde se abren balcones y ventanas para dar un aplauso al personal sanitario con el que queremos mostrar nuestro agradecimiento por su trabajo y su lucha por nuestra salud.
Una hora más tarde vuelven a abrirse para escuchar a unos vecinos que con dos saxos y una flauta travesera nos levantan el ánimo interpretando la melodía de 'Resistiré' a la que siguen algunas otras melodías de su repertorio.
También ellos reciben nuestro aplauso como agradecimiento.
Jueves, 26 marzo 2020, 09:43
Contaba en uno de mis relatos que a su protagonista, cuando le llegó el momento de su jubilación, lo despidieron sus compañeros con una cena en la que, con la mejor voluntad y sin malas intenciones, le hicieron el perverso regalo de un reloj para que pudiera comprobar lo lento que pasa el tiempo para quien lo tiene que gastar en la tarea inacabable de no hacer nada.
En estos días de confinamiento en casa se rompen rutinas, se suspenden o modifican las tareas a las que cada cual dedica ordinariamente su tiempo, y éste, pasada la novedad de los primeros días, se puede hacer interminable si no se encuentra el modo de ocuparlo.
Las pandemias no son cosa nueva; a lo largo de la historia ha habido otras que han asolado a la humanidad. Afortunadamente hoy hay más medios para vencerlas y, aunque tengamos que estar recluidos en casa para evitar su expansión, tenemos muchas más formas de ocupar el tiempo que en épocas anteriores y muchos más medios de comunicación no presencial.
Hoy tenemos la posibilidad de leer libros, revistas, periódicos, podemos ver la televisión, escuchar la radio, ver la cantidad de majaderías que, con una infame ortografía generalmente, se escriben en las redes sociales. Nuestros ordenadores nos permiten jugar al mus o al ajedrez con jugadores conectados a cientos de kilómetros; también podemos jugar a guerras, matar marcianos, hacer carreras o ver museos; podemos comunicarnos por WhatsApp, por videoconferencias, por simple telefonía...
Paralelismo
En el siglo XIV la peste negra afectó a todo el mundo conocido en aquel momento y su origen y expansión tiene un gran paralelismo con esta que estamos viviendo y padeciendo.
Veamos la descripción que hace Boccaccio en El Decamerón:
«Digo, pues, que ya habían los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste que o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas fue enviada sobre los mortales por la justa ira de Dios para nuestra corrección, que había comenzado algunos años antes en las partes orientales privándolas de gran cantidad de vivientes, y continuándose sin descanso de un lugar en otro, se había extendido miserablemente a Occidente».
Para evitar su extensión y contagio, los protagonistas de esta historia también utilizaron el confinamiento temporal evitando mantener contacto con el resto de la población. Pero como en aquel tiempo no disponían de los medios de entretenimiento de los que disponemos hoy su forma de pasar el tiempo fue contarse cuentos. Aún recuerdo mi risa cuando en mi adolescencia leí aquellas historias, en particular la del ermitaño Rústico explicando a Alibech lo mucho que complace a Dios meter al diablo en el infierno.
Aquí, en la plaza de Guadalupe, como en el resto de España, cada día a las ocho de la tarde se abren balcones y ventanas para dar un aplauso al personal sanitario con el que queremos mostrar nuestro agradecimiento por su trabajo y su lucha por nuestra salud.
Una hora más tarde vuelven a abrirse para escuchar a unos vecinos que con dos saxos y una flauta travesera nos levantan el ánimo interpretando la melodía de 'Resistiré' a la que siguen algunas otras melodías de su repertorio.
También ellos reciben nuestro aplauso como agradecimiento.