A petición de una amiga de nuestro pueblo, que vive lejos, reproduzco aquí mi artículo del 6 de agosto, publicado en Diario de León.
RINCÓN DE LUNA. En Carrocera confluyen los valles de Cuevas de Viñayo y de Santiago de las Villas, que dan curso al Tusinos y al Torre. A este ángulo de la comarca de Luna, fronteriza con los pueblos de Alba, Gordón y Ordás, se le llama el Rincón, que es una forma directa de bautizar su situación esquinada respecto al curso del río que da nombre a la zona. En los años del miedo por la posible rotura de los embalses, cuando reventó Ribadelago con su saldo más que centenario de muertes, los habitantes del Rincón dormían más tranquilos que los ribereños del Luna. Unos habían asistido a la construcción del pantano de Los Barrios y otros estaban al tanto de las sisas de material, así que durante al menos una década ninguna noche faltó el pánico, por si les alcanzaba la riada en la cama. Años más tarde, fueron viendo caerse los viaductos sobre el lago, que en su derrota mostraban una construcción tramposa, en la que apenas una lámina de cemento revestía la estructura de tierra.
Carrocera y sus aledaños no están de paso hacia ninguna parte y sólo se llega a ellos por elección, nunca por azar. Carrocera preside una amplia vega, que se prolonga hacia Otero de las Dueñas y va a morir en el embalse de Selga, adonde asoma Benllera. Eso, mirando hacia el Luna. Pero si volvemos la vista hacia las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, se convierte en excelente lanzadera para disfrutar de los valles y puertos de verano de Cuevas y Santiago. Son travesías de media montaña, sin riesgos de treparriscos, que combinan el reto de los repechos con el frescor sombreado del paseo entre arboleda. Por Cuevas se ofrece la leyenda de Tusinos, cuyo penúltimo despojo fue el retablo gótico que actualmente se encuentra depositado en el Museo del Prado. Vendido en el verano de 1929 al dueño de la línea de autobuses Beltrán, fue intervenido por la policía en Madrid, donde el abogado Ramiro Gavilanes ya lo tenía embalado para un anticuario de París.
Desde Santiago, el valle del Torre da paso hacia Gordón por el ramal jacobeo que aprovechó el cordel trashumante de la Vereda de Buiza. La peña del Castillo tiene un peñasco gemelo al otro lado del río, desde donde se controlaba este paso natural. Por la ladera rocosa se observa el canal tallado por los romanos para conducir el agua hasta las médulas del Órbigo, en Villarroquel. Hace un siglo, los muñidores de la Restauración manejaron el proyecto de enlazar por aquí el ferrocarril de La Robla con Astorga. Más allá de su reflejo en la prensa de la época, los abuelos recordaban el rechazo de estos pueblos al trazado. Pero quedó en lo hablado, como el reciente proyecto de unir los accesos a Asturias con quince kilómetros de autovía, entre La Magdalena y La Robla. Deudas de la historia.
RINCÓN DE LUNA. En Carrocera confluyen los valles de Cuevas de Viñayo y de Santiago de las Villas, que dan curso al Tusinos y al Torre. A este ángulo de la comarca de Luna, fronteriza con los pueblos de Alba, Gordón y Ordás, se le llama el Rincón, que es una forma directa de bautizar su situación esquinada respecto al curso del río que da nombre a la zona. En los años del miedo por la posible rotura de los embalses, cuando reventó Ribadelago con su saldo más que centenario de muertes, los habitantes del Rincón dormían más tranquilos que los ribereños del Luna. Unos habían asistido a la construcción del pantano de Los Barrios y otros estaban al tanto de las sisas de material, así que durante al menos una década ninguna noche faltó el pánico, por si les alcanzaba la riada en la cama. Años más tarde, fueron viendo caerse los viaductos sobre el lago, que en su derrota mostraban una construcción tramposa, en la que apenas una lámina de cemento revestía la estructura de tierra.
Carrocera y sus aledaños no están de paso hacia ninguna parte y sólo se llega a ellos por elección, nunca por azar. Carrocera preside una amplia vega, que se prolonga hacia Otero de las Dueñas y va a morir en el embalse de Selga, adonde asoma Benllera. Eso, mirando hacia el Luna. Pero si volvemos la vista hacia las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, se convierte en excelente lanzadera para disfrutar de los valles y puertos de verano de Cuevas y Santiago. Son travesías de media montaña, sin riesgos de treparriscos, que combinan el reto de los repechos con el frescor sombreado del paseo entre arboleda. Por Cuevas se ofrece la leyenda de Tusinos, cuyo penúltimo despojo fue el retablo gótico que actualmente se encuentra depositado en el Museo del Prado. Vendido en el verano de 1929 al dueño de la línea de autobuses Beltrán, fue intervenido por la policía en Madrid, donde el abogado Ramiro Gavilanes ya lo tenía embalado para un anticuario de París.
Desde Santiago, el valle del Torre da paso hacia Gordón por el ramal jacobeo que aprovechó el cordel trashumante de la Vereda de Buiza. La peña del Castillo tiene un peñasco gemelo al otro lado del río, desde donde se controlaba este paso natural. Por la ladera rocosa se observa el canal tallado por los romanos para conducir el agua hasta las médulas del Órbigo, en Villarroquel. Hace un siglo, los muñidores de la Restauración manejaron el proyecto de enlazar por aquí el ferrocarril de La Robla con Astorga. Más allá de su reflejo en la prensa de la época, los abuelos recordaban el rechazo de estos pueblos al trazado. Pero quedó en lo hablado, como el reciente proyecto de unir los accesos a Asturias con quince kilómetros de autovía, entre La Magdalena y La Robla. Deudas de la historia.