En un
rincón de la cocina de mis abuelos estaba la Alacena. Objeto constante de mi interés. Allí estaban encerrados los caramelos que de tarde en tarde me daban uno, que me sabía a gloria. Había otras cosas sin importancia para mí. Ahora solamente si se ha vivido ese tiempo, puede imaginarse la penuria de los años cuarenta del pasado siglo, para ser
feliz con tan poco.
Ese recuerdo tan vivo, que me hizo mandar hace años construir en mi
casa algo semejante, pero de estos tiempos tan distintos. Una alacena de
nogal con un capricho. Una vajilla inglesa de Robert Albert “Old Country Roses” que me costó un año conseguirla recorriendo mediante internet, una docena de países…