COSTUMBRES DE LAS FIESTAS.-12.- A la fiesta acuden muchos forasteros. La gente mayor, a comer, si tienen algún amigo o pariente cercano. Los jóvenes al baile. Antes también iban algunos de los pueblos vecinos, a besar la reliquia.
El segundo día del Cristo, también hay misa solemne y sermón, pero este día es de difuntos. A mí me parece una costumbre muy hermosa, recordar también en las fiestas, a los familiares muertos.
De mi niñez y juventud, recuerdo alguna costumbre curiosa. Cada sábado, y, por riguroso turno, un vecino, pedía, por todo el pueblo, limosna para “las Ánimas Benditas”.
Dinero recogían poco. Casi todos los vecinos les daban un trozo de pan, mayor o menor, según sus posibilidades. Este pan, lo subastaban el domingo, a la salida de la misa. El dinero de la subasta, se lo daban al Sr, Cura para que dijera misas por las Ánimas.
En estos pueblos agrícolas y ganaderos, en los que, cuando una res se desgraciaba, ponía en peligro la economía familiar, le tenían devoción a San Antonio Abad, abogado de los animales, y le ofrecían velas. La víspera de su fiesta -17 de enero-, dos vecinos,
-creo que dos concejales-, pedían limosna para el Santo. Lo que les daban, en especie, lo subastaban al día siguiente, a la salida de la misa, como el pan de las ánimas.
El dinero que sacaban de la subasta, era para decir misas a San Antonio Abad. Allí lo llamaban San Antón.
El segundo día del Cristo, también hay misa solemne y sermón, pero este día es de difuntos. A mí me parece una costumbre muy hermosa, recordar también en las fiestas, a los familiares muertos.
De mi niñez y juventud, recuerdo alguna costumbre curiosa. Cada sábado, y, por riguroso turno, un vecino, pedía, por todo el pueblo, limosna para “las Ánimas Benditas”.
Dinero recogían poco. Casi todos los vecinos les daban un trozo de pan, mayor o menor, según sus posibilidades. Este pan, lo subastaban el domingo, a la salida de la misa. El dinero de la subasta, se lo daban al Sr, Cura para que dijera misas por las Ánimas.
En estos pueblos agrícolas y ganaderos, en los que, cuando una res se desgraciaba, ponía en peligro la economía familiar, le tenían devoción a San Antonio Abad, abogado de los animales, y le ofrecían velas. La víspera de su fiesta -17 de enero-, dos vecinos,
-creo que dos concejales-, pedían limosna para el Santo. Lo que les daban, en especie, lo subastaban al día siguiente, a la salida de la misa, como el pan de las ánimas.
El dinero que sacaban de la subasta, era para decir misas a San Antonio Abad. Allí lo llamaban San Antón.