EL ARADO ROMANO Y LOS TRACTORES.-13.- Con la mecanización del campo, la vida de los labradores ha mejorado mucho. La labor es de menos trabajo y las cosechas más abundantes.
Yo conocí, en mi niñez, el arado romano que “arañaba” un poco la tierra. De la labor de aquel, a la que hacen ahora con los tractores, hay un abismo. Entonces, muchas noches, después de cenar, tenían que ir los hombres a la fragua, a afilar la reja. Claro que, como se juntaban unos cuantos, lo pasaban muy bien charlando, mientras les llegaba el turno.
La fragua, y la barbería, los sábados, eran el “mentidero” de los hombres. El lavadero el “mentidero” de las mujeres.
El día de Santa Brígida –uno de febrero-, un mozo se vestía de mujer. Llevaba una rueca y un uso y hacía que hilaba. Llevaba también, en la rueca, un poco de lana. Le acompañaban los demás jóvenes del pueblo y llamaban en todas las casas, pidiendo un donativo. Les daban tocino, chorizos, huevos, y alguna pesetilla, pocas, porque, en mi pueblo, era costumbre dar las limosnas y donativos en especie.
Lo que recogían, se lo freían y arreglaban en alguna casa y por la noche, se daban un gran banquete.
Ponían el “Mayo” la noche del treinta de abril. Buscaban un madero lo más alto posible, le ataban unas ramas de árbol en la parte de arriba, y lo “plantaban” en la plaza. Y allí se estaba todo el mes, si no había mala suerte y se caía antes.
Naturalmente, el –Mayo- lo ponían los mozos.
Yo conocí, en mi niñez, el arado romano que “arañaba” un poco la tierra. De la labor de aquel, a la que hacen ahora con los tractores, hay un abismo. Entonces, muchas noches, después de cenar, tenían que ir los hombres a la fragua, a afilar la reja. Claro que, como se juntaban unos cuantos, lo pasaban muy bien charlando, mientras les llegaba el turno.
La fragua, y la barbería, los sábados, eran el “mentidero” de los hombres. El lavadero el “mentidero” de las mujeres.
El día de Santa Brígida –uno de febrero-, un mozo se vestía de mujer. Llevaba una rueca y un uso y hacía que hilaba. Llevaba también, en la rueca, un poco de lana. Le acompañaban los demás jóvenes del pueblo y llamaban en todas las casas, pidiendo un donativo. Les daban tocino, chorizos, huevos, y alguna pesetilla, pocas, porque, en mi pueblo, era costumbre dar las limosnas y donativos en especie.
Lo que recogían, se lo freían y arreglaban en alguna casa y por la noche, se daban un gran banquete.
Ponían el “Mayo” la noche del treinta de abril. Buscaban un madero lo más alto posible, le ataban unas ramas de árbol en la parte de arriba, y lo “plantaban” en la plaza. Y allí se estaba todo el mes, si no había mala suerte y se caía antes.
Naturalmente, el –Mayo- lo ponían los mozos.